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Cádiz

Todas las vidas de Rezwana

La periodista Mariangela Paone y la joven Rezwana Sekandari, en la sede de 'Diario de Cádiz'. La periodista Mariangela Paone y la joven Rezwana Sekandari, en la sede de 'Diario de Cádiz'.

La periodista Mariangela Paone y la joven Rezwana Sekandari, en la sede de 'Diario de Cádiz'. / Jesús Marín

Rezwana Sekandari tiene 22 años, en noviembre, 23, vive en Atenas, ha estudiado un módulo de estética y se ha especializado en maquillaje de efectos especiales, trabaja de intérprete para una ONG que atiende a refugiados y, sobre todas las cosas, quiere volver a Suecia. Rezwana tiene 18 años, vive con su tía abuela en Suecia, el país donde por fin comienza “a florecer una primavera”, el país donde comienza a “rehacer su vida”, a alcanzar algo parecido a la felicidad, y de donde es expulsada al cumplir la mayoría de edad. Rezwana tiene 13 años, es el 28 de octubre de 2015 y el barco de madera en el que viaja desde Turquía a Lesbos naufraga con más de 300 personas a bordo, entre ellas, su padre, su madre, y sus hermanos de 11 años, 5, y 14 meses. A Rezwana la rescata el arpón de unos pescadores. Rezwana tiene 10 años, vive en Kabul, su padre es cámara en una televisión privada donde Rezwana, de vez en cuando, dobla a los personajes de series turcas, indias y estadounidenses. Rezwana sólo tiene recuerdos felices, la memoria selectiva de una infancia normal, pero es capaz de captar la “inseguridad creciente” que siente el padre (compañeros amenazados, otros muertos en atentados perpetrados por los talibanes). Hay que irse. No les dan la visa a todos los miembros de la familia. Hay que irse. Ya. Rewzana nacerá en mes y medio, estamos en octubre de 2001 y sobre su país se acaba de desplegar una operación llamada Libertad duradera...

Rezwana Sekandari tiene 22 años y una profundidad en los ojos donde caben todas las vidas que ponen a prueba la resistencia de un cuerpo, de un alma. Resulta lógico que a la periodista Mariangela Paone se le quedara su historia “pegada”; pero sí es más único que en este mundo que gira deprisa, y donde se salta de contar una vida a contar otra en el tiempo en el que se apura un café, la italiana residente en España se resistiera a perder la pista de aquella niña de 13 años que se quedó en un campo de refugiados de Lesbos y que peregrinó por diferentes casas de acogida hasta que consiguió dar con su familia de Suecia, “el destino que perseguían sus padres al salir de Kabul”. Pero las cosas suceden cuando la gente extraordinaria se encuentra. Y Rezwana y Mariangela se encontraron, se hicieron una promesa y emprendieron un viaje juntas que se materializa en un libro, Rezwana: Un expediente europeo. No, no es sólo el relato de las muchas vidas de Rezwana sino el de la recuperación de las vidas que se perdieron. El viaje de Rezwana con todas sus vidas dentro y en busca, ahora sí acompañada, de los restos de su familia que se ahogó en el Mar Mediterráneo.

“Los voluntarios que estuvieron en el naufragio me contaron su historia porque yo acababa de salir de Lesbos. Me impactó muchísimo, se me quedó pegada, y a lo largo del tiempo estuve preguntando por ella y siguiendo su recorrido. Cuando me enteré que el gobierno sueco la había expulsado y había tenido que regresar a Grecia, el país donde lo perdió todo, me animé a contactar con ella”. La periodista de Eldiario.es recuerda que primero conoció a Rezwana “por videollamada” y que no fue hasta un año después cuando fijaron su cita en persona en Atenas. “Lo que en principio iba a ser un seguimiento de su historia se convirtió en una investigación que emprendimos juntas y en compañía de toda una red de complicidades para hallar los restos de su familia. Rezwana tenía eso dentro, ese vacío, esa necesidad, en España creo que se puede comprender muy bien con el tema de la Memoria Histórica y, bueno, fuimos a por ello”, narra.

