Día contra el Cáncer de Mama

Sacando pecho

  • La vida le cambió el día que le dijeron que tenía cáncer de mama

  • Este es el relato del duro tránsito por una enfermedad a la que se enfrentó con fuerza y positividad

Día Mundial contra el Cáncer de Mama.

Día Mundial contra el Cáncer de Mama. / Guillén

En una madrugada cualquiera de noviembre un hombre se despierta al escuchar a su pareja llorar. Tras un cálido abrazo, él le pregunta: “¿A qué le tienes más miedo?”. Ella dice sin rodeos: “A que se me reproduzca”.

Esa es sólo una muestra de la montaña que se presenta delante cuando a una persona le dicen que tiene cáncer, en este caso de mama. Podría llamarse de otro modo, nódulos de mama o lo que sea, pero cuando aparece la maldita palabra de las seis letras el miedo se multiplica por mil. C. es una persona echada para delante, de las que no se arredra por casi nada, pero en ese momento se muestra vulnerable ante lo que se presenta como un gigante que sabe que ha dejado muchas víctimas en el camino. Por más que le digan que es un tipo de cáncer que cada vez está más estudiado, en ese momento la mente es incontrolable y le lleva a pensar en etapas que quedan muy lejos. Es el caso de C., que cuando no ha empezado todavía una carrera, tiene temor por otra que ni siquiera sabe si va a suceder, como es la de que se pueda reproducir.

Enfrentarse al cáncer, en este caso de mama, es un aprendizaje, es un crecimiento personal diario que hace que vaya agigantándose tu figura para ir domando a la bestia. Es el pensar en el paso siguiente, en el cholismo del partido a partido, la preparación de la mente y el cuerpo por lo que viene de manera inmediata. Dentro de esta guerra física y psicológica hay muchas batallas intermedias que hay que vencer una a una. Y desde luego que se consigue ganar y hay miles de ejemplos de ello.

El caso de C. es uno de tantos de mujeres a las que un día le cambia la vida cuando en una revisión rutinaria le ven un mínimo nódulo. Nunca había habido ningún síntoma, ni pequeño bulto ni nada que se le pareciera, pero ahí estaba. Acabada de llegar a la cuarentena, con marido y dos niños en el mundo, fue a una consulta y ahí estaba ese enemigo silencioso escondido que no se hubiera manifestado si el facultativo que le hizo la revisión no hubiera tenido mucho celo.

La palabra

Viene la llamada a su marido al trabajo, al que comunica por primera vez la palabra cáncer, aunque en un sentido condicional, ya que hay que esperar unos resultados para saber si es maligno o no. Es curioso lo que es la mente, pero en aquel momento su pareja estaba en una reunión con gente de fuera de su trabajo y cada vez que se encuentra a estas personas por la calle, no puede evitar asociarlos a un momento muy complicado.

No había ni bulto, ni molestia alguna. Una revisión rutinaria detectó que el bicho estaba ahí dispuesto a causar daño

A la semana siguiente vienen los resultados un día antes de lo previsto y son malos. C. fumaba hasta ese momento y nada más salir de la consulta tiró su paquete de tabaco para siempre. Lágrimas, muchas lágrimas, porque la palabra maldita da pánico. Es una reacción normal. Con el paso del tiempo también empieza a aprender que las heridas que se van abriendo a lo largo de las batallas necesitan su momento de duelo, un momento para abandonar de manera momentánea ese estado de heroísmo permanente que le sirve para rearmarse y volver a la lucha.

Unidad de Patología Mamaria

Es el momento del paso a la Unidad de Patología Mamaria del Puerta del Mar. Ahí entran en sus vidas palabras como cuadrantectomía y mastectomía y se habla del cáncer con crudeza, pero a la vez con optimismo. Y hablamos en plural porque ésta es una lucha que directamente sufre una persona pero en la que el entorno más cercano también juega un papel fundamental. El doctor Alejandro Utor es uno de esos tantos ángeles que se encuentra en el camino para vencer al bicho. Si muchas veces denostamos la sanidad pública, esta unidad es un ejemplo de lo orgullosos que hay que estar de la misma y que hay cosas que son muy buenas y funcionan.

En un mundo sanitario donde se mide todo con el cronómetro, el doctor Utor explica lo que haya que explicar cuantas veces sea necesario con una humanidad increíble, sabiendo que delante tiene a personas que probablemente se encuentran en uno de los momentos más complicados de su vida.

