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El coronavirus no le resta alegría a las calles del centro de Cádiz

Día de colas.... en los cajeros

  • Muchos gaditanos salen hoy a la calle en busca de su jornal o de sus pensiones, algo "esencial" aunque el Gobierno no lo incluya en su decreto

Giulia y Anna, en su balcón de la calle La Rosa engalanado con la bandera de Italia

Giulia y Anna, en su balcón de la calle La Rosa engalanado con la bandera de Italia / Lourdes de Vicente (Cádiz)

Sigue siendo domingo en Cádiz. Desde las Puertas de Tierra hasta San Juan de Dios no había vida a las diez de la mañana. Lo típico, el furgón de MRW o el señor mayor que sigue sin poder aguantar más de 24 horas si salir a la calle.

Seguimos siendo un ejemplo para toda España y para buena parte del mundo y así lo demuestra esa desértica Cuesta de Las Calesas. Hasta no llegar al busto de Moret no parece que se encienda la ciudad. Aún así, poca gente aún. Eso sí, los cajeros y las entidades bancarias acumulaban largas aunque organizadas colas que recordaban la fecha en la que estamos.

No miramos ni el reloj ni el almanaque por que ya se cuentan los días por jornadas de encierro. Pero llega el final de marzo y toca cobrar. No es un servicio esencial de los que enumeraba este fin de semana el churchiliano Pedro Sánchez pero sí una acción esencial, o sea sí o sí, eso de salir a por el jornal o la pensión. 

Mientras no me encuentro con la compañera fotografo, Lourdes de Vicente, mi única compañía, la de Angels Barceló que es de las pocas personas que te  puede seguir hablando al oído si necesidad de ese metro y medio de distancia que nos impone nuestro querido covid, que tiene nombre de mascota olímpica más que de virus.

Los cajeros eran punto de encuentro hoy de muchos gaditanos Los cajeros eran punto de encuentro hoy de muchos gaditanos

Los cajeros eran punto de encuentro hoy de muchos gaditanos / Lourdes de Vicente

En esos minutos radiofónicos que son los únicos capaces de robarme el silencio de la calle, bonitas historias que te amenizan el camino. Esa mujer que le contaba a la Ser que vivía sola pero que tenía unos vecinos maravillosos. Un matrimonio con siete hijos que siempre encontraban un minutos para charla con ella desde el balcón.

El drama está lleno de historias que te hacen llorar. Unas de alegría y otras muchas, la gran mayoría de tristeza. Pero Cádiz tiene de todo pero es más de contar sus cosas como si todo fuera un chiste.

La primera conversación la mantuvimos con Pepe Fernández (al menos así se presentó). Es uno de los sintechos más habituales de la ciudad. Pero hoy le tocaba ir de visita. Allí estaba llamando a la puerta del número 3 de la plaza de Mina. "¿A quién llama, amigo?", le preguntamos. "A un amigo que vive aquí que me suele dar todos los días un tanque de leche y unos bizcochitos". Le preguntamos por el nombre de su amigo, a lo que contestó: "Ahí lo pone en la lápida", señalando la que indica que allí nació Manuel de Falla. "Ese es mi amigo, el que me da la leche, Manuel de Falla, vengo aquí todas las mañanas".

Nos atrevimos a preguntarle por si sabía qué era eso del coronavirus y no andaba muy perdido a pesar de que aún no había desayunado y mucho nos temíamos que su amigo Manuel de Falla tampoco iba a salir a echarle el cable. "Eso es un virus que si la gente hubiera mantenido la higiene no habría venido". Por ahí van los tiros señor Fernández.

A muy pocos metros, ya en la calle San José, Salvador Abad, de la Papelería Fábula se mantenía atrincherado en su pequeño quiosco detrás de una minibarricada. Provisto de unos guantes, nos explicó cómo se había fabricado su mascarilla. "Yo no pago 15 euros". Era un trozo de tela con un pañuelo dentro y con el contenido de unas cápsulas de carbón activado compradas en farmacia. No sabemos si serán efectivas pero allí estaba Abad al frente de su negocio vendiendo "sobre todo muchos Diarios, el resto algún que otro apaño o revista".

Momento en el que reciben en Fragela la camiseta del Cádiz de Adolfo Bolea Momento en el que reciben en Fragela la camiseta del Cádiz de Adolfo Bolea

Momento en el que reciben en Fragela la camiseta del Cádiz de Adolfo Bolea / Lourdes de Vicente (Cádiz)

En San Antonio seguimos encontrando héroes locos por contar qué hacían allí. Se les nota orgullosos de lo que les ha llevado hasta allí. Un grupo de Bomberos habia estado desinfectando las instalaciones de la Residencia de Mayores Gades. "Hemos estado desinfectando la cocina, los salones, el comedor, algunos despachos, la sala de lectura..." Todo para proteger a los más desprotegidos allí alojados. "¿Pero qué usan para desinfectar?", les preguntamos. Fue una respuesta muy complicada como para anotar de pie y con guantes, porque, al fin y al cabo era lejía diluida en agua, un compuesto más que suficiente para matar al bicho que intenta colarse en estos centros de mayores para robarnos sus recuerdos.

