La Voz Invitada

Anice: Bienestar animal, malestar social

Carnicero con una pieza de carne.

Carnicero con una pieza de carne.

En política, para testar la opinión pública y medir la reacción de la opinión pública, en ocasiones se recurre a la vieja estratagema de las filtraciones. De manera interesada y muy pocas veces fortuita, se circulan documentos de considerable impacto, para, en función de la reacción de los interesados o afectados, medir el empuje legislativo en la materia de turno o, muy raras veces, si la cosa se pone fea, retirarlo definitivamente.

Y qué tiene que ver esto con el sector agroalimentario, pues bastante. Circula un documento de trabajo de la Comisión Europea con “recomendaciones” dirigidas a mejorar el bienestar animal en los cerdos, que oficialmente no es la posición de la CE, pero, tirando de refranero, “si el río suena, agua lleva”. Sin entrar en demasiadas disertaciones técnicas, de este documento se desprende que un ganadero de cerdo blanco, en el futuro, debería acondicionar su granja para que las cerdas vivan más sueltas (mayor superficie por animal), que tengan acceso al exterior (con alguna excepción y con el riesgo de contacto con animales silvestres portadores de enfermedades); que se prohibirán los suelos totalmente en parrilla (hasta ahora utilizados para la recogida de los purines) y se baraja un incremento de la superficie disponible también para todos los demás cerdos, entre otros “consejos”.

Además, durante el transporte de los animales al establecimiento de sacrificio, se limitaría a un máximo de 9 horas el viaje en camión, se incrementaría la superficie por animal transportado, y se limitaría el tiempo de transporte a 8 horas, si la temperatura durante el viaje es de 25 a 30º C, obligando a realizar el transporte por la noche, si se superasen los 30º. Nada que no haya experimentado, sin quejas, cualquier español nacido en los setenta, cuando se iba a la playa en coche con sus padres en las vacaciones de verano, por carreteras nacionales.

La industria tampoco se libra de nuevas exigencias, porque se baraja la prohibición de la utilización del CO2 para aturdir a los cerdos antes del sacrificio, una práctica que se realiza para asegurar el bienestar de los animales desde hace décadas, desconociéndose hasta la fecha, la base científica para una supuesta prohibición, ni un método alternativo al actual, que no lo hay. También se plantea la instalación de sistemas de videovigilancia en los establecimientos de sacrificio para garantizar el buen trato a los animales, ya aplicada voluntariamente y por iniciativa del sector cárnico que será obligatoria a partir de agosto 2023. Además de todo esto, se le añade la aplicación de un etiquetado de bienestar animal denominado multinivel, que las organizaciones interprofesionales en España (integradas por ganaderos e industriales), ya han desarrollado.

Estos anuncios, de tomar forma en el futuro, provocarán sí o sí, una disminución de la producción ganadera, un aumento de costes y por ende un incremento de los precios de los productos que pagarán los consumidores, ensanchando de esta forma la lista de motivos que demuestran que la inflación que estamos padeciendo es y sería una nueva inflación de costes y no de márgenes, por mucho que le pese a algunos. Y esto hay que decirlo muchas veces para que el consumidor sepa todo lo que conlleva ese camino.En este constante y creciente proceso de “humanización” de ciertos animales que desde la edad del bronce se han empleado para alimentar a la población, no encontramos ni siquiera supuestos beneficios medioambientales, porque, con los datos en la mano, producir o transportar menos animales por m2, aumentaría considerablemente la cantidad de CO2 emitido a la atmósfera por kg. de carne producida, otro perjuicio más a los antes comentados.

Pero lo más grave, es que nos llevará a cuestionar la ingente cantidad de recursos que destinan hoy las administraciones públicas para favorecer el relevo generacional, para promover la incorporación de jóvenes ganaderos y para seguir apostando por un sector, como el ganadero-cárnico que genera más de 500.000 empleos directos en España.

Ante estas exigencias anunciadas de manera torticera por la puerta de atrás, poco sirven las estrategias y los presupuestos públicos destinados a la lucha contra la despoblación y a las políticas de fijación de empleo o autoempleo rural, porque todas las nuevas medidas restrictivas reducen las expectativas y las posibilidades de que seres humanos que críen ganado o monten una industria, tengan aliciente y motivación suficiente para quedarse y fijar la tan ansiada población al medio rural.

En definitiva, no sé si esto es lo que buscamos pero los nuevos requisitos que se plantearían en el documento mencionado al principio para producir alimentos, muy cargados de ideología y que resultan absolutamente contraproducentes para diseñar una nueva redistribución de la población, muy concentrada ya en las ciudades, que cada vez son más grandes y contaminantes, terminarán generando una presencia casi testimonial de seres humanos en las zonas rurales.

Ataques

En un plano de análisis cenital, el sector ganadero-cárnico, ya sufre los ataques por el lado del consumo, con irresponsables alegatos urdidos por un sectarismo ideológico que culpa a la producción de carne, del cambio climático y otros apocalipsis similares. Y también por el lado de la producción, donde, según algunos, en España no hay granjas, sino macro granjas. Todas, sin más. A ellos hay que dirigirse para decirles que donde en España una granja de cerdos tiene una media de 450 animales, en Alemania, esa misma granja tiene 1.900 y en Dinamarca, que tiene un territorio doce veces inferior al de España, la albergan 3.500 ejemplares. ¡Qué cosas!

Las nuevas restricciones derivadas del bienestar animal que se vaticinan van en contra directamente del “ecosistema humano” y crearán un gran malestar social. Amenazan a las familias ganaderas que no podrán vivir en los pueblos, expulsarán a los jóvenes que no podrán forjar su futuro pensado en ser ganadero o pequeño empresario cárnico. Y pondrán en peligro la soberanía alimentaria europea y española, que a medio plazo tendrá que importar seguramente carne de los países vecinos, bien porque no habrá suficiente o porque será más barata importarla que producirla aquí. Algo parecido a lo que nos ha pasado con la energía nuclear, ahora “redenominada” como verde. No producimos nuclear porque es peligrosa y contaminante, pero importamos ingente cantidad de energía producida por las nucleares francesas. Paradojas de la vida.

“Buenismo” irresponsable e interesado

Con este horizonte, ahora más que nunca es necesaria altura de miras y cordura política al más alto nivel, en España y, sobre todo en Europa, para revertir decisiones movidas por un “buenismo” absolutamente irresponsable e interesado. Necesitamos contar con gobernantes preparados, con candidatos solventes que sepan manejar un barco llamado Europa, repleto hoy de neoecologistas hiperactivos y con demasiados elefantes políticos desterrados de la corte y en el ocaso de su carrera.

Necesitamos aliados capaces de defender la reputación de un sector, como el cárnico español, que cada año exporta a más de cien países y con facturación exterior que casi triplica al aceite de oliva y casi cuatriplica al vino. Que, además, es un sector pionero en bienestar animal, con una legislación muy garantista para que todo se haga con el máximo empeño y seguir haciéndolo bien.

Pero es necesario que vayamos despertando las conciencias ajenas y el sentimiento de pertenencia y de permanencia que tiene este sector a su territorio. Esas mismas conciencias, hoy demasiado adormiladas por la “infoxicación”, titulares incorrectos y las fake news que circulan por las redes sociales.

De momento, aquí seguimos con el viejo truco de dividir a la sociedad en buenos y malos y se nos olvida lo más importante: que la carne, por encima de todo, es necesaria para alimentarse y para vivir.

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