Cultura

Un tesoro de Gades en la Roma Imperial

  • Los vasos de Vicarello recogen las primeras rutas de la España romana Las curativas aguas del Bracciano los acogieron 18 siglos y ahora lucen en las vitrinas del Museo Nazionale Romano

Corría el año 1852, cuando en una localidad al norte de Roma, Bagni di Vicarello, se producía un descubrimiento hasta ahora único, puesto que no ha habido otro hallazgo similar en estos más de 160 años transcurridos. Un hallazgo que nos remite a la historia de un intrépido gaditano que recorrió los 2.780 kilómetros que separan Cádiz de Roma a pie portando consigo unos valiosos vasos de plata. Son muchas las hipótesis que envuelven el origen y significado de estos vasos. Una cosa sí es segura, que este aventurero es uno de los anónimos embajadores gaditanos del esplendor de una urbe cuyo recuerdo de gloria queda plasmado en dichas ofrendas.

Los vasos se encontraron, junto a un tesoro, en los bajos de un antiguo templo de aguas termales dedicado a Apolo, dios de la curación y los viajeros. La importancia de los vasos se debe a que constituyen una fuente geográfica e histórica excepcional, de hecho, en ellos encontramos la primera pista del sistema vial romano. En 1862, tan sólo diez años después de su descubrimiento, los itinerarios de la ruta Gades-Roma (inscritas en los vasos) fueron utilizados por Eduardo Saavedra para elaborar el primer mapa de vías de la Hispania romana e incluso la Real Academia de la Historia realizó unas réplicas de los mismos.

El tesoro es considerado, hasta el momento, el más grande jamás hallado en territorio romano. Las aguas del lago Bracciano, que sirvieron de refugio del tesoro durante 18 siglos, se consideraban curativas, de hecho, fue un importante destino de peregrinos que buscaban la gracia de Apolo. Aguas que, utilizadas por el hombre desde el Neolítico, salían de las cavidades de las montañas a unos 45-50 Cº, y cuya composición se basaba en importantes cantidades de bicarbonato, con propiedades que la hacen ideal para la cura de reumatismos y artrosis. Estas termas constituyen un símbolo tangible de la actividad del volcán Sabatino, desaparecido hace 40.000 años. Estas aguas eran las que discurrían por el acueducto de Trajano, que llevaba el agua potable hasta el centro de Roma. Actualmente, son aguas limpísimas, sobre todo, desde los años 80, cuando se prohibió el uso de embarcaciones a motor y pesticidas, y donde se instaló una depuradora. Es conocido como el "lago para beber". En época romana, estas termas conocieron un notable desarrollo gracias a la construcción de balnearios, calles y edificios.

Con respecto a los vasos, aún persisten dudas capitales acerca de su origen y significado. Las hipótesis tradicionales sostienen que se tratan de ofrendas votivas. Otros señalan que, seguramente, formaban parte de un tesoro romano de origen desconocido que fue protegido de los saqueos de la antigüedad. Su origen se podría retrasar a finales del s. III o principios del IV, y no del siglo I como inicialmente se había pensado. Mientras el hallazgo de los tres primeros vasos se conoce desde el principio, el cuarto no salió a la luz hasta 1863, once años más tarde que sus hermanos mayores.

En cuanto al porqué de los vasos se plantean ciertas dudas. Algunos científicos creen que podría tratarse de un encargo de ofrenda a Apolo, pero también se plantea que su misión era simplemente la de servir como recipiente para beber, y de ahí su forma cilíndrica, y como guía para consultar las distintas etapas del camino, convirtiéndose en ofrenda sólo por necesidad del viajero de usar las Aquae Apollinares. Otra posible hipótesis barajada por los especialistas ha sido que los vasos fuesen regalos de viajeros españoles a un noble senador romano, Lucio Lunio Cesennio Peto (pariente del emperador Domiziano, el cual tenía una villa en los alrededores de Vicarello), y que posteriormente éste haya utilizado los cuatro vasos para regalárselos a los dioses que protegían el lugar.

Lo que sí se sabe es que los vasos pertenecieron a un oferente anónimo, posiblemente acomodado, dado su rico material de construcción, oriundo de Gades o residente en la ciudad, que encargó en plata estos cuatro vasos en alguna manufactura local. Son réplicas en miniatura de un miliario, las grandes columnas de piedra con información viaria que jalonaban las vías romanas. Posiblemente, el modelo que sirvió de inspiración fuera el miliario áureo que el propio Augusto erigió en el Foro romano en el año 20 a.C. Los cuatro vasos, aunque difieren en algunos aspectos, tienen bastantes elementos comunes que hacen pensar en un mismo artífice o taller o, al menos, en una misma finalidad. Según indican los historiadores, era frecuente en la religiosidad prerromana y romana, e incluso en nuestros días, arrojar monedas y otros objetos a ríos, manantiales y fuentes como un ritual mágico que pretendía hacer cumplir un deseo o como simple agradecimiento a la benevolencia de los dioses. Este acto de ofrenda es lo que muchos piensan que son estos vasos, una forma piadosa de pedir o agradecer al dios Apolo una curación o un viaje tranquilo por parte de un rico peregrino que realizó el itinerario que se narra en los vasos.

La vía reflejada en los vasos de Vicarello, llamada Augusta, es una de las más importantes vías de comunicación de la Península Ibérica. Se trata de la vía más directa para comunicar por tierra Gades con Roma. Actualmente, la encontramos en literatura con los nombres de Hercúlea, Heráclea, de Aníbal o Augusta. Pocos caminos de la España antigua pueden rivalizar con éste en importancia. El profesor Juan Blánquez lo calificó como "una gran vía comercial-cultural que constituiría el más importante y antiguo eje de comunicación de la Península Ibérica". Su existencia se acredita gracias a estar detallada en los vasos de Vicarello.

No se puede sostener la existencia en Hispania de una sola Vía Augusta, dicha acepción no debe entenderse como nombre propio, sino como calificativo que engloba un grupo de vías. Además, en ninguno de los vasos aparecen trayectos con nombres propios. Así pues, la ruta hispana de los vasos de Vicarello sería utilizada en época romana por los ejércitos que cruzaban el valle del Guadalquivir por sitios muy favorables. Una ruta que sólo aquel gaditano del siglo III a.C conoce junto con los enigmáticos secretos del tesoro, ejemplo de la riqueza de Gades, ciudad más importante de occidente en la época.

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