Hay otra palabra que aterra en este proceso y es quimioterapia. El doctor es el primero que sin decirlo, la va preparando para pensar en el partido que viene inmediatamente y le saca de la mente ese proceso porque ni siquiera sabe si será necesario o no en el futuro.

Prohibido llorar, hablarles de la enfermedad con todas sus letras y un buen plan familiar como epílogo. Contarlo a sus pequeños fue un reto

La primera elección entre cuadrantectomía (quitar sólo un cuarto de pecho) o la mastectomía (extirpación completa) no existe en este caso. Las pruebas dicen que tras ese pequeño nódulo había un ejército dispuesto a hacer daño. La mama está invadida y no se puede salvar nada. Un nuevo duelo.

Los detalles

Mientras tanto, la pareja trata de armarse como puede. Con pequeños detalles como un repertorio de canciones de lucha y optimismo, como la famosa ‘Resistiré’ del Dúo Dinámico, y la creación de un lema que será su mensaje al mundo a lo largo de esta enfermedad, “Sacando pecho”, que engloba muy bien la fuerza con la que se va a hacer frente al gigante.

Las semanas que van desde el diagnóstico hasta la operación son muy complicadas porque la mente vuela pero si hay una palabra maldita de seis letras, hay otra que también tiene el mismo número que es innombrable. En ni un solo momento se piensa en ella ni de pasada. Ya sabemos que es un rival duro, pero tanto C. como su marido sabían que no les iba a vencer. Son días en los que no sabe muy bien a lo que se enfrenta, cómo serán los detalles de esta historia y, ante la incertidumbre, hay muchas subidas y bajadas anímicas.

Pero, amigo, ¿cómo se le dice a unos hijos que están a punto de cumplir los nueve y los cinco años que su madre tiene cáncer? ¿Hay que hablar con crudeza y llegar hasta el final? ¿Hay que ir con un cuento que edulcore la verdad? En la educación de los hijos siempre se dice que hay que aplicar la lógica que cada uno entienda. Pero si no hay un manual para la crianza, lo que sí que nadie ha recibido clases de cómo dar una noticia así a dos pequeños que todavía viven ajenos a lo que se está cociendo en casa.Ahí entra otro ángel, María Paz Ríos, psicóloga de Agamama (Asociación Gaditana de Mujeres con Cáncer de Mama) que da las pautas.

La más complicada de todas, no llorar a la hora de darles la noticia. Otra es hablar de cáncer con todas sus letras, pero también que mamá se va a curar y que, pese a todo lo que le puedan decir en el colegio de muertes y cosas así, sólo se fíen de la información que le den sus padres. Y para terminar, un buen plan divertido y atractivo para toda la familia, porque pese a que en ese momento pienses que la vida se para, ésta sigue discurriendo.

C. se enfrentó con una entereza increíble al momento aquel en una mañana de domingo. Antes de que la madre pronunciara la palabra cáncer, una frase de la hija los dejó helados: “Mamá, yo sé que las mujeres a las que se les cae el pecho tienen cáncer”. Como para ir con una milonga. Por la manera en la que manejó la situación C., su marido le dijo algo que después se cumplió a la perfección: “Con la fuerza y la valentía que te has enfrentado a esto, lo vas a hacer con la enfermedad. No tengo ninguna duda de que va a ser así”. La premonición se hizo realidad.

Esta es una historia de dolor, pero sobre todo de optimismo, de cómo el negro con el que llega la noticia se va tornando en el rosa que es el símbolo de esta enfermedad. Es la de mucho ángeles que se presentan en el camino frente a un único diablo, un único enemigo. Ángeles como el compañero de trabajo de él que está dispuesto a regalarle sus días de vacaciones de Navidad para que pueda estar más tiempo con ella, algo que no hizo falta porque su empresa y todos los compañeros estuvieron a una altura inigualable. O la de todos los que aparecieron en un vídeo dos días antes de la operación que les lanzaban el mensaje de que ellos también sacaban pecho con C.

