Ciudadanos de Cádiz

"Quise ser el alcalde de Cádiz y el presidente del ascenso"

  • Entrevista. José Antonio Gutiérrez Trueba, abogado, fue presidente de uno de los mejores Cádiz de la historia y dos veces candidato a la Alcaldía de su ciudad natal

DOS veces intentó sin éxito ser alcalde de su ciudad el abogado José Antonio Gutiérrez Trueba (Cádiz, 1933). Y durante cinco temporadas fue presidente de un Cádiz que siempre quiso ver en Primera. Tampoco lo consiguió. Pero algo tuvo que ver, asegura con convicción, en la posterior victoria del Partido Popular en San Juan de Dios y en el ascenso a la máxima categoría de la mano de Manuel de Diego.

-¿Se hace abogado porque le gusta la ley o porque le gusta defender a quien incumple la ley?

-No, a mí me gustaba ser juez, me hubiese gustado ser juez, administrar justicia es lo más bonito del mundo. Pero murió mi padre y tuve que trabajar pronto, ejercí en los quince días posteriores a terminar la carrera. Pero yo gozo con mi trabajo, y cuando voy a los juicios es que me encanta, me encanta.

-¿Existen los abogados de causas perdidas?

- Existen, casi todos los abogados, aunque los que llevan el oficio saben que muy pocas veces ocurre que no haya alguna defensa. Y aunque hay asuntos que están perdidos, siempre se le busca un resquicio a la ley.

-¿Es imperfecta la ley?

-La ley no es imperfecta, imperfectas somos las personas. Normalmente, se dicta una ley con una serie de garantías que parece que es correcta, pero las circunstancias también mandan y puede ser que una ley, en determinado momento, sea una ley ajustada a derecho y sin embargo, cuando transcurren equis años, pues no lo sea, y entonces cabe la revocación de esa ley. Pero el problema es de la aplicación de la ley. Quizás por un exceso de celo en la defensa, nada más que buscamos el lado que nos beneficia, y hacemos un poco de dejación de lo que no nos beneficia. La ley en sí es justa, los que no somos justos muchas veces somos nosotros.

-El ciudadano de a pie siempre tiene dudas sobre la justicia.

-El ciudadano de a pie… pleitos tengas y los ganes, porque si le dan la razón siempre queda contento, y al que no dice que han ido a por él. Todo el mundo piensa que tiene su derecho, y el que lo tiene es corroborado y ratificado por una sentencia, y el que no lo tiene lógicamente la sentencia será en contra, pero nunca, casi nunca, se acepta.

-¿Es verdad, como a veces se dice, que la lentitud de la justicia es una garantía?

-No, al revés. Una cosa es lento porque se estudian las cosas y otra es la tardanza en dictarse sentencia en algunos procedimientos. Un procedimiento no puede durar diez o quince años, y si el abogado no se atiene a las reglas morales y éticas que deben comportar la actuación de un letrado, si él quiere, puede estar dilatando el procedimiento con recursos, y esa lentitud hace que no sea justa la ley, que su aplicación no sea justa.

-¿Sabe que es usted el presidente del primer Cádiz que recuerdo, el de mi infancia? Era yo muy chico.

-Y yo también era muy chico, fui presidente con 37 años, de 1970 a 1975. Fui secretario general del Cádiz con 28 años, con Márquez Veiga, mi padre había sido secretario también. Yo tuve a León Lasa cuando era secretario.

-¿En esa temporada casi inmaculada en Tercera?

- Sí, y de ahí cuando promocionamos en Santander para subir a Segunda. Fui delegado del equipo por aquello de la ascendencia cántabra, y a la vuelta había dimitido Paco Márquez, y Pepiño el del Anteojo, que era vicepresidente, me llamó para informarme de la dimisión y me dijo que habían convocado una asamblea y que le querían montar un jaleo grande a Paco. Así que fui a la asamblea, y allí, no sé porqué, se empezó a hablar de la suerte que yo había dado al Cádiz siendo delegado, y saltó uno diciendo "Gutiérrez Trueba, presidente", y total, se lió, me querían coger en hombros… Mi idea era que no iba a ser presidente, porque había visto lo que le habían hecho a Paco, con lo que sabía de fútbol. Para mí, el mejor presidente.

