Antonio está "aburrido de vivir"
El mendigo que duerme bajo la marquesina del Novelty, se niega a recibir ayuda de los servicios sociales y pasa sus días entre mantas, mientras vecinos y comerciantes se quejan del olor que desprende
Dicen que cobra una paga de 1.200 euros al mes fruto de su pasado militar. Que fue legionario y tiene familia de buena cuna en Sanlúcar. Incluso presume, según Ignacio Rodríguez, cercano vendedor de cupones, de tener fincas en Bajo Guía. "Me he quedado flipado muchas veces que pasa por aquí gente de Bahía Blanca, bien vestida, y le saluda, y le preguntan cómo está", explica Ignacio. Se llama Antonio y (mal) vive desde hace más de dos años en la plaza de San Juan de Dios. A la intemperie. Aprovechando que el Novelty lleva cerrado más tiempo se refugia bajo su marquesina. El olor que desprende es insoportable. A dos metros, en la tienda de souvenirs Marpe, el hedor acompaña a los turistas que entran a comprar. "He ido al Ayuntamiento y a la Policía y me dicen que no pueden hacer nada, que tiene derecho a estar en la calle, pero estoy desesperada. Cada cinco minutos tengo que echar ambientador en la tienda. Me espanta la clientela. Le recriminé un día que dejara de hacer sus necesidades ante la tienda y al día siguiente apareció el escaparate llenó de caca", lamenta Tania, dependienta del establecimiento. Antonio se hace encima sus necesidades. El olor se extiende calle Nueva abajo mientras dormita bajo una manta. A sus pies, ironías de la vida, hay una bolsa de compras de la firma Ralph Lauren.
Ignacio, el vendedor de la ONCE, conoce el paño. Lleva casi tres años en la esquina de Nueva y San Juan de Dios observando la conducta de Antonio. "Está peleado con la sociedad", señala. Ignacio asegura que sólo le dejan sacar dinero en una sucursal de Unicaja en la avenida, que en la legión le llamaban 'El hostia' y que se lee el Diario de Cádiz "de cabo a rabo, hasta las cartas al director". Lo ha visto insultar a los peatones. "Cuando se cae, viene la ambulancia, pero más de una vez los camilleros han acabado vomitando", relata quien convive a diario con el hedor.
Adolfo Gómez habla a menudo con Antonio y certifica que es "un caso perdido porque no quiere ayuda. Charlo con él, pero a la cuarta pregunta ya me está echando". En sus cortas conversaciones, el ex legionario ha confesado a Adolfo que está "aburrido de vivir". Gómez se acerca de vez en cuando a Los Pabellones y le trae coñac en un tarro. En otra ocasión le regaló una manta, insuficiente para un invierno al aire libre. "Se mete debajo del techito del Novelty, pero en días de viento se moja", apunta Adolfo.
Lleva a cuestas la leyenda de las personas con cierta solvencia económica que acabaron en la indigencia. Todo un clásico en el género de los sin techo. Quién sabe. Todos son conjeturas para alguien que no quiere cambiar de modo de vida pese al ofrecimiento de, entre otros organismos, la Delegación Municipal de Bienestar Social. "Le hemos propuesto el traslado a una residencia a pesar de que no tiene la edad que se requiere. No quiere ayuda. Sólo la fiscalía podría decretar una inhabilitación para que pudiéramos ayudarle, pero no es tan fácil si no tiene perdidas sus facultades mentales", explica el concejal José Macías. El Ayuntamiento tiene conveniadas plazas con albergues de la ciudad, pero no puede obligar a nadie a utilizar estos servicios. Antonio, como muchos otros indigentes, no quiere someterse a los horarios de un centro de acogida ni a su disciplina. Ante la tozudez, poco puede hacerse. Lo más penoso es que el destino de Antonio puede ser el mismo que el del alemán André Suew, el indigente de 33 años que murió en un banco de la plaza de Asdrúbal. Él tampoco quiso ayuda.
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