Llegada la parihuela del Despojado al pabellón de Salesianos al filo de la medianoche del pasado lunes, la mente de algunos consejeros empezó ya a mirar hacia el primer lunes de la Cuaresma de 2020. El titular de la cofradía salesiana cerraba el círculo de hermandades para presidir este acto cuaresmal. La cuenta, por tanto, se pone a cero. O no. Ahí anda el Consejo, y el propio Obispado, intentando dilucidar (y así llevan al menos dos años) si el vía crucis de 2020 lo protagoniza o no la Virgen de los Dolores de Servitas. A su favor está que en la mayoría de vía crucis que se celebran –ahí está el diocesano del pasado julio– han incorporado una decimoquinta estación dedicada al Dolor de María a los pies de la Cruz; en su contra, que no es una imagen pasionista como tal, y el decreto actualmente en vigor así lo exige para presidir el vía crucis de hermandades.
Tiene claro el Consejo que si no se designa a la Dolorosa de San Lorenzo, será un Crucificado el que presida ese acto que se celebrará el día 2 del próximo mes de marzo. Y en esta segunda opción se abre la veda con varias imágenes que pueden partir con ventaja; es el caso de Buena Muerte (inmersa la cofradía en el 125 aniversario fundacional), Las Aguas (que celebrará el 75 aniversario a partir de noviembre y que a día de hoy no ha anunciado salida extraordinaria), o La Palma (de cuyo vía crucis con el Señor de la Misericordia acaban de cumplirse 25 años).
El vía crucis de hermandades se ha convertido en un acto cada año más importante; y en contra de la reacción de las cofradías hace poco tiempo –hay un caso reciente en el que una hermandad declinó tal designación porque se consideraba un engorro– ser la imagen que presida en la Catedral el rezo de las estaciones está cada vez más cotizado. Tanto, que ya hay quien ha empezado a mover hilos –absténganse los no Crucificados– para que sea el titular de su hermandad el elegido para 2020. En caso de que finalmente se descarte a la Dolorosa de Servitas, claro está.
El vía crucis
Demasiada velocidad. Esa ha sido la característica que ha determinado la celebración no tanto del vía crucis de las hermandades como de los traslados de la imagen. En la ida del Despojado a la Catedral quedó la sensación de que faltaba algo, que se escapaba cierto misticismo, que no terminaba de llegar una imagen que de por sí invita a la devoción como pocas y que además se presentaba con un gusto exquisito en esa parihuela. La conclusión a esto está, simple y llanamente, en la excesiva velocidad que tuvo que mantener el cortejo en todo momento para cumplir con los horarios previstos. Las cosas solemnes, el aire de recogimiento y el lucimiento de un traslado como el del lunes también requiere un ritmo ágil pero a la vez pausado que no se consiguió el lunes. Seguramente saliendo a las cinco y media o a las cinco de la tarde (en lugar de las seis) el traslado a Catedral hubiera resultado mucho más lucido.
Los detalles
Dicho esto, lo vivido el lunes lleva a la misma conclusión que todos los años: ¿para qué tienen que ir cuatro representantes de cada hermandad en el cortejo de traslado a Catedral en lugar de dejar esos momentos exclusivamente a los hermanos de la cofradía designada? Cada año surgen más problemas por ese límite de veinte hermanos que ya el propio Consejo incumple. Otra conclusión constante es que el Consejo no debe fiscalizar ninguna procesión o cortejo en la calle; no está para eso; y sí lo están las fiscalías de cada hermandad, que en teoría conocen más y mejor cómo mover un cortejo. En la Catedral fue tremendo ver cómo el cortejo se ponía andar en mitad de las lecturas de las estaciones (ocurrió varias veces). Los cirios durante el vía crucis se pueden distribuir en filas de cuatro, lo que dejaría el cortejo en la mitad (teniendo en cuenta la anchura de las naves catedralicias). Falta megafonía en muchas zonas del vía crucis. Y sobran las meditaciones que siguen a la lectura de las estaciones.
La seguridad
Capítulo aparte merece este aspecto, que el lunes prácticamente brilló por su ausencia en buena parte del recorrido. Que algunas vías de cruce como Avenida de Portugal, Constitución de 1812, Ciudad de Santander, Granja de San Ildefonso, San Severiano o Santa Cruz de Tenerife no tuvieran señalización alguna de la interrupción del tráfico (lo que dio lugar a cierto nerviosismo por parte de conductores, algunos de los cuales no dudaron a la hora de increpar a los miembros del cortejo, que mantuvieron en todo momento el respeto y las formas) o que un vehículo terminara colándose por el interior del cortejo (tras salir de Santa María en el regreso a Salesianos) son aspectos de suficiente gravedad que debe procurar el Consejo que no repitan en el futuro. Los actos cofrades deben ser respetados por las autoridades como cualquier otro acto que a lo largo del año se celebra en la calle y también ocasiona cortes y retenciones de tráfico. Ni más ni menos.
La Catedral
A raíz del vía crucis, cabe preguntarse si el Consejo ha hecho en los últimos años alguna gestión para permitir que de una vez por todas los cortejos hagan la estación penitencial sin apagar los cirios. Por un lado, conviene señalar que el Cabildo volvió a renovarse recientemente (con Ricardo Jiménez como deán); y por otro, hay que recordar el antecedente cercano de la exposición Traslatio Sedis, que enmoquetó en su totalidad el suelo catedralicio. Lo propio es que los cirios permanezcan encendidos en el interior de la Catedral, y cada vez hay menos argumentos para enrocarse en la obligación de apagarlos (siempre y cuando sean las propias cofradías las que asuman los costes que conlleve dejar la Catedral en la noche del Sábado Santo con el mismo aspecto con el que amanece el Domingo de Ramos).
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