La casa madre de las monjas del Rebaño
En la calle Costa Rica esta congregación franciscana mantiene intacta una bella finca del XVIII donada con abundante patrimonio de gran valor
Cádiz/En la calle Costa Rica número 5, frente al convento de las Carmelitas Descalzas se alza un bello edificio que pertenece a las monjas franciscanas del Rebaño de María. Tras la fachada convencional en piedra ostionera del poderoso caserío posado frente a la muralla de San Carlos, se encuentra esta casa del siglo XVIII que sorprende, a cada paso, nada más poner un pie en el patio principal. La hermana Rosario Raigón, que ha dedicado toda su vida a la docencia, es una gran conocedora de sus rincones y algunas singularidades, que la convierten en una construcción de gran valía arquitectónica -en entorno BIC y con grado de protección 2-, que la congregación ha sabido mimar desde que la recibió en donación en 1879, de la benefactora María de los Dolores Aguirre Larrahondo. Un edificio restaurado en 2012 y al que sus moradoras denominan la casa madre, por ser la principal, y a la que su fundadora -la madre superiora Encarnación Carrasco Tenorio- llegó tras un largo periplo por casas de alquiler donde impartían sus clases en la Viña y la calle Zorrilla.
Una vez llegaron a estas nobles estancias, con balcones frontales y cercanos al mar, la habilitaron para convertirla a los nuevos usos para dar clases a niñas huérfanas o sin recursos, consolidándose como Instituto y asilo de jóvenes tuteladas. "Antes había sido Hospital de Sangre en la Guerra de la Independencia, el Hospital de San Jorge", narra Rosario. Pero lo transformaron en hogar para estas niñas, y también en colegio. "Desde el principio ya hubo clases para internas y también externas. Pero con la reforma de la educación en los 70 ya no reunía todas las condiciones necesarias y las niñas pasaron al edificio del Rebaño de María de Trille". Finalmente dejaron la labor de "hogar", pues la Junta decidió que esta función se hiciera en Trille, de modo que actualmente participan en un proyecto de emancipación de niñas mayores de edad con la ciudad autónoma de Melilla, "que viven aquí -junto a las doce monjas que habitan la casa- y estudian en varios centros de Cádiz".
Rosario recibe a Diario de Cádiz en una pequeña sala colmada de muebles antiguos y de puertas acristaladas en colores ubicada en un lateral del patio, y nos conduce por uno de los tramos de las coquetas escaleras de mármol hasta la primera planta. En el camino se detiene en la entreplanta para mostrar la pintura de la Virgen Inmaculada coronada por una cúpula de yeso que imita un beteado en mármol que preside este hueco de la escalera. "Tiene rasgos guatemaltecos, se parece a la Virgen de Guadalupe. Fíjate en los ángeles, qué rollizos", describe. Y es que Dolores Aguirre, "que donó la casa y parte del patrimonio que tiene, procedía de familia de comerciantes, como lo era esta casa originariamente, y tenía antecedentes en Guatemala y en el País Vasco, por lo que hacían intercambios de obras culturales". De modo que abunda el mobiliario en caoba, piezas de arte de todo tipo que ella misma catalogó, "ninguna firmada", vajillas, piezas de orfebrería, cerámicas importadas... que se reparten por las distintas salas y salones, así como en los dos imponentes armarios de madera tallada situados en medio de la galería de la primera y segunda planta. "Aquí hay orfebrería que la señora tenía en el oratorio con sello gaditano", dice mientras abre delicadamente las puertas de uno de ellos. El de la segunda planta atesora la vajilla particular de Aguirre Lahorrondo, cerámica china, japonesa, inglesa y bávara, "todo con el sello de la fábrica y el almacén madrileño donde se compró", aparte de exhibir azulejos con dibujos filipinos, "que junto a la Casa de la Contaduría es la única de Cádiz que lo tiene, según nos dicen los expertos".
