50 aniversario

El hombre que primero abrió el Puente Carranza sueña con escudriñar sus entrañas

  • Aquel día de 1969, tuvo el privilegio de pulsar el botón que izó el tramo móvil del Puente Carranza

  • Durante los veinte años siguientes veló por su correcto funcionamiento

José Guzmán, ex operador y encargado de mantenimiento del Puente Carranza, posa entre éste y el de la Constitución de 1812.

José Guzmán, ex operador y encargado de mantenimiento del Puente Carranza, posa entre éste y el de la Constitución de 1812. / Jesús Marín

Cerca de cumplir los 75 años, José Guzmán, maestro industrial eléctrico, “gaditano de Jerez”, tuvo el privilegio de ser el primero en abrir el tramo móvil del Puente Carranza, que dibujó un nuevo horizonte de modernidad para la vieja ciudad amurallada. Entre 1969 y 1989 veló por su correcto funcionamiento. Luego se dedicó a la enseñanza.

–¿Cómo era aquel Cádiz sin puentes?

–El puente representó una vía de expansión para la ciudad. Conllevaba otros proyectos, como un puerto de la Bahía en Matagorda que tuviera conexión con el puente y la autopista que construyó al año siguiente la misma empresa. Pretendía una dinamización del trabajo y de la industria. Pero sobre todo, dar una salida a la ciudad, que estaba congestionada y aislada. De hecho, al poco tiempo de abrirse el puente se vio que aquella conexión y la de San Fernando tampoco eran suficientes. Enseguida se vio cómo crecía el tráfico de camiones. Podían pasar 10.000 vehículos diarios. El que hizo un millón fue precisamente un camión, más o menos al año de abrirse al tráfico. Las previsiones de paso se superaron pronto ampliamente. Por eso era necesario otro puente.

–¿Qué representó para usted el Carranza?

–Hablamos de 1969. En Cádiz funcionaban los Astilleros a tope y no faltaba mucho trabajo como ahora, pero los salarios eran bajos. Sólo tenía 25 años. Había trabajado en Cádiz y en Matagorda. Para mí fue el trabajo más digno que tuve y una ilusión grande, porque también fue grande para Cádiz. La empresa nos trataba bien. Mi primer sueldo fueron 11.100 pesetas. Ycobrabamos cuatro pagas extraordinarias, algo muy raro en aquella época. En Astilleros entré cobrando 30 diarias, que eran unas 900 al mes, y salí con un salario de 3.000, que va una diferencia con las 11.100 del puente. En la plantilla éramos ocho operadores de mantenimiento eléctrico y seis mecánicos, más ocho peones, unas veinte personas en total. Trabajábamos para Bética de Autopistas, que luego se llamó Aumar.

–¿Cómo fue la primera apertura?

–Fui yo quien abrí el tramo móvil para que pasaran unas corbetas militares, mientras lo sobrevolaban varios helicópteros... No era la primera vez que lo abría: estuvimos unas semanas haciendo pruebas. Entramos a trabajar tres o cuatro meses antes. Estaba previsto el cobro de un peaje y había que montar una serie de controles.

–¿Y la jornada de inauguración?

–Fue un día extraordinario y emocionante. Aquello supuso la unión de dos ciudades. Gaditanos y puertorrealeños caminaron hasta el centro del puente y se fundieron en abrazos. Además de las autoridades locales vino Federico Silva, ministro de Obras Públicas, y Samaranch, que creo que era delegado nacional de Educación Física y Deportes... En otra ocasión que vino Franco a Cádiz se acercó hasta el tramo móvil... Yo me quedé sorprendido... Era así [señala apenas metro y medio desde el suelo] muy chiquitito... Le abrimos el tramo móvil, se bajó del coche, salí de la torre, lo saludé y me puse justo al lado de él. Y allí estuvimos un rato en silencio, mirando para arriba aquella hoja levantada... Luego se montó en el coche y se fue...

–¿Era muy avanzado el puente para la época?