-¿Entonces no tenía ninguna intención de ser presidente?

-No, no, pero ya que al final me metí, había que hacerlo bien.

-Desde luego parecía que tenía las ideas claras, con aquel centro del campo: Eloy, Ibáñez y Carvallo… y Balmanya de entrenador.

-Sí, sí, pero antes pasé una primera temporada, la del asentamiento en Segunda. Desde el primer día en que tomé posesión dije que el Cádiz se dejaba ya de vagabundear por la Segunda División y que tenía que aspirar a Primera. Era una locura, claro, la gente se volvió como loca, y la presión fue horrible desde el primer momento, de tal manera que empezamos la temporada con León Lasa y fue mal, mal, y eché a León Lasa en el último partido. Y en la segunda temporada firmé como entrenador al segundo del Bilbao, José María García Andoain, y también dije que íbamos a Primera, y eso fue horroroso.

-Para qué diría nada.

- Uf, al quinto partido, que ya llevábamos negativos, tuve que echarlo, y esa temporada tuve cinco entrenadores.

-Después vino Balmanya, que ya había sido seleccionador. ¿Cómo se le ocurre traerlo?

- Porque estaba sin trabajo, él tenía una categoría en el fútbol nacional. Y me habían dicho que se había comprado un hotel y que las cosas no le iban bien y necesitaba dinero, me lo dijeron en la Federación. Entonces con Ángel Íñiguez, que fue gerente del Cádiz y secretario del Balón muchísimo tiempo, nos fuimos a Barcelona, y estuve con Balmanya hablando, pero no quería venir de Barcelona hasta Cádiz. Me contó el problema del hotel, y me dijo que necesitaba dos millones de pesetas. Entonces saqué un talonario y empecé a extenderle un cheque al portador por esa cantidad, y le dije que me lo devolviera cuando pudiera. Se quedó parado, y me dijo que nunca en el fútbol había encontrado una persona así: "¿Por qué me da usted dos millones?", me preguntó. "Porque yo confío en usted", le dije. Total, que se comprometió a ser entrenador.

-¿Y no puso ningún condicionante más, como jugadores?

-Nada más. Sólo eso, que no me iba a pagar los dos millones, sino que iba a ser el entrenador del Cádiz. Ya después empezamos a hablar de los futbolistas, de los que podíamos traer… No me acuerdo de todos… Uruchurtu… y la clave, la estrella, en su segunda temporada, fue Fernando Carvallo.

-Un fichaje recordado.

-Las cosas mías otra vez. Vino la Unión Española de Chile a jugar un partido aquí, y el siete jugó un partidazo, una cosa mala. Era Carvallo. El día antes había jugado en Alicante, y llamé a un representante de jugadores para preguntarle cómo había jugado allí el siete. Y me dice: "El siete no sé, pero había un ocho que tenía muchos pelos, bajito, delgadito, que ha dado una…". Y era Carvallo, que allí jugó con el ocho y aquí con el siete. Total, que llamé al hotel Atlántico para hablar con el presidente de la Unión Española, que había dicho que venía a vender todo lo que pudiera en su gira por España, porque no tenían un duro. Le dije que me interesaba Carvallo, y me dijo que valía un millón de pesetas. Al día siguiente, le dije a Balmanya que ya podía contar con el siete del partido del día anterior. "¿Qué?", me dijo. Y ya lo había fichado.

-Después Eloy, Ibáñez…

- Y el cuñado de Eloy, Isidoro. Es que fue todo… El fichaje de Eloy también fue… A él le había dado la baja el Sevilla y estaba en el Mallorca. Me fui a Palma, y me dijo que el Cádiz iba a subir, que había que fichar a su cuñado, a otro más. Y que con Balmanya, a Primera.

- Desde aquel equipo, ¿considera que el Cádiz ha jugado alguna vez mejor al fútbol?

-Nunca, nunca. El primer partido lo jugamos en Tenerife y perdimos, pero dimos un baño de fútbol. Esto de Ibáñez, Eloy, Carvallo, Isidoro por un lado, Baena por otro y Machicha, aquello fue un recital de fútbol. Estaban Bonilla, Cenitagoya, Díaz, Soriano...

-Y crea el Cádiz B.

