PAvAE 2019

Selectividad: la casa por el tejado

  • La prueba de acceso a universidad apenas ha variado su metodología en 40 años 

  • Mayor equidad implicaría más recursos y un cambio integral de modelo

Los estudios del ámbito de la salud y científico-tecnológicos son los que presentan una mayor nota de corte.

Los estudios del ámbito de la salud y científico-tecnológicos son los que presentan una mayor nota de corte. / Efe

No es la primera vez que surgen las dudas respecto a la equidad del examen de selectividad. Algún estudio, por ejemplo, ha encontrado diferencias de criterio, como es el caso del publicado hacer un par de años por la Sociedad Española de Pedagogía, que señalaba huecos de este tipo en el bloque común de Lengua y Literatura. Este año, el consejero de Castilla y León ha sido el encargado de abrir la espita. Tanto desde el PP como desde Ciudadanos se ha anunciado la presentación de sendas proposiciones no de ley para dar un carácter más unitario a las pruebas de acceso a la universidad en todo el territorio español. Incluso la ministra de Educación en funciones, Isabel Celaá, ha admitido que es una prueba que reúne “dificultades diferentes”.

La vigencia de una prueba llamada a establecer criterios de igualdad en el acceso universitario, pero que varía según comunidad, ha sacado a la palestra otras cuestiones. Por ejemplo, ¿hasta qué punto tiene sentido un examen, el actual PEvAU –sustituto de la Selectividad, sustituto de la Reválida– que es básicamente un calco de lo que se hacía hace cuarenta años?¿No sería más lógico que las facultades presentaran sus propias pruebas de acceso, según especialización? ¿La diferencia entre exámenes es el único agravante en el baremo, o hay más?

Para Concha Valero, vicerrectora de Alumnado de la UCA, la diferencia de criterio es inevitable desde el mismo momento en el que los ejercicios son distintos entre autonomías: “Si te hablo de mi área, por ejemplo, que son las matemáticas, podríamos llegar a cierto acuerdo de que un examen realmente neutro e igualitario pasaría por un tipo test, ¿no? –comenta–. Sin embargo, esto no se hace así. Además, uno siempre tiende a pensar que el examen más fácil es el que le ha tocado al de al lado. Si alguien ve agravio comparativo, estupendo, pero que piensen que la igualdad no está en el ejercicio, sino en el sistema”.

Luis Fernández Maté es jefe del departamento de Física y Química del IES Fernando Aguilar y ponente de selectividad. Para él, una prueba común para el acceso a la universidad ostenta una ventaja de peso:“Es sólo una, aunque dure tres días. Si cada universidad pusiera su propia prueba, alguien podría tener que pasarse un buen número de días haciendo varios exámenes en localidades distintas, porque creo que casi nadie se lo jugaría todo a una sola carta, es decir, probaría en varias… por si acaso”.

“Otra cuestión –matiza– es que podría proponerse una prueba como la que tenemos, pero dando mayor peso en la nota final a las materias más vinculadas con cada rama de conocimiento”.

Una opción que sería la adecuada, en opinión del nuevo rector de la Universidad de Cádiz, Francisco Piniella: “Crear criterios de acceso diferentes sería lo más útil a la hora de realizar pruebas específicas –comenta–. Es lo que pienso desde hace ya tiempo. También, porque no es descabellado encontrar que un alumno que destaca en un campo determinado, con mejor perfil o preparación para aquello a lo que puede dedicarse, no pueda realizarlo porque le bajan la media otros conocimientos en los que no va a desarrollar competencias”.

La metodología de los exámenes es muy parecida a la de hace 40 años

Para Carmen Pellicer, presidenta de la Fundación Trilema y coautora de títulos como El libro blanco de la profesión docente o Papeles para el Pacto Educativo, el cambio en el sistema de acceso a la universidad “es necesario”, pero no como razón única sino última:“El cambio tendría que ser tan profundo que implicara a todo el modelo educativo, empezando desde la escuela y focalizado a un tipo de competencias que fueran más allá de la memorización de contenidos”.

