Por ser tan listillos, sabemos hasta lo que se piensa de nosotros. Pretenciosos, fatuos, soberbios, maestros de liendre. Resbaladizos y huecos, persistentes tentetiesos cubiertos de barro. Lo sabemos todo, no sabemos nada. Sabemos, en general, lo suficiente para sonreírnos y guardar lo que no escribimos, lo que no decimos, porque hay informaciones que son como los buenos vinos. Somos lo mejor o lo peor. Somos una buena opción, en cualquier caso, si tienes un problema o una historia y quieres contarla. O mejor, que la cuenten por ti, en una voz que no sabes que tienes. "Qué difícil es escribir -decía el otro día un buen amigo, también periodista-. Casi todas las palabras se nos quedan pequeñas y, a la vez, casi todas las palabras nos quedan grandes". Estas páginas cumplen hoy 150 años, una casualidad como cualquier otra. Espero que el oficio nos sobreviva a todos y, dentro de tantos, alguien siga disfrutándolo ahí fuera.

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