Coronavirus

Velatorios en casa en tiempos de pandemia

  • Hay pueblos que conservan esta tradición, que no está exenta de riesgos. Los Ayuntamientos han de autorizarlos y velar por el cumplimiento de las normas

Una vista general de un cementerio, en la Sierra gaditana.

Una vista general de un cementerio, en la Sierra gaditana. / Ramón Aguilar

Decir el último adiós a un ser querido siempre es muy duro, pero hacerlo con el marco que impone esta pandemia es abrumador para muchas familias. Al duelo por la pérdida de esa persona querida, se une desde hace un año la ansiedad por no convertir ese trance, es decir, el velatorio, en un foco de contagio que multiplique los casos de coronavirus entre la población como en ocasiones ya ha ocurrido.

La mayoría de localidades grandes cuentan con tanatorios que imponen las medidas que recoge la normativa en vigor sobre funerales y velatorios. Pero, ¿qué pasa en el caso de pueblos pequeños de la Sierra donde no hay salas de duelos o se mantiene la costumbre arraigada de velar en los propios domicilios? En este punto, son los propios Ayuntamientos los que han de autorizar esos velatorios y salvaguardar que se cumplan los distanciamientos y el aforo en esos espacios de ámbito privado (en esta última gran ola la normativa fijaba reuniones de cuatro miembros. Ahora sube a seis). En el caso de la comarca serrana, existen aún municipios donde perdura esta práctica tradicional de velar al fallecido en su propio hogar.

Hasta hace muy poco en Setenil de las Bodegas se velaba aún en casa, aunque muchas familias han ido optando por celebrar este ritual en otros puntos próximos como Ronda o Arriate. Consciente de la complejidad que entraña ahora celebrar estas despedidas en casa, el Ayuntamiento de la localidad ha acelerado la puesta en marcha de un tanatorio, junto al cementerio, para evitar males mayores. “Es muy complicado lo de los velatorios en casa, con una vorágine de normativas cambiando continuamente, que hay que velar porque se cumpla. Se ha intentado convencer a las familias de que no se hiciera en el hogar por los riesgos y muchos han optado por los tanatorios de fuera. Pero viendo el incremento de fallecimientos en las últimas olas de la pandemia nos hemos dado prisa por acondicionar y poner en funcionamiento este tanatorio en Setenil, que no está inaugurado oficialmente, pero que ya está dando el servicio”, explica el alcalde de la localidad, Rafael Vargas.

En Benamahoma tampoco hay sala de duelos y aún se hacen velatorios en casa, aunque la mayoría de familias optan, como las de El Bosque, por velar en la sala de duelos de Ubrique o en el tanatorio de Villamartín, que cuenta con servicio de incineración. “De cinco o seis fallecimientos, uno quiere velatorio en casa. El resto se hace fuera”. Lo dice Manuel Tovar, el alcalde pedáneo de Benamahoma, con 400 habitantes y que depende administrativamente de Grazalema, que cuenta que cada vez se celebra menos esta dolorosa despedida en el hogar. “Está casi desaparecido. Sobre todo, se hace a petición de personas mayores que lo han dejado dicho”, sostiene.

Él mismo atestigua que, en los últimos tiempos pandémicos, ha autorizado dos velatorios domiciliarios, ninguno de ellos fue deceso por Covid. Interrogado sobre la responsabilidad que recae sobre la autoridad municipal de hacer cumplir la normativa, con distancia de seguridad, uso de mascarilla y aforo, apostilla Tovar que allegados y amigos, en esos casos, “son gente muy formal, que sabe respetar las medidas. Si el aforo es de cuatro personas como máximo en el interior, las personas se turnan para no estar a la vez. Aquí no ha habido problemas ni contagios”, reafirma. También en Algodonales los velatorios en casa se siguen celebrando. El cementerio cuenta con una pequeña sala de duelos adjunta, aunque esta infraestructura se encuentra fuera del pueblo, con lo que muchos dolientes optan por despedir en la casa del difunto.

Desgraciadamente en la Sierra y en otros sitios ha habido contagios por el Covid-19 en distintos ámbitos de la vida y también en velatorios tanto domésticos como los que se hacen en infraestructuras reguladas, disparando los casos de afectados, con el riesgo de cierres perimetrales y la parálisis de la actividad no esencial.

Por ejemplo, la incidencia se multiplicó en un pueblo de la comarca en la segunda ola a consecuencia de varios brotes, entre ellos, uno relacionado con el fallecimiento de una persona en su domicilio y familiares y vecinos se infectaron tras acudir en su auxilio, según explican algunas fuentes. A día de hoy este municipio, está muy castigado por el drama de la pandemia. O el caso de otra población, donde otra muerte fue el desencadenante, al parecer, de otra cadena de contagios, que se agrandó con más infectados que acudieron al tanatorio, según fuentes consultadas

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