El articulista cantante

Gonzalo Figueroa deja de escribir sus colaboraciones en el 'Diario' para dedicarse a su vocación literaria, pero antes repasa su azarosa vida en Chile y España

Gonzalo Figueroa, en las instalaciones de 'Diario de Cádiz'
M. Muñoz Fossati / Cádiz

03 de diciembre 2011 - 01:00

Cuando era muy joven, ni siquiera abogado pero ya a punto de serlo, Gonzalo Figueroa se estrenó con una ilegalidad, podríamos decir. Él, perteneciente a una familia chilena muy rica, de gran abolengo, con un abuelo que optó a presidente de la República y un tío abuelo, don Emiliano Figueroa, que llegó a serlo, no podía permitir que su padre fuera a la cárcel y saliera en los periódicos por eso. El cabeza de familia, gran empresario, se arruinó en una serie de operaciones demasiado arriesgadas. "Lo perdimos todo, tuvimos que vender las propiedades y los acreedores querían triturar a mi padre -recuerda-. La cárcel es segura en Chile para quien no paga los cheques. Así que entonces me acordé de los jesuitas".

Gonzalo tenía buenas razones para acordarse de los sacerdotes de la orden creada por Ignacio de Loyola. En el Colegio San Ignacio de Santiago estudió toda su adolescencia este articulista del Diario. "Yo era un estudiante modelo, con buenísimas notas, y además de comunión diaria, aunque ahora me he vuelto agnóstico. Quiero decir que tenía muy buenas relaciones con los jesuitas. Yo sabía que tenían una casa en Buenos Aires. Y acudí a ellos con un plan para que resolvieran la situación de mi padre: debían trasladarlo con un nombre supuesto a la Argentina y darle refugio en su casa. El rector me oyó y me dijo: 'Dame dos horas'. Son una orden fantástica. En ese plazo lo arreglaron, y al día siguiente mi padre voló hacia Buenos Aires. Entonces, solventado este problema, ya pudimos arreglar el asunto de los acreedores. Un tío mío muy rico se hizo cargo y llegamos a un acuerdo, después de lo cual mi padre volvió. Desde entonces, tengo pavor a las deudas".

Gonzalo Figueroa, de profesión abogado, ha sido agudo y meticuloso articulista de Diario de Cádiz desde hace 14 años. Ahora ha decidido dejarlo "antes de que empiece a meter la pata", y porque, según dice él "he cumplido 80 años y los mayores tendemos a olvidar muchas cosas". "Es mejor retirarse antes que pasar por el oprobio de que lo retiren a uno", confiesa, a la vez que cuenta que sus planes ahora son poner en orden el montón de notas que ha ido tomando desde que llegó a España, hace 21 años, y componer un libro de pensamientos o reflexiones. "Son notas mínimas algunas, otras más extensas, de todo tipo. Anotaciones sobre actualidad, sobre algún compañero, de todo tipo. Las estoy poniendo en orden y redactándolas de nuevo. Eso me divierte horrores. Ya sabes, cosas de vejez, pero al menos de una vejez activa".

A eso quiere dedicarse ahora, después de una prolongada carrera exitosa y prestigiosa de abogado, desde aquella beca en la Universidad de Nueva York que le permitió especializarse en Derecho Internacional, el ejercicio de su profesión en su país y en España ("cuando llegué ser abogado bilingüe era garantía de trabajo"), que ha dejado sólo hace tres años "porque he conservado muchos clientes". A eso y a leer literatura contemporánea, porque la clásica la tiene dominada. Gonzalo habla con amor y admiración de Blanco White, Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán, Roberto Bolaño, Caballero Bonald y Tomás Moro.

Y de sus razones para dejarlo y de sus planes de lectura y escritura para el futuro queríamos hablar, pero fue inevitable dejarse atrapar por sus historias de aviones con pasajeros camuflados hacia Argentina. Como fue inevitable que atendiéramos a su afición demostrada por la música. Su padre era chelista aficionado, él mismo tomó lecciones de piano, que dejó por culpa del Derecho. Y, amante de autores que van de Juan Sebastian Bach a Debussy, tuvo una vida feliz y paralela en la que era cantante. "Aprendí a impostar la voz y formé un dúo con un compañero de Derecho, Los Llaneros nos llamábamos. Tuvimos éxito y llegamos a cantar en las radios más importantes del país. Con decirte que nuestro telonero, al principio, era Lucho Gatica..." Sí, la intención de esta conversación era hablar de su vocación literaria, pero, miren por donde, la cosa acabó con un Gonzalo entonadísimo cantando "Te quiero, dijiste..."

6 Comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último