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Diario de una gran hazaña | Capítulo 9 (11 de enero de 1520)
Cádiz/Al fin en el Río de la Plata. Apenas dos semanas después de que el 27 de diciembre de 1519 la flota de las especias partiera de Río de Janeiro –un territorio de Brasil que los españoles han rebautizado con el nombre de Santa Lucía–, las cinco naos comandadas por Fernando de Magallanes han ingresado ya en esta extensa abertura marítima del continente americano.
Detrás quedan dos semanas de navegación en los que la expedición puso rumbo sur costeando todo el continente americano con la ayuda del viento del terral. Además de vivir una Nochevieja a bordo, esta travesía ha permitido descubrir la existencia de una nueva constelación como es la Cruz del Sur, un conjunto de estrellas que permite fijar la posición de las naves en el hemisferio austral o sur al igual que lo hace la Estrella Polar en el hemisferio boreal o norte.
Este avance dado por la expedición de las Molucas tiene su importancia ya que Magallanes está convencido de que el Río de la Plata o Mar Dulce, como también es conocido, une el Océano Atlántico con el Mar del Sur, que fuera descubierto en 1513 por Vasco Núñez de Balboa durante una exploración por el istmo de Panamá. Ningún europeo ha navegado aún por ese Mar del Sur, por lo que se desconoce su extensión y la distancia a la que está de la Especiería.
Si Magallanes está en lo cierto, esta expedición patrocinada por Carlos I y que partió de Sanlúcar el 20 de septiembre, desembocará en breve en ese Mar del Sur y podrá poner rumbo hacia las Molucas con la intención de cargar las cinco naos de especias y regresar luego a España.
De momento, lo que la flota ha descubierto es que este Río de la Plata tiene una abertura extensísima. No en vano, está considerado el río más ancho de todo el planeta conocido, ya que entre sus dos extremos, Punta del Este y Punta Rasa, hay una distancia que roza los 220 kilómetros.
Nada más entrar en el Río de la Plata, y después de corroborar que se trata de una enorme extensión de agua dulce, Magallanes ha ordenado que cuatro de las cinco embarcaciones permanezcan fondeadas en el estuario y que la quinta, la Santiago, que es la más pequeña y por tanto la más manejable, se interne por el recodo del río para corroborar que, efectivamente, comunica con el Mar del Sur.
Eso sí, el capitán general de la flota ha sido tajante al ordenar que no se arriara bote alguno y que nadie se dirigiera por tanto a tierra firme. Y es que todos en la expedición, desde mandos a marineros y grumetes, son conocedores de que hace apenas cuatro años, en concreto el 20 de enero de 1516, moría en este punto del continente americano el marino español Juan Díaz de Solís, el primer europeo en navegar por el Río de la Plata.
Solís, que dirigía una flota de tres pequeñas carabelas y que se atrevió a desembarcar a los pies de aquella selva, fue atacado junto a otros compañeros de la expedición por unos indígenas guaraníes que los descuartizaron, asaron y devoraron. Ese recuerdo hace que la orden de Magallanes de no pisar tierra haya sido bien recibida por toda la tripulación, que aguarda ahora las noticias que traiga la nao Santiago de su viaje de reconocimiento.
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