Ajetreos del triunfo del compatrono de Cádiz
Historias de Cádiz
La estatua de San Francisco Javier fue colocada en el muelle en 1725 para protección de los galeones de las Indias l En 1943 fue situada en la Alameda Apodaca, mirando al mar
En la Alameda, en la confluencia de la calle Ahumada con la plazuela de Argüelles, se encuentra, desde 1943, la estatua del compatrono de Cádiz, San Francisco Javier. Un santo navarro que llevó su apostolado por las tierras más lejanas y una estatua que ha recorrido varios rincones de nuestra ciudad. .
San Francisco Javier, uno de los padres fundadores de la Compañía de Jesús y conocido como Apóstol de las Indias y Príncipe de la Mar, es compatrono de Cádiz desde el 25 de febrero de 1706. El historiador gaditano Augusto Conte señala que dicho nombramiento fue realizado a propuesta de Lucas Jiménez Castellanos, abogado de los Reales Consejos y alcalde mayor de la ciudad. La designación se efectuó precisamente para encomendarle la protección de la flota que iba a zarpar de Cádiz hacia las Indias bajo el mando del conde de Casa Alegre y de don Diego Fernández de Santillán.
Muchos años más tarde, en 1725 el Ayuntamiento de Cádiz acordó levantar una estatua a su compatrono en el muelle de Cádiz, del mismo estilo de las que allí existían de San Servando y San Germán. Una estatua que, según el acuerdo municipal, debía mirar al mar para mejor protección de los barcos que partían y regresaban de las Indias. Según el dominico Vicente Díaz, las autoridades de Cádiz pidieron presupuesto a destacados artistas genoveses para realizar la estatua, pero éstos exigían elevadas sumas por llevar a cabo la obra. Finalmente el Ayuntamiento se decidió por el escultor Francisco Gainzaraín y su fiador José de Victoria, que ofrecieron realizar el monumento por una cantidad mucho menos elevada. La escultura fue colocada en el muelle en 1735.
En 1780 llegaría su primer traslado, quedando colocada entre los dos cañones de la Puerta del Mar y mirando, por supuesto, a la mar. Dicho cambio fue debido a una modificación de la muralla que separaba el muelle de la plaza de San Juan de Dios.
Allí permaneció casi cien años ya que en 1873, durante la Primera República y con Fermín Salvochea en el poder municipal, las estatuas de San Servando, San Germán y San Francisco Javier, las tres situadas en el muelle, fueron derribadas sin contemplaciones. El comandante de Marina, Florencio Montojo, protestó alegando que el Ayuntamiento carecía de jurisdicción en el muelle y que las elevadas columnas servían de orientación a los marinos. De nada sirvieron estas protestas.
.Allí permanecieron derribadas largo tiempo hasta que el nuevo Ayuntamiento decidió llevarse las esculturas a los almacenes municipales. Gracias al canónigo Benito Gil y a la piedad de muchos gaditanos, las estatuas de San Servando y San Germán fueron levantadas de nuevo en el mismo muelle.
San Francisco Javier tuvo peor suerte. Ya había pasado la época de los galeones de Indias y nadie en Cádiz se acordaba de su compatrono. Hasta su artística columna permaneció largos años derribada junto a la puerta de los Depósitos Municipales existentes en el barrio del Balón.
En los años veinte del pasado siglo, la estatua de San Francisco Javier fue llevada al Seminario y colocada en uno de sus patios.
Nadie en Cádiz recordaba a su compatrono hasta que en 1932 el sacerdote benedictino Rafael Alcocer y el empresario teatral Manuel Herrera Oria propusieron a un joven poeta gaditano, casi desconocido en el resto de España, José María Pemán, que escribiera una drama histórico y de carácter religioso. Nació entonces “El divino impaciente”, basado en la vida de San Francisco Javier y con una evidente defensa de los sentimientos católicos de la población española. El éxito de la obra, estrenada en el Teatro Beatriz de Madrid, fue colosal. Pemán quedó convertido en un autor de éxito y muchísimos gaditanos aprendieron a recitar de memoria los pasajes más señalados de la obra de su paisano.
En 1938 el miembro de la Comisión Gestora del Ayuntamiento de Cádiz, Augusto Conte, historiador y pariente político de Pemán, pidió al pleno municipal que fuera restablecido el compatronazgo de San Francisco Javier, apóstol de las Indias y Príncipe de la mar. La propuesta fue aprobada por unanimidad en la sesión celebrada del 14 de julio de 1939.
Al mismo tiempo el Ayuntamiento solicitó del Obispado de Cádiz que la estatua de San Francisco Javier saliera del seminario para ser colocada en el Campo de Sur junto a la parroquia de Santa Cruz. La intención municipal era la de construir unos pequeños jardines rodeados por unas cadenas y colocar allí la estatua mirando al mar.
Pero la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la provincia de Cádiz no estuvo conforme con esa ubicación por entender que no era adecuado colocar la estatua junto a la Catedral Vieja.
Finalmente y tras diversas propuestas y modificaciones quedó aprobado colocar el monumento en la Alameda Apodaca, en el lugar donde hoy se encuentra, con el santo mirando al mar.
En la base de la columna hay una antigua inscripción que textualmente dice “Se erigió por voto de la ciudad esta columna y estatua a San Francisco Javier, Apóstol de las Indias, como a uno de sus patronos. Año de 1735. I.H.S.”
El estado actual de la estatua del compatrono de Cádiz San Francisco Javier es verdaderamente deplorable, causando una penosa impresión. Carece de manos y está completamente deteriorada. Por razones históricas y de respeto a los que nos precedieron serían conveniente que el Ayuntamiento procediera a una reparación que suponemos no debe ser muy costosa.
También te puede interesar
Contenido ofrecido por Turismo de Ceuta
Contenido ofrecido por CEU en Andalucía