Nunca he escrito bien de Pedro Sánchez, pero para todo tiene que haber una primera vez. Y se lo ha ganado.

Observen cómo ha manejado la garrafal metedura de pata del ministro de Justicia Rafael Catalá al atacar al juez del voto particular. Observen y admiren. El PSOE está, en todo lo que sea mantener el statu con el PP, naturalmente. También en esto. La portavoz Margarita Robles, que fue magistrada, defendió a Catalá: es lo que les sale. También habían defendido a Montoro cuando había defendido (Montoro) a la Generalidad en rebeldía asegurando que no había malversado un euro.

Pero esta vez, lo de Catalá ha ido demasiado lejos en sus insinuaciones, insultos e injerencias en la independencia del poder judicial. Ha soliviantado a jueces, a fiscales, a la opinión pública y a la opinión publicada. Demasiado. Ante Pedro Sánchez se abrían dos senderos: o seguir amparando al ministro bajo la sombra de Robles o negarles y sumarse a la indignación general. Ha cogido por el camino de en medio.

Ha dicho, simplemente, que Catalá está empanado. Le ha pedido que "no sea torpe […] Si no, lo mejor es estar callado y si no lo mejor es asumir la responsabilidad que tiene un miembro del Gobierno y respetar la división de poderes". Ha estado listo Pedro Sánchez: ni deja en evidencia a su portavoz ni se pone él en evidencia ante jueces, fiscales y sociedad civil.

Hacerse el tonto es un mecanismo al que soy -como salta a la vista- muy aficionado. Me encanta el código de conducta que reza: "Ojo de halcón, paso de buey, diente de lobo… y hacerse el bobo". Con ojo de halcón, paso de buey y diente de lobo, Sánchez aplica lo del bobo al ministro y aplaca a todos. El resultado será balsámico. Si lo hubiese defendido, nosotros habríamos tenido que echar más gasolina al incendio (nos habríamos sentido obligados a explicar de nuevo y más atónitos todavía por qué un político no puede entrar así a desprestigiar a un juez) y Sánchez se hubiese quemado. Si Sánchez hubiese echado también su gasolina, habría terminado quemándose, porque lo que más le interesa al PSOE es que los focos del debate se alejen lo más posible de los políticos que descafeinaron el delito de violación y se oponen a la prisión permanente revisable.

Yo no sé si Rafael Catalá, al que le gusta tanto la ley de la memoria histórica de Zapatero, entenderá el brillante favor que le ha hecho Sánchez llamándole "torpe". Puede que no.

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