Juntas, y con la ayuda de “abogados griegos, activistas noruegas, fotoperiodistas españoles, refugiados sirios y afganos...”, dieron con los restos de su madre y de dos de sus hermanos. Algo de “paz” para la chica que todavía espera “poder abrir aquella puerta, coger el traje de novia de mi madre y volver a oler su perfume en la ropa. Como cuando estábamos en casa y yo le decía: Mamá, ven, que quiero sentir tu olor”.

Eso lo escribe Rezwana en un libro cuyo proceso de escritura ha sido “muy positivo” pero que le ha dado “días muy duros, muy difíciles” hasta dejarla a veces “atrapada” en su “memoria”, relata la propia joven en la sede de Diario de Cádiz un día después de presentar la obra, amparada por Tierra de Todos y la Asociación de la Prensa de Cádiz, en la sede de la APC, junto con Paone.

Regresar, por ejemplo, a aquellos primeros momentos cuando alcanzó la costa griega. “Durante las primeras horas después del naufragio yo pensaba que mi familia estaría entre las personas vivas, creía que estarían en el hospital y que nos reencontraríamos. Pero realmente estaba en shock. Estaba ante gente que no conocía, hablaban en un idioma que no conocía y yo estaba sola... Seguía pensando que iban a aparecer pero tenía mucho miedo, era la primera vez que estaba sola en mi vida...”, nos explica Rezwana que se sigue sintiendo en una especie de “limbo vital” al permanecer en Grecia. Especialmente en este último año pues las autoridades han tardado “14 meses” en renovarle la documentación de identidad por lo que no ha podido viajar “ni siquiera cada cuatro o cinco meses” para ver a la familia que dejó en Suecia y con la que desea volver.

Con todo, Rezwana vive en el país heleno acompañada de una “buena red de suecos en Atenas” y “los abogados y amigos de Refugee Support Aegean (RSA)”, la ONG con la que colabora y para la que hace trabajos de intérprete (Rezwana, además de su lengua natal, habla inglés, griego y sueco), pero se siente “a la espera” de rehacer su vida en el lugar donde desea vivir, el lugar donde sus padres soñaron con recomenzar y el lugar donde ella comenzó “a vivir de nuevo” después de la tragedia.

“Mantengo la esperanza en poder volver a asentarme allí pero es complicado. Pero confío en que sí”, se agarra con uñas y dientes al objetivo, casi con la misma perseverancia con la que le pidió a Paone emprender la búsqueda de los restos de su familia, allá en aquel encuentro en 2021. “Con el estatus de refugiada ella está pudiendo regresar y viajar allí pero no puede asentarse. La legislación en Suecia en este sentido es más restrictiva de lo que era en 2015. Ha subido el nivel de salario que tienes que tener para conseguir el permiso de trabajo, entre otras complicaciones. Si consiguiera en Grecia la residencia permanente se le abrirían más posibilidades...”, va exponiendo la periodista. Pero la mirada de Rezwana rezuma determinación y esperanza. Quizás los lazos más resistentes que nos atan a la vida.

Un proceso legal pero ciego

En principio, Mariangela Paone se decide a contar la historia de Rezwana “porque es un poco la suma de todos los fallos de las leyes europeas de asilo y de la aplicación un tanto ciega de la burocracia”. Y es que a Rezwana la vuelven a Grecia por un procedimiento “que no tiene nada de ilegal”. “Grecia es el primer país de llegada, el primer país que le concedió el asilo. Unos meses después del naufragio, se intentó la reunificación familiar con la hermana de su abuela pero se la denegaron porque no era familia directa. En Grecia se siguió con el reconocimiento de asilo y, una vez que tuvo sus papeles, Rezwana se fue a vivir con esta tía abuela hasta que cumplió los 18 años y Suecia, con su legislación en la mano, la echó”. No, ni una fisura legal. Pero Rezwana había rehecho su vida, había aprendido sueco en 9 meses, estaba estudiando un ciclo que no pudo acabar...

Rezwana: un expediente europeo incide en las aristas de un caso que no es único. Pero es mucho más. Un viaje por su memoria, una denuncia de las muertes “totalmente evitables” en el Mediterráneo, una vida y muchas vidas.

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