Javier Osuna · productor de radio e investigador del flamenco y el carnaval

"El primer tango de carnaval lo grabó un cantaor"

  • Dos artes muy cercanos. Este estudioso gaditano ha demostrado las conexiones entre los grandes nombres del flamenco y los del carnaval

"En Tontos de Capirote yo sabía que estaba tocando los huevos con esas letras anticlericales. Disfruté"

"En Tontos de Capirote yo sabía que estaba tocando los huevos con esas letras anticlericales. Disfruté" / Jesús Marín

"¿ves estos trece escalones? Pues debajo de la arena hay trece más?" Quedo en su barrio, en San José, con Javi Osuna (Cádiz, 1961), uno de los grandes conocedores del carnaval antiguo que ahora prepara libro y congreso en la UCA sobre Paco Alba. Quiere mostrarme lo que no puede mostrar, el paisaje perdido que sepultó la arena en 1991 en el primer dragado del canal de la Bahía. Ahí estamos, en el final de la playa de La Victoria en su frontera con Santa María del Mar, en la bajamar. Un simposio de rocas en un día encapotado ofrece una de las más bellas estampas de Cádiz. Íbamos a hablar de carnaval y de flamenco, pero empezamos por los paraísos perdidos.

-¿Nadie hizo un estudio del impacto medio ambiental?

-Nadie, nadie pensó que por hacer de la playa lo que la playa no era se producía un irrecuperable destrozo de los sedimentos de la Bahía. A estos bajos rocosos se les conoce como Los Cabezos y es el vestigio del corral que se destruyó en el maremoto de 1755. Con la pérdida del uso del corral y lo que llamaron regeneración de la playa se perdió parte de la biodiversidad específica... por ejemplo, los nudibranquios...

-¿Qué es un nudibranquio?

-Un caracol sin concha, los llaman gitanillas porque se mueven como bailando. En septiembre del 86 se capturó aquí una especie única en el mundo: Piseinotecus gaditanus. Difícilmente la verás desde que se echó arena en el bajo rocoso. Nosotros pedimos a la Junta que se declarara monumento natural. Es un roqueo dentro de un casco urbano.

-¿Cuándo lo pidieron?

-En el 91.

-¿Y qué dijeron?

-Esperamos contestación.

-Ya, desde el 91...

-El roqueo ya no es el que fue. Hay especies que han vuelto y otras que ya no se han visto más, como el cangrejo sastre o los ofiuros, de la familia de estrellas de mar. Antes veías todavía el San Rafael, una corvina negra, la maragota, el santiaguiño... El barrio terminó asumiéndolo.

-Porque San José tenía su punto marinero.

-Algo más que un punto. En el siglo XIX, cuando tenía alcalde pedáneo y almadraba, donde aparecieron los duros antiguos, había tres profesiones: las vinculadas al vino, la huerta y, sobre todo la pesca. En Isecotel aún queda alguna barquita, pero tiende a desaparecer. Aquí se hizo una política de playa de papel cuché, sólo querían chiringuitos.

-Aquí ya no se marisquea ¿no?

-Está prohibido. Prohibir el choqueo ha sido un atropello porque es una tradición sostenible. Todo parte de cuando en los 90 los pescadores deportivos empezaron a sobreexplotar el banco de pulpos. Eso había que atajarlo, pero se llevaron por delante a los mariscadores de toda la vida, gente como el Luiti Valdés o Juani Sánchez o José Quintero, que eran unos maestros en ese arte. Ahora no se puede tocar al pulpo y al choco en la costa. Ha desaparecido esta actividad en San José como desaparecieron los buscapesetas o los limpianichos.

-Pero a San José quien se lo comió fue el desarrollismo.

-Eran terrenos muy golosos. En San José, siendo el barrio decano de extramuros, ha faltado identidad desde el punto de vista asociativo. Puntales sí lo ha tenido y ha sabido defender esa identidad, esa fisonomía, ese tipo de casa. San José tenía una arquitectura única en la ciudad con ese enrejado hasta el suelo, la losa de Tarifa y la piedra lavada. Hoy, los vestigios son mínimos.

-El barrio tiene su histórica tradición de Carnaval.

-Dice Enrique González, murguista de Las Grandes Eminencias de la Scala de Milán, que en Puerta de Tierra había una afición de padre y muy señor mío. Aquí había un núcleo muy rojo con las murgas camperas, con letras sobre la injusticia social. A algunos de ellos les costó la vida cuando llegó la guerra. Incluso se dice que tenían un soniquete particular, pero es difícil saberlo porque tras la guerra de todo aquello no quedó memoria y eso que el barrio dio nombres como Juan Sevillano y Juan Sevillano es un autor del que apenas se sabe nada, apenas hay entrevistas con él, mientras que otros de la misma época, como El Quini, que era del Mentidero, tiene cantidad de documentación. El franquismo transformó el Carnaval en las fiestas típicas y ensalzó a unos autores y arrinconó a otros.

-O los fusiló.

-O los fusiló. Existían conexiones sindicales muy potentes desde los tiempos de El Tío de la Tiza y aquí en San José tenía fuerza el anarquismo. Usando los padrones podemos ver los componentes de la comparsa de El Tío de la Tiza y allí vamos a encontrar a Juan Mejías, de aquí, de San José, en 1902 en Médicos Modernistas. Uno de sus hijos, José Mejías, familia de Enrique Villegas y del ex futbolista Pepe Mejías, salía en el 36 en Los Enchufistas de un País Desconocido. Fue uno de los fusilados. Le acusaron, al parecer, de quemar la iglesia de San José, pero lo cierto es que tenían unas letras que escocían. Aparece en el libro de Alicia Domínguez El verano que trajo un largo invierno, y en la tesis de Santiago Moreno sobre comparsistas represaliados.

