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Sanidad

Ocho de cada diez jóvenes obesos en España padece hígado graso

Tres jóvenes pasean por una calle de la capital valenciana.

Tres jóvenes pasean por una calle de la capital valenciana. / Juan Carlos Cárdenas (Efe)

Ocho de cada diez jóvenes obesos en España padecen hígado graso, una enfermedad que se ha triplicado en la última década hasta alcanzar a 10 millones de habitantes de cualquier edad y que preocupa a la comunidad médica, especialmente el segmento de población más joven, que se encuentran en riesgo de desarrollar una cirrosis a edad temprana.

Esta semana se ha celebrado el día mundial de la obesidad, cuya incidencia en España, según diversos estudios, llega de media al 32,5% de la población (22,8% sobrepeso y 9,7% obesidad) y en segmentos más jóvenes, como el caso de 2 a 17 años, la tasa media alcanza al 18,2%, pero sube hasta el 25% según la comunidad autónoma en la que se resida.

Pero no son sólo las cifras sobre obesidad o sobrepeso, sino las patologías intrínsecas -hipertensión, apnea del sueño, artrosis, problemas de movilidad, mayor riesgo de cáncer o ictus- que se están agravando, como alertan los expertos, principalmente entre los jóvenes, como ocurre con la enfermedad hepática, que muchas veces se diagnostica en estado tardío.

Entre las patologías hepáticas, a los especialistas les preocupa particularmente la progresión del hígado graso, que afecta a más de 10 millones de personas, de los que cerca de dos millones presentarían inflamación del hígado (esteatohepatitis) y, de ellos, 400.0000 padecen ya una cirrosis hepática, con el agravante de que aún no han sido diagnosticados.

En palabras del presidente de la Sociedad Española para el Estudio del Hígado (AEEH), Manuel Romero, se trata de "una pandemia" de hígado graso que es especialmente alarmante por su incidencia sobre el cáncer de hígado y por su impacto en adolescentes y jóvenes.

Una afección, ha afirmado en una entrevista con Efe, que avanza a medida que sube la tasa de personas obesas y un fenómeno que está estrechamente ligado al sedentarismo y nivel socioeconómico de las familias.

"Comer basura -en alusión a los ultraprocesados- es muy barato si uno compara lo que cuesta esto con una cesta para la dieta mediterránea", zanja el experto.

La buena noticia, explica Romero, es que los jóvenes o adolescentes con hígado graso aún no han desarrollado fibrosis hepática, que suele aparecer cuando no se trata la afección con el paso de los años y para ello el ejercicio físico, en un nivel "moderado a intenso" junto con una dieta adecuada, es la mejor cura para el órgano.

La mala es que el hígado graso, principalmente en jóvenes y adolescentes, suele pasar desapercibido en las consultas y chequeos médicos rutinarios y es un mal en la mayoría de los casos asintomático, añade el experto.

Padres obesos, hijos obesos

En la obesidad y avance de patologías metabólicas como la del hígado graso no sólo entran en juego los factores genéticos, sino también socioeconómicos y el más importante es el ejemplo que den los padres y su capacidad de fomentar un estilo de vida saludable y reconocer el problema de sobrepeso en un hijo.

Según la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), la obesidad infantil, aunque es una cuestión multifactorial, aumenta cuanto mayor es el peso corporal de los padres y menor es su nivel de renta y de estudios.

La propia Asociación Española para el Estudio del Hígado ha constatado, como puso de manifiesto durante su congreso anual a mediados de febrero en Madrid, que el ejercicio físico -sumado a la dieta mediterránea con control de calorías- mejora los marcadores de hígado graso (con o sin fibrosis) e incluso revierte el mal, ha indicado su presidente.

Por ello, incide en que fomentar los hábitos sanos es primordial en la prevención y abordaje de la enfermedad.

Romero ha explicado que los expertos han constatado a lo largo de los años que la pérdida de 10 kilos mejoraba la salud hepática en el 90% de los pacientes, pero ahora con los nuevos estudios se observa que el ejercicio moderado o intensivo, preferiblemente controlado por profesionales, es la mejor opción porque incluso cuando no conlleva pérdida de peso, mejora el estado de los pacientes.

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