–Era el segundo puente levadizo más importante del mundo, con una luz de 90 metros. Una obra tecnológica de vanguardia. Fue diseño de Intcesa, dependiente de Dragados, que subcontrató el mecanismo a una empresa alemana. Pero en realidad funciona de manera muy simple: Cada hoja del tramo móvil es una balanza que está apoyada en cada una de las pilas principales. El eje que las sustenta tiene un cilindro hidráulico de aceite que lo accionan dos bombas eléctricas de 125 CV cada una, que hacen que la balanza se mueva hacia arriba o hacia abajo. Con muy poco esfuerzo, porque la hoja está contrapesada en la parte oculta de la pila. Es tan sensible que una persona subiendo por una de las hojas la puede bajar con su peso. Los primeros meses hubo problemillas. El eje sobre el que basculaba la hoja, debido al peso, no llegaba a engrasar bien y se producían muchos chirridos. Lo solucionamos usando una grasa especial. Al principio se dieron algunas averías. Las más importantes, a eso de los cinco años, a partir de que se repintase chorreando arena.

–Se barajó que fuese gratuito, pero hubo serios problemas...

–Para cubrir lo que costó (creo que fueron unos 700 millones de pesetas), el Ayuntamiento tuvo que pedir préstamos, que hubo que amortizar de alguna manera con el peaje. Era necesario. La apertura del puente supuso más salidas de Cádiz porque el peaje tuvo un módico precio, de unas 30 pesetas para los turismos. Creo que aquello estaba al alcance de todo el mundo. Con 30 pesetas tomabas una caña con una tapa. La gente ya iba mucho a Las Canteras por San Fernando, pero cuando se abrió el puente era todos los domingos para Las Canteras...

–A los pocos años se subieron las tarifas y hubo protestas...

–La oposición al peaje casi siempre la he visto como algo político más que ciudadano. Al ciudadano no le ha importado nunca pagar el peaje. Hubo protestas, pero no fueron importantes. Las mayores que recuerdo fueron después del cambio del Gobierno de la UCD al PSOE, que vinieron los políticos, pero no recuerdo ninguna manifestación ciudadana...

–Sí que recordará los cortes de Astilleros...

–Claro, sobre todo cuando quemaron la torre de control. Tuvimos que cerrar para los barcos unos pocos de días... Quemaron un armario entero de conexiones... También recuerdo que cortaron más de una vez el cable de Telefónica...

–Y cuando aquello se llenaba de pescadores...

–Eso era ilegal, pero así es la política. En los primeros años no pasaba nadie. Había una pareja permanente de la Guardia Civil vigilando para evitar ataques terroristas, pero luego vino le de dejar pescar... Eso era un peligro para el tráfico rodado... Los anzuelos para atrás, el coche que pasaba, aquello era horroroso, ¡teníamos una batalla...! Nunca lo permitimos en el tramo móvil.

–Cuando se anunció el rescate en 1981, ¿temieron por sus puestos de trabajo?

–En aquella época estaba de enlace sindical. Creo que supimos afrontarlo y nos quedamos todos trabajando. Porque el problema afectaba solo a quienes cobraban el peaje. Y no salió nadie. Lo negociamos entonces con la UCD, que todavía estaba en el Gobierno.

–¿Qué siente ahora cuando pasa por allí?

–¡Yo suelo salir de Cádiz por el nuevo! Me pilla más cerca de casa. Pero a veces, por sentimentalismo, cojo por el puente viejo. Y echo de menos una visita a las maquinarias entre las que estuve trabajando tanto tiempo. Me hace mucha ilusión porque se han hecho unos algunos cambios acordes con mis ideas, con cosas que propuse en su momento. Por ejemplo, el mecanismo que había electromecánico, de contactores. Siempre quise sustituirlo por autómatas programables, que son más eficaces, Creo que se ha hecho algo de eso. También tenía idea de cambiar los variadores de caudal de las bombas y parece ser que también se ha hecho. Esas cosas gusta verlas...

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