Semana Santa

Descubriendo un lugar llamado fe

  • Entre la devoción y el ateísmo debe existir un terreno sembrado de respeto y sinceros intentos de comprenderse mutuamente, ya que ninguna de las opciones es más válida que la otra

"Si existe alguna magia en este mundo, debe estar en el intento de comprender a alguien al compartir algo", le decía el personaje al que interpretaba Julie Delpy al de Ethan Hawke en aquel intenso día que compartieron antes de que amaneciera.

Imaginemos la magia. En esta sociedad dominada por las dicotomías, en esta semana que es Santa y que sabe bien de qué va eso del 'o blanco o negro', imaginemos el gris. Sin haberlo visto nunca, sin ser capaz de sentirlo, sin haberse parado a comprenderlo. Sin creer.

Vayamos, por ejemplo, sin fe pero con respeto, a ver la salida de La Sentencia. Hablemos con sus hermanos, con quienes la sienten, con aquellos que la esperan. ¿Se podrá así entender el sentimiento?

Miguel Ángel, hermano mayor de la cofradía, dice que esto es un cúmulo de sentimientos y querencias, algo sin lo que no saben vivir. Es ver cumplido el sueño de un año, es vibrar y es amor. Amor a lo que representa en la Tierra aquello que está en el Cielo.

Que es algo que se mama desde niño, lo dicen todos. No hay más que verlo. Pequeños penitentes revolotean por un templo cuyos cimientos quizá aún no comprendan pero que, por herencia, por tradición, ya sienten dentro.

Dani sólo tiene ochos años, pero lleva ya cinco saliendo con el paso de La Sentencia. Como monaguillo, su motivación, desvela haciendo gala de su justificada inocencia, es que se lo pasa muy bien. Sobre el futuro, algún día le gustaría llevar un incensario. Sobre si pesa el cansancio, primero dice el 'no' que debe de haber aprendido, pero termina resoplando el sincero 'sí' que le corresponde como niño.

Y desde niñas también lo han vivido Antonia y María Isabel. Dos hermanas que salen de penitencia detrás de la Virgen del Buen Fin. Hicieron, hace tiempo, una promesa de por vida, que cumplen año tras año. ¿Por qué esta imagen y no otra? Se criaron en el barrio de Santa María. Pero María sólo es una ¿no? Todas son la misma, pero Ella es Ella, aseguran sin saber explicar el por qué. Les falta la biológica, pero a Ella también la consideran su madre, con la que desahogarse, a la que querer. ¿Hace falta para eso materializar a María en una imagen? Y Antonia dice convencida que claro, que no es lo mismo ver su cara y arrodillarse delante de Ella, que rezar al aire.

Sobre el cansancio, dicen las dos hermanas que nunca supera al sentimiento. A las ganas de dar las gracias a la Virgen por haber cumplido su ruego. Agradecimiento que Antonia profesa con los pies descalzos. ¿Por qué pagar las peticiones cumplidas con sufrimiento? ¿No preferiría María que los llevara a salvo, bien a cubierto? Y ríe la devota para confesar que como Ella no va a venir a decírselo, simplemente se guía por su propio criterio.

Y también sufre el cuerpo, aunque se compense con el orgullo y el bienestar del 'alma', cuando se carga en el hombro el peso de la fe materializada.

Luis es cargador de La Sentencia, pero el paso no le pesa. Cuando el cansancio hace mella, cuando la fuerza física no responde, asegura que la devoción es suficiente para tirar hacia delante. Dice que ellos van rezando a su manera, que es llevando al Señor sobre sus hombros. Allí debajo, los dueños de los pensamientos son las personas que faltan, los malos momentos que ya han pasado, y los ruegos de que todo vaya bien.

Los pasos están a punto de salir del templo. Protocolo, disciplina y organización. Cada cual toma su posición, asume sus riesgos. Cuando Jesús traspasa el umbral, se hace el silencio.

Suenan las cornetas y los tambores. Y los que hasta entonces quizá sólo pudimos intentar entender el sentir ajeno -con el inconveniente de que los sentimientos ni se enseñan, ni se aprenden- en ese momento también nos invadimos de esa intensidad. Vellos de punta, por quién sabe qué, lagrimales activos, sin argumento racional.

Raquel, que estaba en la Merced esperando el paso de las imágenes, reconoce que esto no se puede explicar, que uno lo siente, y ya está. ¿Por qué estos pasos? Dice que esto es como con las personas. Que con algunas tienes más afinidad. Y volvemos a lo mismo, ¿pero no hay un solo Jesús y una sola María? Y explica Raquel, con suma paciencia, que cada uno busca su punto de referencia, con su propia cara y 'personalidad'. Que le puedes rezar a un árbol en medio del campo, pero que no es igual.

Quizá sin fe no se pueda terminar de entender todo esto. Pero la primera frase no terminaba ahí. "Si existe alguna magia en este mundo, debe estar en el intento de comprender a alguien al compartir algo. Es casi imposible lograrlo pero, ¿qué importa eso? En el intento debe de estar la respuesta".

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