Y una alfombra empapada en lejía era la que nos recibía en el portal de la residencia Fragela de la plaza del Falla. Allí nos recibía su director, Pablo Otero, que contó que ya estos días habían venido los Bomberos a desinfectar pero que hoy la visita le tocaba a la Infantería de Marina. Por la mañana temprano habían acudido al centro para pedir los planos de las instalaciones para así planificar el destacamento que iban a dedicar a ese centro de mayores.

Mientras tanto, en la singular plaza central con la que cuenta este centro reposaban al sol sus viejecitos , siempre cuidados con el máximo de los desvelos. "Mejor no te hablo del personal. Cada vez que hablo de ellos, termino llorando. Es impresionante. Ellos mismos se están haciendo sus turnos especiales. Voy con mi equipo a muerte".

Y en medio de la conversación llegaba un repartidor con una camiseta del Cádiz enmarcada con el nombre de Adolfo Bolea, un mítico jugador del Cádiz que militó en el equipo amarillo allá por los años sesenta. Allí está alojado y allí lo cuidan. En días pasados, jugadores y directivos del Cádiz C.F. visitaban el centro de Fragela para hacerle un homenaje y para llevarle la camiseta. "Pero esa camiseta había que enmarcarla y la tendremos colgada en uno de los salones en honor de nuestro querido huésped".

Y tirando para la Viña, un Teatro Falla sin tipo y sin alegría a la espera de que el final de la crisis lo haga resucitar. Pero habrá que esperar. Allí, un taxista contaba a este Diario que el sábado trabajó de siete de la mañana a siete de la tarde para hacer dos carreras. "Fueron 10,50 euros y eso que era tarifa 2.Un cliente iba para el hospital y el otro lo recogí en la estación. No hay nadie en la calle y para colmo estamos trabajando sólo la mitad de los días". "El año pasado me quedé sin vacaciones por culpa de una fractura en la pierna pero creo que este año me tendré que aguantar otra vez igual". Nuestro taxista contaba que había logrado sobrevivir este mes gracias a lo que le sacó al Carnaval, "pero la hucha la tengo ya casi vacía".

La Petroleo en la calla La Palma La Petroleo en la calla La Palma

La Petroleo en la calla La Palma / Lourdes de Vicente

Ya metido en la Viña, el ruido es distinto. Allí el ambiente le gana al coronavirus. En la calle la Rosa, con dos sucursales bancarias, una de Unicaja y otra de La Caixa ya podrán imaginar. Colas para cobrar las pensiones. Y justo encima de uno de esos cajeros de Unicaja, un balcón con una bandera italiana que llamaba seriamente la atención.

En el numero 27 de la calle la Rosa vive una joven de 27 años. Una simpática italiana, Anna Cristini, que vive allí con su novio Pablo, italiano no, pero sí gallego, y con su amiga Giulia Vilardo.

Anna es ni más ni menos que de Bérgamo, el epicentro italiano del coronavirus. Pero ella lleva siete años viviendo en Cádiz, pero siguen llevando a gala su nacionalidad. "Y más ahora. Para nosotros nuestra bandera y nuestro himno son muestra de nuestra unidad. Los italianos del norte siempre han estado de bronca con los del sur pero ahora mi país está más unido que nunca". Con mucho dolor cuenta que su padre, que aún permanece en Bérgamo, sí ha padecido el coronavirus. "Ha pasado unos días muy malos. Hablamos todos los días porque él vive sólo, está separado de mi madre, y me decía que tenía fiebre y que se sentía sin fuerzas y no podía ni hablar". "Cómo yo sabía que uno de los síntomas de este virus es esa insuficiencia respiratoria, le recomendé que se tomara paracetamol y se acostara y así estuvo 15 días. Llamó a los médicos pero nadie le visitó, nadie le hizo pruebas". Cuenta la joven Anna Cristini que su padre está ya mejor

Y ya en la calle de La Palma... Ahí sí que no entra el ni el covid ni la madre que lo parió. Para eso, un batallón de viñeros y de gaditanos se vacunan con su gracia y con esa singular forma de luchar contra las desgracias. Y como ejemplo, José Eduardo Gómez, más conocido como la Petroleo. Allí, en ropa de calle y rodeada de un corrillo en el que el metro y medio de distancia era una mera anécdota.

Mientras desde un balcón le decían un "Petroleo, recógete", este singular personaje del cadi cadi, contaba a este Diaro cómo estaba llevando su encierro. "Parece que está una presa en la cárcel, pero hay que ser responsable para luchar contra esta gripe que ha venido. Pero a mí la alegría no me la ha quitado este virus. Me aburro pero veo mi Salvamé, mis pogramas y mis películas y listo", De salud, "regula", hace muy poco tuvo que estar cuatro días ingresadas en San Rafael por culpa de una caída. "Por lo demás, regular, tengo azúcar, tengo asma". Pero ella sigue alegre y este virus no podrá ni con ella, ni con su alegría.

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