Vivienda

Okupación en Arcos: “Mi okupa tiene más dinero que yo. Estoy desesperada”

  • Una mujer irlandesa residente en Arcos, propietaria de un chalé, lleva un mes alojada en un hotel porque un vecino ha okupado su vivienda

Jean, una ciudadana irlandesa afincada en Arcos, a las puertas de su casa que ha sido ocupada.

Jean, una ciudadana irlandesa afincada en Arcos, a las puertas de su casa que ha sido ocupada. / Ramón Aguilar

A Jean O’ Donoghue, una irlandesa afincada desde hace 17 años en Arcos, le han ocupado su casa y lleva un mes viviendo en un hotel, agotando los recursos que le quedan para luchar por volver a recuperar su hogar. El ‘okupa’ de su chalé es el hijo de unos vecinos que tienen, también, una casa muy cerca de la suya que, aprovechando la ausencia de esta mujer, que viajó a su país tras fallecer su marido, se metió en la vivienda para hacerla suya. Esta no es la historia de una ocupación por ‘necesidad’ de alguna familia al borde del abismo, cargada de niños, que busca con desesperación un techo… Esta es la historia de una sinrazón.

Jean es una mujer menuda, que se quiebra cuando relata la pesadilla que está viviendo. A las puertas de su chalé, ubicado en el pinar de La Plata, que compró hace casi dos décadas con su pareja porque se enamoró de Arcos y su entorno, saca un juego de llaves. Las mete una a una en la cerradura de la vivienda, pero no van. Hasta aquí ha venido en un coche ajeno desde el hotel Mesón de La Molinera, donde está alojada porque no tiene dónde vivir desde que le quitaron su casa mientras intenta que la Justicia acelere su caso.  Cada día que pasa, sus recursos menguan más porque tiene que hacer frente a una habitación y una manutención fuera de su hogar, esperando a que se resuelva su caso.

Jean tiene vehículo, pero no puede cogerlo porque está, también, dentro de la vivienda, en el jardín de la casa. Su casa, a la que no puede acceder. Desde fuera, el okupa (el ‘muchacho’ como ella lo llama) ha hecho algunos ‘arreglos’: ha plantado una bandera de España, de gran tamaño, en el porche del chalé y ha colocado en la verja de entrada una placa de alarma-- ironías de la vida--de un servicio de seguridad.

La pesadilla de Jean arrancó el pasado 8 de mayo cuando sus vecinos más próximos la llamaron a Irlanda contándole que alguien había entrado en su vivienda, había tomado posesión y que ellos mismos tras comprobarlo y en su nombre habían cursado una primera denuncia. La mujer pasaba una temporada en su país de origen buscando el calor de los suyos tras morir hace unos meses su pareja por una enfermedad, y ese ‘alguien’ había aprovechado la situación y su ausencia para entrar, acomodarse y sacar enseres, libros, fotografías y recuerdos de la pareja con la intención, dice Jean, de “borrar evidencias”.

“Es el hijo de unos vecinos que viven detrás. Durante la semana va a otro sitio, creo que Sanlúcar, y durante el fin de semana vuelve y utiliza mi casa de recreo”, explica la mujer, que a lo largo de este relato se derrumba de desolación en varias ocasiones.

Tal como supo lo que pasaba, esta ciudadana irlandesa cogió un vuelo de vuelta y se plantó en la puerta de su propia casa y tuvo que llamar al timbre porque se había cambiado la cerradura. “Cuando llegué aquí, con mis maletas, muy cansada y con mucha preocupación, él salió y me dijo que mi pareja le había dejado las llaves para cuidar de la casa y hacer mejoras. Obviamente nada de eso es verdad porque si fuera así me hubiera enterado porque él y yo lo compartíamos absolutamente todo”, narra. Y no conforme el individuo con su fechoría la animó a “que le diera 3.000 euros y le quitara la denuncia si quería que saliera de la casa. No tengo ese dinero. Además, ¿cómo voy a dar ese dinero alguien que está ocupando ilegalmente mi casa?”, se interroga.

Así las cosas, la mujer explica que ya ha hablado “con la secretaria de la juez y me dijo que el juicio se hará cuando llegue el día. Tengo la sensación de que será un proceso lento y será eterno. Es algo que no entiendo. En otros países, la Policía tiene el poder de sacar al que está ocupando ilegalmente una vivienda que no es suya.  Este chico dice que no tiene dónde dormir y la casa de su madre está justo ahí al lado, la de su tía está justo aquí mismo y me han contado que él tiene otra casa cerca y que la alquila por 700 euros. Este okupa tiene más dinero que yo, que puedo probar que no tengo recursos. No sé qué voy a hacer. Estoy desesperada. Hay que cambiar algo, hay que cambiar las leyes porque parece que están más a favor de los delincuentes que de las víctimas. Eso no puede ser”, confiesa la dueña del inmueble entre lágrimas e impotencia.

Día que pasa día que Jean tiene menos recursos para pelear por su casa y menos energía, que está afectando a su salud física y emocional. “Cada día tiene menos ganas de comer y está más triste, más apagada”, cuenta el personal del hotel La Molinera, que le está echando una mano junto a sus vecinos más cercanos. Otra de sus vecinas más próxima dice que el ocupante de la casa “sólo busca un beneficio. Habrá gente que lo haga por necesidad, pero él es una persona con privilegios. Está usurpando. Esto no es una cosa social. Sólo queremos que se haga Justicia con Jean”, admite.

 

 

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