2022. El año de los dos carnavales

El coronavirus, como tantísimas cosas en los últimos tres años, lo cambió todo. El virus hizo que por primera vez, y esperemos que última, Cádiz se encontrase con dos carnavales: uno en febrero y otro en mayo-junio. Todo empezó cuando el Ayuntamiento, aludiendo a la seguridad de los integrantes de las agrupaciones, del público y de los trabajadores del Falla decidió, en septiembre de 2021, que el esperado Carnaval de 2022 se retrasaría por la situación sanitaria. Al equipo de Gobierno le llovieron palos por todas partes y se le acusó, en una acentuada e injusta hipérbole, de querer mandar de nuevo la fiesta a mayo, como en la Dictadura. Así, además de las críticas de la oposición, de la hostelería y del sector hotelero, el ayuntamiento gaditano se encontró con que otros municipios de la provincia mantenían el Carnaval en su fecha natural. La comparativa escocía, pero el Carnaval de Cádiz es distinto, o al menos eso defendían desde San Juan Dios, donde se opusieron a que la fiesta se separara con la calle en febrero y el Concurso en mayo. Entendían Kichi y los suyos que el Carnaval es un todo, indivisible en cuanto a sus variopintas expresiones. Y se mantuvieron en sus trece.

Los múltiples contagios de diciembre y enero, que hubieran vaciado los locales de ensayo, jugaron a favor de los argumentos municipales. Aún así, varios sectores comenzaron a plantear la fiesta de febrero. En primer lugar las agrupaciones callejeras, que negaron la mayor y se enfrentaron a la decisión de un equipo de Gobierno que un principio se mostró reacio a aceptar la presencia de estos grupos en las calles pero que al final, y por aquello de no oponerse al carácter libre de estos grupos, lo que iría en contra de su ideología y de, por qué no decirlo, de muchos de sus votantes, les dio la cobertura que precisaban. De la misma manera se produjo un desencuentro con los romanceros, que ante la negativa del Consistorio a celebrar el concurso oficial de esta modalidad en febrero decidieron organizar el suyo propio en una sala de fiestas.

Y hubo Carnaval en febrero. Con muchas agrupaciones ilegales y varias antologías de las oficiales. Y una coordinadora celebrando diversas actividades. Pero fue un Carnaval cojo, como habría de serlo el de primavera, aunque de alguna manera salvado por muchos entusiastas de la calle. La afluencia de visitantes mermó en ambos, afectando a los ingresos de los sectores habitualmente beneficiados por el turismo.

Por primera vez en 46 años la mayoría de las agrupaciones del Falla iniciaron sus ensayos después de Navidad para estar a punto en un Concurso marcado por las ausencias de algunos primeros espadas y de grupos punteros de más allá de Cortadura que, o bien ya habían participado en sus propios carnavales de febrero o bien no podían compatibilizar un Carnaval en mayo con sus ferias y romerías. Así las cosas, y ante la disminución del número de grupos, el COAC se redujo a tres fases: preselección, semifinales y final. Se sacrificaron los cuartos de final y quedó un certamen coqueto, corto y muy gaditano, Aplaudido, debido a su carácter localista, por las agrupaciones (sobre todo las de Cádiz) y la afición de aquí. Los repertorios fueron más gaditanos que nunca, lo que no debería ser una excepción.

Quedaba la calle, donde falló la carpa. Los vecinos de Santa María no estaban contentos con su ubicación: junto a la estación de trenes. Ninguna empresa optó por presentar una oferta. Pesaban mucho la fecha, la competencia con otras celebraciones primaverales arraigadas en toda Andalucía y el escaso número de jóvenes que se esperaba al ser época de exámenes. Según manifestó la edil de Cultura y Fiestas, Lola Cazalilla, “la presión de un determinado sector vecinal, de la oposición municipal e incluso mediática han provocado que ningún empresario se haya atrevido a presentarse”.

Si las agrupaciones callejeras salvaron el Carnaval de febrero, las oficiales hicieron lo propio con el de primavera. Tuvo mucho que ver que fuera de Cádiz, al no celebrarse carnavales en esa fecha, apenas hubo contrataciones para los grupos punteros. El público fue mayoritariamente gaditano, lo que cabreó a hosteleros y hoteleros. Y fue un Carnaval muy recogido, de Cadi, Cadi. Distinto y único, pero que nadie querría repetir a pesar de la agradable temperatura. La tradición es la tradición y el Carnaval de 2023 regresará, con to sus ‘avíos’, a su hábitat natural, entre enero y febrero.