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Cádiz

Comentario sobre la actualidad urbanística de Cádiz y su Bahía (II)

  • El autor considera que el Puerto no se ha integrado en la ciudad como en otros lugares y aborda también la privatización que se ha hecho en los últimos años de los espacios públicos

EL que fuera concejal de Urbanismo sigue dando su interesante punto de vista sobre la ciudad.

Los terrenos sobrantes del Puerto, la relación Puerto-Ciudad y la plaza de Sevilla:

Durante 40 años se han venido justificando los rellenos del mar ante la ciudad histórica por las necesidades funcionales portuarias, cuando otros opinaban que era más lógico trasladar las actividades portuarias a La Cabezuela y reservar el antiguo puerto para los pasajeros. El Puerto fue construido ante la ciudad histórica por presiones de los comerciantes de Cádiz en la mitad del siglo XIX, pero hoy día se ha transformado y agrandado tanto que es una actividad industrial más que comercial. De esta manera, desde el Puerto se llega a considerar el frente de la Ciudad como una trasera industrial. No se ha integrado como en otras ciudades: Málaga, Gijón, Vigo, Barcelona, etc.

Los rellenos han producido un fuerte desequilibrio territorial al estar ubicados en el extremo del istmo gaditano, con obligados accesos de transporte pesado a través de la ciudad. Ahora resulta que una buena porción de ese suelo no es preciso, por lo que se propone desde el Puerto la ocupación del mismo con edificios y actividades cuya entidad se desconoce. Es de temer que estos terrenos sirvan dentro de algunos años a la especulación inmobiliaria. Desde el Puerto se redacta un "Plan estratégico" que debiera dedicarse a racionalizar la actividad puramente portuaria de los distintos puertos de la Bahía y no a definir el futuro contenido urbanístico de esos terrenos sobrantes. Debe defenderse a toda costa el uso público abierto para los mismos, que amortigüe el impacto del Puerto sobre la Ciudad.

Para una integración de Cádiz en el modelo polinuclear de la Bahía es preciso actuar en los espacios de contacto del transporte público con la Ciudad. El espacio de acceso y llegada a la estación de ferrocarril es hoy un desastre, impropio de una ciudad donde hasta 1950 la fachada de la Estación formaba ante el Casco Antiguo una imagen característica de estación terminal, en la que el tráfico ferroviario estaba enlazado con el portuario, cuando los viajeros que llegaban en coches-cama embarcaban directamente en los barcos hacia América. La llegada hoy de los viajeros a Cádiz se hace a través de una explanada inhóspita ante la que aparece la imagen decrépita de los lienzos de muralla, cargados de historia, que en otros sitios estarían valorados y serían dignos de veneración.

La intervención sobre la plaza de Sevilla, pieza urbana indispensable para revitalizar el Casco histórico mediante su adecuada articulación con el resto de la Ciudad y el Puerto, se olvida en el día de hoy, muchos años después de que la Junta de Andalucía impidiera la operación especulativa de construcción de viviendas que se pretendía y llegara la crisis inmobiliaria. La importancia de la pieza urbana formada por la plaza de Sevilla y su entorno es enorme. El buen funcionamiento de la misma beneficiaría al Casco Antiguo, que no tiene futuro sin un buen enlace y relación con la ciudad nueva y la Bahía. La plaza de Sevilla debiera ser la pieza de transición entre el Casco Histórico y la ciudad moderna, enlazando armónicamente con la Cuesta de las Calesas y actual Carretera Industrial, punto de encuentro e intercambio entre ambas zonas de la ciudad.

La gran plaza de la estación ha de cumplir importantes funciones urbanas de enlace entre los distintos medios de transporte y servir de antesala a la Ciudad histórica. Para ello es vital el derribo de la Aduana, edificio sin interés histórico-artístico alguno, al tratarse de un pastiche historicista que ha sido objeto de una enconada defensa sin fundamento. Se ha olvidado que el edificio de la Aduana se implantó en los años 50 del pasado siglo sobre un notable jardín que existía ante la Estación del Ferrocarril, abierto al mar. La construcción de la Aduana negó a Cádiz la posibilidad de creación del ágora urbana de acceso a la Estación. Su descarada implantación de espaldas a la Estación consagró la transformación de los espacios portuarios en un reducto fiscal, hurtando a la ciudad algo que formó parte de su historia: la estrecha relación entre los muelles y la trama urbana. Sin la ciudad no hubiera habido puerto, pero en ese momento histórico el puerto se olvida de la ciudad.

Es imprescindible la configuración de una auténtica "Plaza de la Estación", modelo decimonónico aún válido en la mayoría de las ciudades por la recuperación y modernización del ferrocarril. A causa de las peculiaridades de esta ciudad portuaria sería a la vez "Plaza del Mar", en continuidad hasta el cantil del muelle.