A pesar de los cambios sustanciales que hemos vivido a nivel social, tecnológico y de gestión del conocimiento, la prueba de acceso a la universidad sigue siendo, básicamente, como cuando renació con otro nombre hace cuarenta años. ¿Qué sentido tiene enfocar los esfuerzos a una prueba eminentemente memorística y minimizar o dejar de lado otro tipo de competencias que también se valoran, como la creatividad, el razonamiento lógico o incluso la relación social?

“Por supuesto que me encantaría que tuviéramos una manera de calibrar a los estudiantes que fuera capaz de incluir la originalidad, la capacidad para ver más allá de lo evidente que puede ser tan útil, por ejemplo, en una Ingeniería del Diseño, que no todo fuera medir a través de datos –continúa Concha Valero–. Pero la capacidad de evaluar los datos es una de las pocas cosas que tenemos para asegurar, con el personal y los medios posibles, la igualdad de oportunidades”.

“Hace unos años –ilustra la vicerrectora– se intentó establecer un examen oral en la prueba de lengua extranjera, precisamente, para terminar con el malditismo al respecto que hemos tenido durante tanto tiempo. Fue imposible. Fue imposible a nivel de personal y recursos sacarlo adelante.Imagínate con algo sólo un poco más difuso. ¿Quién te calibra más allá de lo numérico? Pues cuando te hacen una entrevista personalizada, a ti, a tus padres... Lo que hacen los centros y universidades privados, con mucho dinero de por medio”. Valero menciona el programa de mentorías, que desarrollan un puñado de profesores de colegios y de universidad para detectar pronto ciertas capacidades y trabajar con esos alumnos: “Pero es lo de siempre: tampoco tenemos muchos más recursos”.

Un 25,3% de alumnos no pasa 2º de Bachillerato en la pública; en los centros privados, un 3%

Hablando de ajustar la equidad en el sistema: un 60% de la nota total de acceso a carreras universitarias lo marca la nota media durante el Bachillerato. Existe la creencia asumida de que esa nota puede llegar a inflarse desde los centros privados. Tomemos, por ejemplo, las cifras de alumnos promocionados y no promocionados en la provincia de Cádiz durante el curso 2016-2017, según datos de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía. De los alumnos pertenecientes a centros públicos, un 25,3% del total no promocionaron en segundo de Bachillerato; el porcentaje se sitúa en un 20,1% en los centros privados concertados y desciende (atención)hasta el 3,5% en los centros privados no concertados.

Al fin y al cabo, la mayor seguridad de pasar el PEvAU consiste en haber pasado el Bachillerato:el año pasado, hasta un 96% de los alumnos consiguieron aprobar en la primera convocatoria. El problema reside en que aprobar no es la meta: Fernández Maté es testigo todos los años de cómo viven los alumnos las pruebas de acceso, y reconoce la “alta presión a la que se sienten sometidos quienes optan por unos estudios que presentan altas notas de corte. En estudios del ámbito de la salud y en el científico-tecnológico estas notas han ido elevándose en los últimos años, lo que en la práctica hace que una gran mayoría de aspirantes sientan que están en una especie de oposición. No son raros los ataques de ansiedad. Lógicamente, quienes aspiran a estudios sin nota de corte, o con una relativamente baja, no tienen esa presión”. Medicina, con un 12,4, fue la carrera que presentó una mayor nota de corte durante el curso pasado. Excepto el doble grado en Filología Hispánica y Estudios Ingleses (que exigía un 12,3 de media), los estudios más apretados en el pódium pertenecían a los sectores mencionados: doble grado en Ingeniería Mecánica e Ingeniería del Diseño y de Desarrollo del Producto (11,07); Fisioterapia (11) o Biotecnología (10,9).

“Y es que la cultura de los exámenes provoca una presión terrible –comenta al respecto Carmen Pellicer–, cuando no implican ni mayor esfuerzo ni un mejor conocimiento”.

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