Símbolo de los trabajadores
Nacida por la pujanza de los astilleros, acabó en manos de la plantilla tras el fiasco empresarial
Talleres Faro es la historia de la explosión del sector naval en la ciudad y en la Bahía y su posterior decadencia hasta su desaparición definitiva. Es la lucha de los trabajadores y las familias para salvar a la empresa y revolverse contra unos empresarios sin escrúpulos que venían a ser la salvación de Talleres Faro y fueron los que le pusieron el pie en el cuello. Es la de un encierro insólito de seis meses y la del triunfo de los empleados que terminaron autogestionando durante unos años la empresa auxiliar del metal. El faro se apagó ya hace años, más de una década. Ahora su demolición convierte en ceniza lo único que le quedaba, la nave y el nombre en la fachada.
Talleres Faro era una empresa que nació a la sombra de los grandes astilleros de la Bahía y que dependía casi en exclusiva de los contratos de esta empresa pública. Cuando al final de los años 70 comenzaron las reconversiones industriales y los astilleros empezaron a entrar problemas, la epidemia se trasladó también a las auxiliares y Talleres Faro no estuvo ajena a ello.
Con una sociedad con 190 millones de las antiguas pesetas (más de 1,1 millones de euros) de deuda, los hermanos Palomero Castro decidieron vender la empresa por el módico precio de un millón de pesetas y la subrogación de todas las deudas a dos desconocidos en el mundo empresarial, Julián Mora de la Rosa y Guillermo Rodríguez Rodríguez. Los 58 trabajadores que tenía esta empresa del metal vieron una solución a la situación que venían padeciendo.
Sin embargo, lo que parecía que iba a ser el maná acabó convirtiéndose en la mayor de las hambrunas cuando se vio que después de esa fachada poderosa y de ostentación de sus buenos contactos con los dirigentes socialistas que dirigían España y Andalucía, no había absolutamente nada.
Los empresarios llegaron diciendo que iban a levantar la Bahía porque con ellos estaban "el puño y la rosa" y no faltaban en los despachos los retratos de Felipe González y Alfonso Guerra. De hecho esta empresa acabó relacionada en el caso Juan Guerra. Empezaron fuertes porque compraron otra empresa auxiliar, Talleres Carpio, y una constructora en Chiclana para conformar el Grupo Talleres Faro.
Para todo ello fueron consiguiendo ayudas, créditos y, por supuesto, contraían deudas, hasta que en el mes de julio de 1987 desaparecieron de Cádiz dejando un agujero de más de 500 millones de pesetas (tres millones de euros), suspensión de pagos en la empresa y una plantilla sin cobrar.
De este modo, la plantilla, con su líder Enrique Blanco a la cabeza, decidió iniciar un encierro con familiares y niños que se llegó a prolongar durante seis meses, a lo que acompañó todo tipo de movilizaciones por la ciudad. El fin era llamar la atención sobre la situación de Talleres Faro y conseguir que continuara la actividad, pero sobre todo impedir que los propietarios se llevaran la maquinaría y sacaran los papeles.
La justicia tomó algunas medidas insólitas con este caso como fue inhabilitar a los antiguos propietarios y que el 23 de marzo de 1992 la factoría pasara a manos de los trabajadores. Esta sobrevivió hasta enero de 2006, cuando cerró tras una larga agonía.
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