Las estaciones de ferrocarril constituyen los nodos de actividad e intercambio de las ciudades del siglo XX. Ante ellas se abren algunas de las plazas europeas más notables, llenas de vida. En ella se produciría el intercambio entre los distintos medios de transporte: ferrocarriles y autobuses de larga distancia y de cercanías, autobuses urbanos, transporte privado.

En nuestro país, cuyo territorio se articula a escala del tren de alta velocidad, esta plaza de Cádiz sería a la vez término terrestre y puerta de partida abierta a los viaje por el mar, tanto los de la Bahía como los ultramarinos. La presencia inmediata de los muelles del puerto, las relaciones con los mismos y con la arquitectura cambiante de los buques, enriquecerían la estructura urbana de la plaza.

Es problemático el destino final de la antigua Estación. Se pudo utilizar como estación de autobuses si se hubiera derribado la Aduana, con una ubicación mucho mejor que la construida. Su utilización como gran centro gastronómico no está clara, pues aparte de su éxito o fracaso comercial, el edificio es muy difícil de adaptar a tal uso, por la necesidad de implantar gran número de conductos de extracción de humos, que ocuparían el espacio interior. (Véase el mercado de El Barranco de Sevilla).

La privatización del espacio público y su deterioro:

A la invasión de la ciudad por el automóvil se añade la privatización de los espacios públicos, tanto edificios como calles y plazas, deteriorando así gravemente la principal función de la ciudad: el disfrute de los niños y mayores y la convivencia entre las personas.

Se ha producido la privatización del Patrimonio Público de edificios y suelo, cuyo caso más escandaloso es la venta del antiguo Hospicio por la Diputación, junto con una calle del barrio de la Viña que ocupaba provisionalmente la pista deportiva del centro docente y que no va a recuperar el barrio. Ahora se trata de vender la Residencia del Tiempo Libre, que también es un edificio de carácter público, para originar fuertes expectativas sustituyéndolo por un edificio de mayor volumen, cuando el actual puede rehabilitarse.

Hoy se reclama por la Universidad, en una juiciosa vuelta atrás de los criterios de los responsables universitarios que consideraron en su día imprescindible el modelo de "campus abierto" en el Río San Pedro para todas las facultades. Para ello se cuenta indudablemente con una serie de edificios vacíos de gran interés patrimonial: antiguo Hospicio, Escuela de Náutica, Olivillo, etc.

La privatización del Patrimonio Público tiene otra vertiente: la abusiva privatización del espacio público que se ha llevado a cabo por el Ayuntamiento durante muchos años. Hasta los espacios de juegos infantiles están invadidos por la actividad hostelera, supuesta generadora de vida urbana, empleo precario y negocio privado seguro. La invasión de terrazas de bares, transformadas a veces en construcciones cerradas definitivas ocupando la vía pública en sitios como el Paseo Marítimo, chirimbolos situados en las aceras, urinarios, carteleras publicitarias, torretas de alumbrado festivo, mal estado de los pavimentos, suciedad, sistema de recogida de basuras anticuado y pestilente, dificultan y llegan a impedir la adecuada utilización del espacio público por la gente.

Las zonas verdes de Cádiz son insuficientes, siendo posible arbolar muchos espacios vacíos para la mejora ambiental de la Ciudad. Se precisa un potente Plan de Reforestación de la ciudad, así como crear o mejorar los espacios de juego de los niños, barrio a barrio. El parque Genovés y su arbolado deben ampliarse sobre Santa Bárbara. La escasa zona verde del paseo del muelle debiera ampliarse a un gran parque que haga transición entre el Puerto y la Ciudad. El mayor parque de Puerta de Tierra no está acondicionado para los niños, sino para los canes, mientras que aquellos se aprietan en los escasos juegos infantiles cercanos. Recientemente se ha realizado una intervención acertadísima, el parque de juegos infantiles en el antiguo cine Terraza. Ojalá prospere esta idea.

Está bien la implantación de carriles-bici, pero dentro de un Plan de Ordenación y Compatibilidad de los usos del espacio público, con la debida atención al tránsito de las personas, espacios de descanso, espacios de juego, arbolado y mobiliario urbano.

La ocupación del espacio público por edificios tiene una larga y antigua historia. Después de las aperturas de nuevas plazas que se hacen en el XIX en las huertas de los conventos (Mina, Candelaria, Merced, Mercado central, plaza de La libertad y Parque de Salud), se produce en el siglo XX la ocupación de muchos de estos espacios por edificios: Casa de Correos, Teatro Andalucía, viviendas. No debe cometerse ahora el error de ocupar una plaza por el museo del Carnaval, en un barrio tan necesitado de espacios libres.

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