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El Puerto

"Quiero que me ayuden a curarme"

  • Una mujer dañada en el parto de su hijo en 2007 pide atención médica para superar las secuelas que sufre

"Quiero que me ayuden a curarme". Estas palabras de Ana María Fernández Segura expresan su deseo de recuperar la salud y conseguir una ayuda médica que no ha tenido hasta la fecha. Su calvario arranca de septiembre de 2007, cuando tuvo su primer hijo en la clínica Asisa de Jerez. Hasta esa fecha su vida había sido normal, estaba casada con un marino y trabajaba como auxiliar de clínica. Esperaban su primer hijo, sin sospechar que lo que debía ser motivo de alegría se transformaría a la postre en fuente de dolor y en un peregrinaje de un centro sanitario a otro durante siete largos años, que han terminado por dejarla inmovilizada con un dolor pélvico muy fuerte y sin poder controlar su esfinter anal.

El parto en Jerez fue distóxico, es decir un parto difícil. Ella y su marido querían un parto lo más natural posible y pidieron que no se le inyectara la anestesia epidural, pero todo se complicó y después de 45 minutos empujando, el médico de guardia le introdujo los fórceps para extraer al pequeño. "Al principio, el ginecólogo se puso a empujarme el abdomen, pero al ver que el niño no salía me introdujeron los fórceps y me sacaron todo. Me sacaron el niño y el esfinter anal", recuerda con dolor Ana María.

Aunque el niño salió bien, ella quedó muy dañada por la lesión del parto. Volvió a la clínica a los 40 días "y le dije al médico que tenía unos dolores espantosos", aunque la actitud del facultativo no fue receptiva. Posteriormente, al cabo de un año y medio, la lesión interior se fue complicando, sufrió una operación de hemorroides y otras tres intervenciones quirúrgicas que lejos de aliviar el fortísimo dolor que padecía produjeron un agravamiento de su situación, en la que se le detectó también una fisura anal. "Después de cinco intervenciones, al cabo de los dos años, en 2009, ya dije que por favor no quería más operaciones", por lo que comenzó a ser atendida en la clínica del dolor de la misma compañía, donde le informaron que tenía un atrapamiento del nervio pudendo y le pusieron un tratamiento con morfina, que no consiguió frenar su sufrimiento. Después de cinco colonoscopias, sin obtener una mejoría y en vista de que no le daban una solución, en 2013 se trasladó a Valencia para visitar a un proctólogo, "por mi cuenta y pagándolo de mi bolsillo". Allí, por primera vez en ocho años me hicieron una ecografía anal, me infiltraron y me dijeron lo que tenía", detectando entre otras lesiones una cicatriz en la pared interior de la vagina. Dirigió entonces una carta al Ministerio de Defensa, que le remitió al hospital de la Moncloa, en Madrid, aunque su estancia allí resultó infructuosa.

También llegó un momento en su penoso peregrinaje en el que el Ministerio de Defensa dejó de hacerse cargo de sus traslados al hospital universitario de Burgos para recibir tratamiento: "En 2014, me dijeron que no me iban a costear más tratamientos en Burgos, ya que el ISFAS (Instituto Social de las Fuerzas Armadas) y la compañía decían que aquí había médico", lamenta Ana María Fernández, que confiesa su "desesperación e impotencia, ya que este problema ha destruido mi vida familiar, personal y social". Recientemente está acudiendo a la unidad de suelo pélvico del centro de rehabilitación Amostegui, en Eibar (Vizcaya), a la que también está asistiendo por sus propios medios, lo que le supone un coste económico que no puede soportar, aunque ha supuesto para ella alguna mejoría, de manera que durante un tiempo ha podido caminar y dormir mejor, ya que sus noches se caracterizan por la falta de descanso y el continuo dolor.

Ana María afirma que su caso se ha ido complicando porque no se le ha puesto tratamiento, hasta el punto de que ahora se le ha detectado un desprendimiento de la vejiga. Además, en estos años no ha podido disfrutar de su hijo, llevar su casa adelante ni volver a trabajar. "Yo sólo quiero que me atiendan - ruega la afectada-. Llevo cinco meses acostada en la cama, este dolor es inhumano y mi hijo lo está sufriendo también".

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