El río Iro fue, y es, el protagonista

60 años de la riada de Chiclana

La rápida intervención, antes de que llegase la noche, de todas las fuerzas de rescates y vecinos voluntarios, evitó que ocurriera una gran tragedia humana

La barrida de El Carmen bajo las aguas. Anfibios de la Marina y land-rover de la Guardia Civil, en primer término.
La barrida de El Carmen bajo las aguas. Anfibios de la Marina y land-rover de la Guardia Civil, en primer término. / Juman
José Luis Aragón Panés
- Cronista Oficial de la Ciudad de Chiclana

19 de octubre 2025 - 07:23

El río Iro siempre fue, para bien o para mal, protagonista del devenir de los habitantes de esta tierra trimilenaria. Desde la más remota Antigüedad –entonces le llamaban Besilo– el Iro ha sido la principal vía navegable civilizatoria de sociabilidad, enculturación y comercio entre los que arribaban por él y la población autóctona; desde los primeros mareantes púnicos-fenicios, hasta los acaudalados cargadores a Indias que traían de América mercancías y géneros de todas clases. Mientras por esta vía fluvial entraban en Chiclana, otros salían por él hacia la capital, y de allí a nuestra América hispana. De esta manera, con el río como eje vertebrador de la vida de la villa y sus habitantes, fueron transcurriendo los días, los años, los siglos (siete a.C. desde los fenicios y siete, d.C. hasta nuestros días). Sin embargo, no todo iban ser ganancias y rentas. Porque entre los días apacibles del tráfico y flujo mercantil, también llegaron las avenidas de agua con tierra y restos vegetales que se llevaban puentes, inundaban huertas, viñas, salinas, casas, comercios… Desde el siglo XVI se conocen sus desbordamientos. Y uno de ellos, uno de tantos, sucedió aquel 19 de octubre, tal día como hoy, de 1965. Un día especial de la infancia –sorpresivo– de pan duro con chocolate para algunos de nosotros; otros, ni eso. Para los adultos, fue otra cosa.

Ya había avisado en el siglo XX, dejando sobre la ciudad la huella indeleble de grandes riadas

En los días previos a la riada e inundación una borrasca situada en el suroeste del golfo de Cádiz, que había provocado fuertes precipitaciones, se desplazó el día 19 hacia al noreste entre Medina, Vejer y Campano. Aquel día llovió en el centro de Chiclana menos que otros anteriores, pero en la cuenca de los arroyos que alimenta el Iro fueron continuas y fuertes, alcanzando la cifra de 263 litros por metro cuadrado. Entretanto, Cádiz y San Fernando, gozaban de un día otoñal con sol. Al filo del mediodía el cauce del río comenzó a traer más agua de la habitual y, pasadas la dos de la tarde –coincidiendo con la pleamar– el río se desbordó sin prever nadie lo que minutos más tarde iba a suceder.

Al filo del mediodía el cauce del río comenzó a traer más agua de la habitual y, pasadas la dos de la tarde, se desbordó.
Al filo del mediodía el cauce del río comenzó a traer más agua de la habitual y, pasadas la dos de la tarde, se desbordó.

El río volvió a protagonizar de nuevo un negro episodio en nuestra historia. Ya había avisado durante el siglo XX, exigiendo su cuota de estrella, dejando sobre la ciudad la huella indeleble de grandes riadas e inundaciones de los años 1906, 1910, 1912, 1920, 1930 y 1962. Luego vendrían años de pausas y otras riadas menores, la de 1992 y las dos del año 1996.

En una Chiclana de algo más de 24 000 habitantes, tres mil familias se vieron afectadas por la inundación, y aunque ninguna persona falleció, quedaron desprotegidas perdiendo sus muebles, enseres… y sus recuerdos más íntimos. La riada se los llevó de sus casas sin que ellos pudiesen hacer nada. Comerciantes e industriales, ganaderos y labradores también sufrieron la riada. La catástrofe superó los 400 millones de pesetas de pérdidas.

En una Chiclana de algo más de 24 000 habitantes, tres mil familias se vieron afectadas

Las zonas más perjudicadas fueron las inmediatas a ambas orillas del río, las barriadas de El Carmen, la de El Pilar y Las Albinas junto con su polígono industrial y la fábrica de muñecas de Marín. En la banda izquierda del río –en El Lugar–se desplomó una parte importante del Teatro García Gutiérrez; el templete de la música y el Puente Chico, de igual modo resultaron con grandes destrozos, particularmente las dos escalinatas de acceso al puente. Tres iconos de la ciudad que con la reconstrucción desaparecerían del entorno urbano.

Estado en que quedó parte del viario de la calle Huerta Chica.
Estado en que quedó parte del viario de la calle Huerta Chica. / Juman

En el centro histórico todas las calles más bajas, anegadas; desde la del Ayuntamiento y Joaquín Santos hasta Ntra. Sra. de los Remedios, Retortillo, Mendaro, Caraza, la de la Plaza, de la Fuente, Padre Caro, Segismundo Moret, plaza de España (severamente)… y muy especialmente la calle Huerta Chica que fue la más perjudicada en su viario y el desplome de algunas casas colindantes, por la tremenda fuerza de la tromba de agua que procedía de las calles de la Plata, Arquillo del Reloj.

Comerciantes e industriales, ganaderos y labradores también sufrieron la riada

Fuera del casco urbano, se inundaron y sufrieron destrozos parte de las salinas, en particular la industrial de Bartivás. En Campano se destruyeron dos puentes, y otro de madera quedó suspendido entre unos árboles; un transformador eléctrico se desplomó y explosionó; en el edificio del colegio se anegaron la iglesia, el teatro, parte de las cocinas y el campo de prácticas. La población, los salesianos y los niños no sufrieron daño alguno. En total se cuantificó que unos sesenta kilómetros cuadrados del término municipal, de 203 que lo conforman, en algún momento estuvieron bajo las aguas.

En el futuro del Iro, parece que faltan expectativas históricas, porque experiencia hay

Ahora, sesenta años después, nos preguntamos cómo fue aquel sufrimiento y dolor de los que vivieron en primera persona los momentos más trascendentales e intensos de sus vidas, ante el peligro de ser arrastrados por las turbulentas aguas o el sosiego cuando después de largos minutos de espera fueron rescatados subiendo a las barcas, balsas neumáticas o helicópteros. La respuesta fue rápida y efectiva: la Marina desplegó un gran contingente de medios y hombres; la Guardia Civil, Policía Armada, Ejército de Tierra, bomberos de Cádiz, junto con la Policía Municipal y Cruz Roja Española unieron sus fuerzas en las tareas de rescate, así como vecinos y gente valiente y solidaria. Quizá la palabra más adecuada para aquel día y los siguientes.

En el futuro del Iro, “conservador en verano, progresista en invierno” como dijo de él la escritora Fernán Caballero, parece que faltan expectativas históricas, porque experiencia hay. Parece que solo se ha construido –y es importante– una memoria amplia y colectiva que va más allá de vivencias y recuerdos personales. Parece que se conoce su comportamiento desde lo más antiguo al pasado más reciente. Ahora debemos preguntar por nuestros deseos, inquietudes y esperanzas; porque solo así podremos construir –mejor que prever– el futuro. Esa es la cuestión: ganarle el futuro al río. Nunca darle la espalda.

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