Un Marciano en La Barrosa

"…La forzosa, constante y siempre sugerente contemplación del mar…" conformaron, en palabras del chiclanero Fernando Quiñones, el espíritu gaditano. El mar es un espacio natural y ha ejercido un gran poder de fascinación. Pero la playa de La Barrosa en Chiclana de la Frontera (Cádiz) la vigila un símbolo mitológico: el Templo de Hércules y actual Castillo de Sancti Petri, con una luz deslumbrante.

Todo eso y más es La Barrosa. Hoy nos saluda con la aparición de un nuevo establecimiento y sorprende en la primera pista con un edificio blanco de formas rectas. Una concepción espacial en íntima relación con el interior a través de sus grandes ventanales, como un pequeño regalo de racionalismo arquitectónico en una suerte de La Bauhaus chiclanero.

Lo difícil es buscar una relación entre Walter Gropius y Gallineras. Y claro, el resultado sólo puede tener un nombre: La Titi

La Titi, pongamos en antecedentes, es un famoso establecimiento del muelle de Gallineras en la vecina localidad de San Fernando. Un perfecto anacronismo culinario que lleva 30 años sirviendo pescado vivo procedente de barquitas de vela, de pescadores de trasmallo, de los esteros, de despesques, en suma; pura vida con olor a bajamar y saber hacer.

Toda esa tradición hostelera unida al conocimiento de la cocina del mar quiere avanzar y desarrollarse en este nuevo restaurante capitaneado por Miguel Asencio "el de La Titi" y Juan Antonio Núñez. Y lo han conseguido. Son unos auténticos marcianos en La Barrosa. No hay nada que se le parezca en esa bella ensenada. Sin desmerecer ninguno de los numerosos bares vecinos, Casa La Titi no es de este planeta llamado La Barrosa.

Por fin, tela en las mesas. Por fin, silencio y quietud. Por fin, un servicio educado. Por fin, un día para disfrutar de unos arroces horneados. Por fin.

El local tiene diferentes espacios. Un mostrador amplio y grande. Una sala luminosa y vital y otros lugares al exterior ideales para diversos eventos. La decoración está cuidada al detalle. Dos grandes alas de madera que irrumpen del interior de la barra proporcionan movimientos curvos y distorsionan las formas rectilíneas.

Cuatro maravillosas acuarelas marinas de la artista María del Mar Robert rompen con sus tonos pastel el blanco impoluto de todo el local. Un significativo poema de Miguel Hernández escrito sobre un gran cristal permite visualizar lo que se cuece en los fogones: "Como el mar de la playa a las arenas, voy en este naufragio de vaivenes, por una noche oscura de sartenes redondas, pobres, tristes y morenas".

Hay un exceso de perfección que en nada tiene que ver con los singulares orígenes de Gallineras y se observa cierto abuso del color blanco. Su extenso horario de apertura y su arriesgada apuesta al mantenerse abierto durante los meses de invierno lo hacen merecedor de tu visita.

No se pierdan el turrón de foie. Es una entrada original e inesperada donde predominan más las notas dulces de Jijona. Magnífico el pulpo a la plancha acompañado de milhojas de calabaza. Los canelones de rabo de toro con setas y la carrillera ibérica con boniato y pasión son platos conseguidos y equilibrados.

La lista de pescados es corta pero excelente (bacalao, lenguado, corvina y raya). Una decisión inteligente y acertada la de no querer abarcar demasiado siendo unos auténticos expertos en los frutos del mar, aunque siempre ofrecen otras opciones del mercado diario.

En los dulces tienen una tarta crujiente de manzana hecha con pasta filo y compota de pera que sorprende por su sutileza. El pan perdú caramelizado es para perderse.

El restaurante tiene un precio medio de unos 28 euros por persona y eso lo coloca en una excelente relación de calidad-precio a la vez que lo distancia del resto de la oferta hostelera del entorno.

Tienen una magnífica, diversa y cuidada carta de vinos con una amplísima referencia de espumosos y generosos a precios razonables. Derrochan además mucha ilusión, buenas ideas y saben hacer las cosas con gusto.