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Semana Santa

Silencio y penitencia en Medinaceli

  • El sonido de un tambor marcó el paso de los costaleros en la procesión

El Jueves Santo en Puerto Real se iniciaba con la salida procesional de la Hermandad de Jesús Cautivo y Rescatado y María Santísima de la Trinidad. El templo de María Auxiliadora abría sus puertas a las siete de la tarde por segunda vez en esta Semana Santa. El Cristo de Medinaceli iniciaba el itinerario más largo de la semana de pasión en la Villa.

En riguroso silencio partía la comitiva sobre la que destacaba un importante número de pequeños y pequeñas monaguillos. El arcipreste de la localidad, el Padre Diego Ramírez Pereira, les acompañaba en el cortejo.

Nada más partir, la penitencia iniciaba el rezo del Santo Rosario. El silencio sólo se rompía con el sonido del tambor que marcaba los pasos de los costaleros y por las saetas que en varios puntos de la Villa le ofrecieron al Medinaceli. Los hermanos costaleros fueron dirigidos, por primera vez, por Manuel Cejudo. Asumía esta responsabilidad después de que su capataz habitual, Fernando Sánchez Rondán, decidiese dar un paso a un lado. Aún así, fue este quien dio la orden para la primera levantá a la que ha sido su cuadrilla.

A diferencia del pasado año, en el que el Cristo procesionó con una túnica blanca, ayer volvía a vestir la morada habitual. En el cortejo destacaba la presencia del Lignum Crucis, una reliquia de la Cruz de Cristo que cuenta con su 'Auténtica' firmada por el cardenal arzobispo de Milán, el beato Andrés Carlos Ferrari (1850-1921). Fueron muchos los fieles que se acercaron a esta reliquia para poder besarla.

La imagen destacaba sobre un monte de más de 4.000 claveles rojos, realizado por la mayordomo de la Cofradía, Verónica Paz, junto a un grupo de hermanos.

Fue una noche perfecta para los cofrades de Medinaceli y para los puertorrealeños, que disfrutaron de la presencia en la calle de uno de las imágenes que más devoción genera.

Tras su paso por carrera oficial el cortejo llegó a la iglesia Conventual de la Victoria donde aguardaban su salida los titulares de la Soledad. Tras ello, emprendían el regreso a la parroquia de María Auxiliadora.

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