La operación

Primera batalla de las grandes: la operación. Ya no hay lugar para dejar volar la mente. El objetivo es concreto y está ahí delante. Mastectomía en una mañana de diciembre de 2015, una operación que tenía un protocolo y es que durante el proceso, en el mismo quirófano, se sacaban los llamados ganglios centinelas para ver si estaban también afectados. Si en ese momento salía bien, se seguía y ya se le ponía una prótesis provisional a la que se le iría inyectando periódicamente suero para que fuera cogiendo forma de pecho donde ya no había mama. Si salía positivo, se aplazaba la colocación de esta prótesis porque después podía deteriorarse a la hora de dar la radioterapia. Si el análisis era negativo, se seguía adelante. Todo esto era provisional porque después se estaba a expensas de un análisis más exhaustivo y definitivo. Salió cara pero la victoria, desgraciadamente, sólo fue parcial.

C., cuando se despertó de la operación, a nivel de anécdota, preguntó al primer sanitario que tuvo delante si le habían operado el pecho correcto, porque tenía obsesión con eso, y si tenía afectados los ganglios.

Es tiempo de dolores, de curas, de echar de menos a sus pequeños, de faltar incluso a la boda de una cuñada por estar ingresada. Son los cócteles de calmantes para sobrellevar la situación pero siempre con una sonrisa en su cara, con un carácter positivo. Y es que C., a pesar de lo que se estaba enfrentando, jamás se preguntó por qué le había tocado a ella. Creía que pensar así hubiera sido egoísta por su parte.

Día de salida del hospital. Mientras que se trata de pensar en cómo hacer el escaso recorrido de 500 metros desde el hospital a su domicilio, que si llamar a un taxi, traer un coche o lo que fuera, el marido le miraba a la cara y sabía lo que ella estaba barruntando. “Tú quieres irte andando, ¿verdad?”. Ella, fuerza de la naturaleza absoluta, no sólo le dijo que sí, sino que se fueron a tomar algo a pleno sol. La victoria estaba en camino.

Enfrentarse por primera vez al espejo tras la mastectomía fue muy duro. El llanto fue desgarrador pero había que pasar el duelo

Ese triunfo estaba por llegar pese a que en esta larga carrera todavía quedaban momentos muy duros. Como cuando vino la primera ducha en casa y de golpe se presenta con la realidad de un pecho que ya no está. Es el momento ante el espejo. El llanto fue tan desgarrador que con el paso de los años todavía emociona al único testigo que estuvo en ese momento, pero había que pasar por ahí. Otro nuevo duelo sin traje de superhéroe. Unas lágrimas a las que había que darle rienda suelta.

Y cuando los dolores empiezan a desaparecer con el paso de los días en una Navidad que resultó ser muy especial, tras los reyes magos llegó un nuevo golpe, éste inesperado y, por lo tanto, más duro. Había metástasis en los ganglios y había que entrar de nuevo en quirófano. Ya había un plan de ruta y todo iba conforme a lo esperado, pero esto suponía un paso atrás. Con el pecho endurecido que te va dando los palos, sólo había lugar para el lamento durante un día o dos y cambiar el objetivo al nuevo partido que había por delante.

La quimio

Y sí, la temida quimioterapia apareció en su vida. Los médicos saben también dosificar la información y ahora sí que se presentaba por delante un tratamiento con muchos temores en torno a él. Hablamos de quimioterapia en general, pero hay muchas clases de ella. Como también hablamos del cáncer en general y, dentro del que afecta a cada órgano, los hay de muchos tipos. Los posibles efectos secundarios que te puede producir en cada sesión hacen temerla de verdad y, además, aparecen como si fuera una lotería. Los que llegaban en una, no venían en la siguiente pero sí otros distintos. De lo que no cabía duda es que uno de los fármacos que se pone en el gotero es el que te hace perder el pelo poco después de las dos semanas del tratamiento. Un día secándose el pelo en casa tras una ducha, empezó a volar el cabello y a adherirse en la pared con la humedad del vapor. Era el momento de raparse y, ahora sí, tener apariencia de enferma de cáncer.

Había un aprendizaje diario durante la enfermedad. La clave estaba en mirar sólo el paso que venía inmediatamente

Pero lo que podía ser algo negativo, se vivió como un acontecimiento y allá que toda la familia fue a la peluquería para vivir el momento con normalidad, como algo extraordinario que esperaban no volver a ver nunca. Fue el único día que se puso peluca porque a partir del siguiente los pañuelos fueron los que cubrieron su cabeza. Y en casa, todo aquel que iba se quedaba sorprendido de la naturalidad con la que recibía al visitante con su cabeza absolutamente brillante sin un pelo.