-Para letras que escocían, usted recobró la tradición cuando en el 86 la montó con Los Tontos de Capirote. ¿Era un afán reivindicativo de sus comparsistas de San José?

-Bueno, por entonces yo no me había dedicado a investigar. Yo sabía que con todas esas letras anticlericales estaba tocando los huevos y a mí eso me ponía. Tenía esa pizca canalla que siempre caracterizó al Carnaval y que se perdió durante la dictadura y que se fue recuperando muy tímidamente en la Transición. Pero sí que disfruté con ese rollo transgresor y con su repercusión.

-Explíqueme cómo es esto de que Jerez se quedara el flamenco y Cádiz el Carnaval.

-El flamenco y el carnaval son dos mundos muy cercanos, pese a lo que la gente piensa. Jerez tuvo sus comparsas en el XIX, sus bailes de máscaras y hasta un soniquete específico. Tía Anica La Piriñaca recordaba, siendo niña, las comparsas flamencas y hubo carnaval de gran esplendor durante los años 20 y 30. En cuanto al flamenco, tiene tres grandes focos. Uno es Jerez, por supuesto, otro es Triana y otro es Cádiz y los puertos. De eso no hay ninguna duda científica, pero en los últimos 25 años Jerez se ha sabido vender muy bien, parece que el flamenco lo han inventado ellos. Y en modo alguno es así.

-Y parece que Cádiz ha inventado el Carnaval. ¿Cuándo se produjo esa transformación?

-Indudablemente hay que situarlo tras la guerra civil. Yo no sabría decir por qué, quizá la llegada de la televisión. Según Quiñones, es por su condición portuaria. Antonio Chacón debutó en Cádiz recomendado por Enrique el Mellizo y a Don Antonio le daba corte cantar en la gitanería del barrio de Santa María, del respeto que les tenía. Jerez tenía la misma gitanería en su extrarradio en Santiago y San Miguel que Cádiz tenía en el barrio de Santa María. Y allí crecía el flamenco, en unos y otros barrios. Quizá Cádiz tiene un legado de romances y corridos ampliamente estudiados por Luis Suárez, de la tradición oral, de tipo épico e histórico, inhallable en otros lugares del mundo hispánico, ni siquiera entre los judíos sefarditas, que no tiene Jerez.

-El flamenco se profesionalizó muy pronto y el carnaval no.

-Qué va, el carnaval lleva siglos profesionalizado. En el XIX ya había cruzado el charco. Conocemos que en 1889 Antonio Pozo El Mochuelo, un cantaor, embarca hacia Buenos Aires en compañía de Las Viejas Ricas de Cádiz, que llevaban años triunfando en el café de Silverio de Sevilla y por toda España. Otra vez el flamenco y el carnaval juntos. De hecho, la agrupación se llamaba Las Viejas Ricas, pero tuvieron que poner lo de Cádiz porque les salieron imitadores por todos lados, igual que en los 60 les pasaría a los Beatles de Cádiz cuando llegan a Puerto Rico.

-Insisto en que el flamenco parece cuidar más su patrimonio.

-Jerez tiene el Centro Andaluz de Flamenco, que funciona gracias a un magnífico equipo, y Cádiz debería tener una sucursal. Antonio Pozo fue el primer cantaor que en un cilindro de cera grabó tangos de carnaval. Al flamenco le interesa todo lo ajeno, todo lo va a meter por verea y al flamenco le interesan mucho los compases de carnaval. En esos tangos se narraban los crímenes de Jack el Destripador, que el Tío de la Tiza decía que estaba en Cádiz de aguador. Esto es 1889 y es una de las primeras grabaciones de carnaval. En Argentina está el tango emblemático de la bicicleta que popularizó el antecesor de Gardel, Ángel Villoldo, pero que hoy está documentado que es una composición de Cádiz, de El Tío de la Tiza...

-Pues eso digo, que no se ha centralizado algo con tanta historia. Hay investigadores, pero no hay un lugar físico. No sé si ahora el Museo del Carnaval. Y lo de ahora es un decir...

-Los del Museo del Carnaval es una vergüenza desde hace ya demasiado tiempo. En el primer seminario sobre el carnaval, en 1983, Javier Fernández, director del Archivo Histórico, ya lo pone sobre la mesa. Y estamos en 2018. En 1998, de la mano de José Antonio Valdivia, cobra un nuevo impulso. Una delegación fue a Madrid cuando estaba Carmen Calvo de consejera. Y estamos en 2018. Acabamos aburridos. La ciudad no ha hecho nada.

-También reivindica otro patrimonio perdido como el de constructores de guitarras.

-Es que los constructores de guitarras más prestigiosos de España estaban en Cádiz y en Cádiz no hay una sola Pagés, que era el stradivarius de la guitarra, como los denominó Richard Ford. De hecho, el único estudio sobre estos maestros de Cádiz está publicado en Italia. El público no lo conoce. Por cierto, Camarón, en su colección, tenía una Pagés.

-¿Está en su museo? Porque él sí tiene un museo.

-Y muy bien que lo haya. Nadie va a poner en discusión la figura de Camarón. Ahora hay que dotar a ese museo y no pensemos en chovinismos. Ese dinero para el museo de Camarón también es dinero para Cádiz. Te lo recuerdo: Cádiz y sus puertos. Ese era el otro vértice del flamenco. No pensemos en el museo del vecino sino en lo que queremos hacer con el Museo de Carnaval de Cádiz, que las dos cosas están bien y deben existir. Por cierto, que Camarón también tuvo su agrupación. Con doce años formaba parte de una agrupación registrada llamada Currillo y sus Churumbeles. Hay fotos. ¿Quieres más de conexiones de carnaval y flamenco?

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