Desde la primera planta se observa a través de la galería abierta de todo el edificio el conjunto de arcos de ladrillo visto que ondean sobre cada una de las puertas y ventanas. "Cuando hicimos la obra reciente se descubrieron y decidimos dejarlo al descubierto, al igual que las vigas que estaban en buen estado". Y desde aquí se accede a una de las habitaciones, un recibidor donde hay, entre muchas piezas, "un nacimiento guatemalteco o una Virgen de alabastro policromada". También cuelgan de sus paredes pinturas de devociones populares, de inspiración en la escuela sevillana, con referencias al antiguo testamento, "como éstas de gran valor que son láminas de cobre".
Tras ascender por el segundo tramo hacia el segundo piso se traspasa la gran puerta de madera "que en sus orígenes aislaba la casa de la actividad comercial de las plantas inferiores", dice rememorando la distribución típica de la vivienda, que de algún modo perpetuaron, "pues cuando vino la fundadora decidió que la comunidad ocupara la tercera planta, que era donde estaba el servicio, ya que nosotras estamos para servir". Y arriba, donde no se tuvo acceso, es donde se encuentran sus habitaciones privadas.
En la segunda planta también hay otra sala "con recuerdo de las misiones en Kenia y Perú, que es una sala que usamos más", y otra que denominan "la clase bonita". Y se quedan cortas, pues se trata del típico salón de baile de este tipo de fincas gaditanas de los cargadores a Indias, que con los ventanales abiertos tiene las vistas más parecidas a las de un camarote navegando por el Atlántico. Encanto que se engrandece con la belleza que pudo derrochar en sus orígenes, dado el carácter noble de su mobiliario. Si bien, durante mucho tiempo fue precisamente aula de las niñas, "de música y otras enseñanzas", como se aprecia en un panel de la exposición sobre el centenario de la muerte de la fundadora que actualmente exhiben en la primera planta. Como muestra, las inscripciones sobre el papel de la pared, a modo de "la típica travesura de las niñas". Aquí encontramos un piano, imágenes de Santa Cecilia, de Santa Isabel de Hungría, muchas obras adaptadas a los gustos de la época de diversos estilos como el napolitano, e incluso un retrato de María Dolores Aguirre Larrahondo. En la actualidad, "a veces lo usamos de sala capitular, por lo que tenemos que retirar todos los muebles, y también de recibidor", comenta mientras señala un jarrón con pedestal de plata labrada. Una maravilla.
En estas dos plantas se distribuían antes "las aulas y habitaciones donde dormían las niñas", rememora. Ahora, también acoge la enorme cocina, diáfana y recientemente renovada, donde algunas hermanas cocinan el menú del día. Pero justo en la antesala de la misma se expande otra sala con una enorme despensa en madera donde guardan vajilla con cerámica inglesa y cristal tallado. En otro frontal de este habitáculo se deja ver una vitrina llena de curiosidades "y propaganda nuestra que antes teníamos arriba guardada". Pero decidieron exponerla ante las posibles visitas. En esta curioso estante se ven los distintos hábitos que han tenido a lo largo de su historia, cosido a mano y exhibidos en muñecas, un pequeño nacimiento con figuras de plomo y otros detalles como un estor "como los que se llevan ahora pero antiguo y bordado por nuestras hermanas, pues antes tenían que coser y vender para darle de comer a las niñas, pues no recibían ni subvenciones ni nada". Aunque detalla que tampoco ahora, desde que no son hogar, de modo que sólo están sujetas al convenio con Melilla. Esta actividad social se completa durante el curso con el sistema de acogida para apoyo escolar y complemento en dietas -merienda y cena- para niños de familias emigrantes y con pocos recursos.
Junto a la cocina se encuentra el comedor de las niñas, también con impresionantes vistas al mar, que es la última estancia a la que accedemos, aparte del oratorio, ubicado en la planta baja, y donde aguardan los restos de la fundadora.
De ella también yace en el patio un conjunto escultórico en la que aparece en pose protectora con unas pequeñas que es obra de Rafael Parodi, "para lo que utilizó una foto de la María de la Encarnación Carrasco Tenorio", en homenaje a la labor realizada por la fundadora del Rebaño de María. Precisamente hace un año fue declarada Venerable, que es el primer paso para la canonización, "así que estamos esperando el milagro", dice, esperanzada, Rosario. Y así se despide, amable y orgullosa, desde el patio de la bella casa madre de las monjas de Rebaño de María.
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