El Tiempo Un inesperado cambio: del calor a temperaturas bajas y lluvias en pocos días

de poco un todo

Enrique García-Máiquez /

¿Quién soy?

DEBERÍA ser justo al revés, pero tendemos desaforadamente al amor propio y al humor al prójimo. Por eso los chistes se ríen mucho de los demás (políticos, suegras, vecinos, leperos, etc.), pero poco de uno mismo, aunque sean éstos los que de verdad tienen gracia, en el sentido de gracia redentora. Una excepción ha sido una viñeta de El Roto en la que sale un muchacho ante una pantalla de ordenador diciéndose: "Me estoy buscando en Internet para saber quién soy". Fue verlo y exclamar: "Ups". Yo me busco en Wikipedia en cuanto me encuentro perdido, ay. Me puse colorado.

Como excusa, la pregunta sobre nuestra identidad nos la hacemos todos. Y más cuando caemos en que no somos nada, porque es verdad: nada no somos: somos algo o, mejor dicho, alguien, sí, pero quién, ¿quién? Intenten contestarse, y verán qué enigma. El nombre propio ayuda, pero no tanto como parece. Contra el griego, que mantuvo que el nombre es el arquetipo, observó Shakespeare: "La rosa no dejaría de ser rosa, tampoco dejaría de esparcir su aroma, aunque se llamara de otra manera". Recogiendo esto y un eco del Apocalipsis, apunta Mario Quintana: "Todos nuestros documentos de identidad son falsos. Y la primera curiosidad de quien murió es saber cuál es exactamente su verdadero nombre". Para no tener que aguardar, algunos tratan de responder a la pregunta con su curriculum, con sus bienes o echando mano a las memorias. Los espejitos mágicos de la literatura infantil reflejan el mismo afán: se les pregunta si una es o no es la más bella del reino o se los atraviesa en busca de un reino mágico, pero son sólo imágenes, metáforas. La respuesta que se busca ante el espejo es saber con quién está uno viéndoselas. ¡Qué inquietante que el único rostro que no podemos observar directamente sea el nuestro!

Nos miramos entonces en los ojos de los demás. "Nada preciso tanto como saber qué piensa de mí", suspiraba el poeta Luis Rosales. Y hay quienes han imaginado que si conseguían que se pensara bien de ellos, mejorarían en sí mismos. Es la única justificación (en las intenciones) de la hipocresía. Incluso hay quienes tratan de descubrir su carácter escrutando horóscopos.

El problema sería irresoluble, zarandeándonos del escepticismo a los nacionalismos pasando por la obsesión por la imagen y otras ideologías identitarias, si no viniese Dios a echarnos un cable salvífico, como siempre. Uno es lo que es para Dios. Sólo se conoce quien se siente mirado por Él, que es omnisciente, que llega más adentro que ningún psicólogo. Y somos un misterio sin fondo porque nos define el interés interminable y el amor infinito que nos dedica. Por eso tiene tanta gracia la respuesta de los personajes de Cosa de risa, la novela de William Saroyan, a una pregunta sobre su hija: "Dios sabrá quién es, pero se llama Fanny". Así las cosas, buscarse en Wikipedia queda, lo reconozco, bastante ridículo.

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