- Sí, y compré la casa de Cánovas del Castillo, era la primera vez que el Cádiz tenía patrimonio. Y del B empiezan a salir jugadores.

-Pero el Cádiz se queda a las puertas de subir a Primera.

- Sí, así fue. Él estuvo dos años. El primero fuimos séptimos, y en el segundo, quintos. En el último partido, en Valladolid, teníamos posibilidades, pero perdimos. Ese año pasaron muchas cosas.

-Con Manuel de Diego se ascendió, aunque ya había una base.

- Base de todo, de todo. Estábamos muy bien considerados en la federación, aunque no por mí por los follones que montaba, como con el cuñado del seleccionador Kubala, Fernando Daucik, al que eché, no le pagué todo el año y me puso un pleito que perdí.

-¿Lamentó usted no haber sido el presidente del ascenso?

- Hombre, claro. He conseguido muchas cosas en esta vida, y estoy muy agradecido a Dios y a los gaditanos, pero hay dos cosas… Ser alcalde de Cádiz y haber sido el presidente del ascenso son dos cosas que siempre las tengo ahí, que las sufro.

-La política, pues: ¿Reconoce que no haber podido ser alcalde es una espinita clavada?

- Hombre, sí, una espinita. Primero fui presidente de Reforma Democrática, que era el partido de Fraga, y después de Alianza Popular. En 1979 se presentó UCD, con Pedro Valdecantos, que ganó pero no gobernó por la alianza del PSOE con el PCE. Me estuvieron buscando para presentarme, pero no veía posibilidad ninguna. Y me llegaron a culpar después de que aquí mandaran los socialistas. Pero en 1983 sí me presenté, y nos quedamos los socialistas y nosotros solos en el Ayuntamiento, con mayoría absoluta para Carlos Díaz. No había más fuerzas políticas.

-¿Qué recuerda de esa etapa?

- Es que tener ocho concejales contra dieciséis…

-Igual que ahora pero al revés…

-Y mandando en Sevilla, como sigue mandando, el Partido Socialista, pues aquello era jugar al frontón, darme contra una pared, contra una pared siempre, cualquier cosa que decía, lo contrario, lo contrario, lo contrario, no había razones. En el 87 volví a repetir, y tuvo la genialidad el PP de que no se haría propaganda alguna en los medios de comunicación provinciales, sólo regionales… Toda la campaña electoral no tuvo entonces trascendencia pública.

-¿Y es en el 87 cuando saca aquello de Gutiérrez Trueba: GT, gaditano total?

-No, desde el principio, en el 83.

-¿Porque el alcalde no podía ser sevillano, verdad?

- Uf, fui muy criticado, muy criticado. Carlos Díaz era de Sevilla, y la Junta era de Sevilla… Y en un mitin que di en el Hotel Francia, con Manuel Fraga… y a Manuel Fraga no le gustó que dijera eso.

-¿Cómo se llevó usted con Carlos Díaz?

-Muy bien, muy bien, Carlos es un caballero, pero ha pasado sin pena ni gloria por mucha culpa de su propio partido, que no le dejaba hacer las cosas. Él estaba en manos de Luis Pizarro, de Hipólito García… El partido no le dejaba hacer las cosas que él quería. Y era honrado, excesivamente honrado. Yo no he tenido follones con ninguno, me he llevado bien con los comunistas, con Fernando Santiago, con Jerónimo Andreu, con los andalucistas… Me he llevado bien con todos, la verdad, y cuando he tenido que decir las cosas, las he dicho. Alguna vez me dijeron: "Usted siempre está de coña, pero cuando se enfada, se enfada todo".

-¿Nunca se planteó volver?

- No, después de dos fracasos hubiera sido suicida. Yo de político no tengo nada, lo dije en mi primer mitin, que de político tenía lo justo, pero mi ilusión era la Alcaldía. No pudo ser, qué le vamos a hacer. Como no pudo ser lo del Cádiz. Sí tengo el convencimiento de que tanto en el fútbol como en la política puse las bases para que pudiera Manuel de Diego después coger los frutos. Y yo puse las bases para que después viniera Teófila a coger los frutos. Eso no hay duda.

-¿Y le han reconocido ese mérito alguna vez?

- Bueno, a mí me tratan bien, pero reconocimiento oficial, no.

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