Los ángeles

Más ángeles, como las enfermeras que están en la sala de quimioterapia, con mención especial a Teresa, o aquellas amistades que daban un simple apoyo moral, la que aportó su cercanía y su ayuda infinita en el hospital y fuera de él, el que venía con un tupper de comida para la familia para reducir las preocupaciones diarias, los súper abuelos que ayudaban con los pequeños, aquella que venía a dar un masaje relajante o los que incluso acudieron a la ayuda divina y pusieron una vela o unas flores rosas en un paso de Semana Santa. Y, por supuesto, el ángel protector de una madre que sirvió como bastón diario, consuelo y ayuda infinita pese a sufrir tanto o más que su hija.

Eran jornadas con la batería al 40% a causa de la quimioterapia. La de vivir el día intensamente sólo hasta la hora de comer porque después se acababan las pilas. Pero el sol salía por la mañana y como una metáfora de la vida, había que disfrutarlo. Por eso se arreglaba y se maquillaba cada mañana para disfrutar de sus horas de libertad. Fuerza y vitaminas para la batalla. El cáncer se iba empequeñeciendo poco a poco porque había alguien, como muchas otras, más gigante que él. El bicho no sabía con quien se había metido.

Pero había que quemar todavía varias etapas, como la del tratamiento con unas pastillas durante cinco años, el conocido Tamoxifeno, una especie de quimio suave que te convierte durante un tiempo en una enferma crónica. La menopausia adelantada en la vida natural de una persona con los sofocos de calor internos que ello produce y la radioterapia, la hermana pequeña del tratamiento a la que casi nadie le echa cuenta por aquello del temor a la quimio, pero también con sus efectos.

El vacío

Y tras la radio, se apagó la luz. Ya no había próximo partido a la vista. Curiosamente, ese fue uno de los momentos de mayor vulnerabilidad de C. Después de casi un año de lucha, se había quedado vacía, es como si echara de menos la batalla. La presión de tantos meses se le venía encima, “lo que me podría haber pasado”. La roca tenía una grieta en el momento más inesperado y necesitó ayuda psicológica para salir del atolladero, porque la de andar por casa de su marido no era suficiente.

Las luces de los focos se empezaban a apagar a su alrededor. Ya no estaba enferma de cáncer pero sufría todas las secuelas que te dejaba en el cuerpo. Ya todo el mundo la observaba como la valiente, la frase dicha con toda la buena intención del mundo de “qué bien te veo”, pero con el cuerpo hecho jirones después de la lucha. Y lo que quedaba por delante era la cirugía plástica para poner la prótesis definitiva tras la mastectomía e igualar el pecho sano. Si hay algo que C. no soportaba es que le dijeran “eso es estética nada más”, con una ligereza que no pueden entender los que no han pasado por eso.

Ojalá nunca hubiera aparecido el cáncer en su vida pero cree que hasta de algo así hay que quedarse con las cosas buenas

Y entre todo esto, numerosas revisiones con algún susto y el miedo permanente a ese “que se me reproduzca” del principio. Como cuando le hicieron una mamografía y tras salir, le dijeron que tenía que entrar otra vez para hacer una ecografía inesperada. El minuto que pasó hasta que entró fue eterno y ninguno de los dos fueron capaces de articular una palabra porque no querían verbalizar lo que se les pasaba por la cabeza. Son tiempos de clínica del dolor para tratar de mitigar el que ha quedado de forma permanente. Esa es la pequeña batalla que tiene que luchar a diario y que se vive en silencio, pero con la misma entereza que cuando tenía el bicho dentro.

El final

C. dice que ojalá que el cáncer nunca hubiera aparecido en su vida pero cree que de un momento tan complicado hay que quedarse con lo bueno porque con todo ello hay un aprendizaje. Hay gente maravillosa que se cruza en tu camino, disfrutas de los buenos con más intensidad, los hijos se endurecen y se llevan una dosis de realidad y, además, ahora puede ayudar a otras muchas mujeres que van a pasar por ese proceso, como otras lo hicieron con ella. Debe sacar pecho por todo lo pasado y por cómo lo ha pasado. Hoy es un día para ella, para todas ellas.

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