El profesor Juan Freire sostiene que el exceso de identidad mata a las ciudades. Las zonas saturadas de hostelería están siendo frenadas y se someten a criterios de ordenación urbanística en atención al ruido, a la convivencia con el descanso vecinal y a la diversificación económica. Pero también habría que detener de alguna forma el abuso de identidad dominante.

Todos estamos de acuerdo en que la calle Plocia ha resurgido. De ser el barrio chino de los años ochenta ha pasado a ser una especie de SoHo con pretensiones y la explosión de identidad gaditana la está matando porque la oferta gastronómica es machaconamente repetitiva: fritos, pescados, ibéricos y olé.

Una ciudad que no acepta, no permite e incluso no provoca la hibridación, se convierte en un cadáver exquisitamente conservadoLa explosión de identidad gaditana está matando la calle Plocia

Es cierto que los turistas son depredadores de identidad pero ¿no se puede disfrutar de otra oferta gastronómica?

Una ciudad que no acepta, no permite e incluso no provoca la hibridación, se convierte en un cadáver exquisitamente conservado, incapaz de dialogar con su entorno, de movilizar emociones y cerebros y de ser vital, argumenta nuestro profesor. Por eso el mestizaje gastronómico es más sugerente que la marca única y la vanidad patriótica local.

La ciudad de Cádiz siempre ha sido todo lo contrario a una identidad marcada por el orgullo aldeano de ser única. Cádiz ha sido diversa, compleja y permeable. En palabras de Fernando Quiñones en su definición del espíritu gaditano "tendente a la apertura, a la novedad y al intercambio".

Por suerte, en Plocia sobrevive una cocinera que es representante de ese espíritu diverso y cosmopolita. Se llama Sophie y lidera el restaurante Usodimare.

El establecimiento de Sophie Sjödahl es aparentemente una pizzería, pero lo que realmente representa es un restaurante de cocina internacional. De origen sueco, la Chef ha recibido la influencia de varios países donde se ha formado y aunque trabajó en Francia, Brasil e Inglaterra, hay tres ciudades que la han definido: Estocolmo, Cadaqués y Cádiz.

Viajera del mundo, sus creaciones culinarias están inspiradas en su periplo internacional y siempre está soñando con algún viaje. De hecho, el comedor está decorado con varias láminas, litografías y vistas de la ciudad y su nombre, Antoniotto Usodimare, hace referencia a un comerciante de origen italiano del siglo XVI afincado en Cádiz.

Ofrecen más de veinte platos de pasta y treinta variedades de pizzas, además de especialidades como la ternera Strogonoff. Son impresionantes los espaguetis con foie de pato y huevo escalfado, o los ravioli de trufa al boletus.

Sjödahl es creadora compulsiva y cambia la carta constantemente para sorprender a su clientela. Es capaz de mezclar conceptos y destinos lejanos y servirnos un solomillo de ternera con torta del casar o presentarnos su nueva pizza con chicharrones. Es muy recomendable el carpaccio de presa ibérica extremeña.

Tiene la gran capacidad de mestizar universos gastronómicos dispares porque ella se siente de todas partes, como los gaditanos universales que tanto escasean.

Especialmente quiero recomendar sus pizzas, de masa finísima, con un horneado perfecto y una cuidada selección de ingredientes de altísima calidad, donde destacan la combinación de mozzarellas que hacen que Usodimare ofrezca, le pese a quien le pese, las mejores pizzas de Cádiz.

A todo esto hay que unirle la sala. El trato de Bernardo y los chicos que trabajan en ella es exquisito. Es difícil encontrar tanta amabilidad y cortesía en la hostelería. Se han empeñado en cuidar los vinos y tienen una relación calidad-precio que aconseja la visita y demuestra que las cosas bien hechas perduran en el tiempo después de siete años desde su apertura.

Disfruten de uno de los últimos símbolos cosmopolitas de la ciudad y aprendan con Sophie a viajar por el mundo a través de su cocina. Tengan valor. Acepten el mestizaje y atrévanse a renunciar a su identidad en Usodimare.