Rafael Guerrero | Delegado Diocesano de Hermandades de Cádiz y Ceuta

"Los cofrades tenemos que perder el miedo a hablar de Cristo"

  • La nueva delegación tendrá una misión “más pastoral, de estar más con los consejos y las hermandades” 

  • Entre sus primeros retos, encontrar una solución al Huerto "si la hay"

El nuevo delegado diocesano de Hermandades, Rafael Guerrero.

El nuevo delegado diocesano de Hermandades, Rafael Guerrero. / Miguel Gómez

Rafael Guerrero Pinedo estaba llamado a ser el sustituto de Alfonso Caravaca al frente del organismo cofradiero de la diócesis, entre otras cuestiones por ser la mano derecha del recordado director del Secretariado los últimos años. Lo que no se esperaba es que el nombramiento de Guerrero iba a venir de la mano de una modificación del organismo y de sus normas, como se conoció el pasado lunes. En pleno aterrizaje en el cargo, el nuevo delegado analiza su misión y el nuevo órgano diocesano.

–¿Estrena cargo y organismo. ¿Qué cambia la delegación diocesana respecto al Secretariado de Hermandades?

–Para las cofradías no habrá diferencias sustanciales. Lo más significativo puede estar en materia de recursos; ya no habrá doble recurso al director del Secretariado y luego al delegado episcopal, sino que ahora se recurrirá ante el delegado diocesano y luego al vicario general. Más allá de este matiz, la idea de Don Rafael (Zornoza) que yo comparto es cambiar para que la delegación no sea solo un órgano administrativo y jurídico, sino que tenga una labor más pastoral. Estar más con los consejos y con las hermandades en su labor evangelizadora, de formación y de juventud; llevando lo otro, la parte administrativa, también adelante, por supuesto.

–¿Cuáles son sus principales retos como delegado?

–Yo diría que conseguir transmitir a las cofradías, por medio de los consejos, la labor evangelizadora que tenemos por delante. Hoy tenemos que ser al mismo tiempo campo de misión y agentes de evangelización. Y para ello necesitamos formación, pero no teórica. Las cofradías tenemos la suerte de reunir a muchos jóvenes y a gente que tiene un primer contacto con la Iglesia por medio de nosotros. Por eso necesitamos formación práctica en cómo recibir a la gente para que no nos quedemos en el culto externo, en lo superficial, sino que vean que efectivamente entran en una asociación católica. Los cofrades tenemos que perder el miedo a hablar de Cristo, saber hablar de Él, hacer el primer anuncio y luego el seguimiento de los que se acercan a las hermandades.

–Eso que dice otorga una gran responsabilidad a los dirigentes de las hermandades.

–Claro. Es que tiene que haber una implicación de los miembros de la junta de gobierno. Por eso hablo de una formación que podamos llevar, sobre todo a los responsables de Formación y de Juventud de las cofradías; una formación de manera práctica para que ellos después la desarrollen en sus respectivas cofradías. Y para eso hace falta también la implicación de los directores espirituales, de ahí que se haya creado la figura del consiliario, para estar en contacto con ellos y hacerles ver que tienen una riqueza enorme en las cofradías que deben saber explotar por el bien de la Iglesia.

Rafael Guerrero, en su despacho de abogados. Rafael Guerrero, en su despacho de abogados.

Rafael Guerrero, en su despacho de abogados. / Miguel Gómez

–¿Cuál es la realidad cofradiera de la diócesis?

–Si se refiere a números, somos 176 hermandades en la actualidad. La realidad es muy distinta de unas a otras, aunque de manera general se está trabajando bien en el aspecto formativo con los cursos de formación creados por el Obispado, y en el aspecto social, con una labor que es muy importante y que no la voy a descubrir yo. También hay buena salud en el número de cofrades, y el culto se desarrolla de forma contínua y con normalidad, sobre todo una vez superada la pandemia. Todo es mejorable, pero la situación es de buen principio.

–¿Cambia mucho el escenario según qué localidad o zona geográfica de la diócesis hablemos?

–Muchísimo, sobre todo entre localidades pequeñas y grandes. Se notan muchas diferencias cuando vas a un pueblo donde hay una o dos hermandades; y hay también una diferencia como núcleo en la zona del Campo de Gibraltar, aunque están avanzando mucho. Por eso muchas veces cuando los cofrades reclaman cambios en la norma no es tan fácil, porque esas normas están redactadas para toda la diócesis, no solo para Cádiz, San Fernando y Algeciras, que son los grandes núcleos en materia de cofradías.

–De hecho, del Secretariado solo se acordaba la gente cuando surgía algún conflicto. Pero su labor va mucho más allá.

–Efectivamente, lo que se ve es la intervención. Pero debo tener ahora un recuerdo especial para Alfonso Caravaca, que nunca ha estado suficientemente valorado por la labor de conciliación, por su dedicación sin horario a las hermandades y por ese trabajo que siempre ha tenido el Secretariado y que queremos seguir llevando en la delegación de mediación cuando surgen inconvenientes, sean del tipo que sea. Es una labor callada que se desarrolla día a día. Y así queremos seguir.

–Hablando de conflictos, usted que ya lleva un buen número a sus espaldas. ¿Son más repetidos que lo que debiera, tratándose de hermandades?

–Una buena parte de los conflictos tienen su causa en el momento en que no asimilamos que dentro de la cofradía prestamos un servicio a la Iglesia por amor a Dios. Esto, aunque pueda sonar muy eclesial, es y tiene que ser así de claro. Y cuando esa noción se pierde, sea uno hermano mayor, miembro de junta o el que barre la capilla, vienen los problemas. Lo mismo ocurre cuando se presentan dos candidaturas, que debería ser una alegría porque eso habla de la vida que hay en la hermandad, pero se convierte en un enfrentamiento entre esas personas que quieren ser hermano mayor.

–¿Qué va a pasar con El Huerto?

–Pues no lo sé, es un tema que me preocupa mucho y sobre el que pienso ponerme manos a la obra esta misma semana para hablar con el comisario, con el director espiritual y con los hermanos. Mi principal preocupación es que estamos hablando de una vía de evangelización que está en un barrio concreto de la ciudad y en una parroquia donde es la única hermandad, y en la situación actual no está cumpliendo la función que debería y que es muy importante. Partiendo de esa idea, quisiera buscar una solución. Si la hay.

–Usted va a compatibilizar el cargo de delegado diocesano con el de prior de Servitas; una compatibilidad que muchos piden que no exista y que se va a mantener e incluso se ha blindado con la nueva norma…

–Lo único que ha cambiado en la norma es que ahora desaparecen los requisitos que había antes para ser director del Secretariado. ¿Por qué? Porque ahora el delegado diocesano puede ser un laico o un sacerdote; por eso precisamente se ha introducido la norma que dice que en caso de ser un laico que fuera hermano mayor, o prior como es mi caso, podrá seguir hasta el final del mandato, para no crear un problema en la hermandad. Además, si en lugar de ser prior fuera hermano de fila no creo que cambiara mucho la situación.

–Hay quien ve en la nueva delegación cierta dejadez de la Iglesia diocesana con las hermandades. ¿Comparte esa visión?

–Para nada. Todo lo contrario. La idea de cambiar la figura es porque había una duplicidad que no tenía razón de ser. Y al poner al frente de la delegación a un laico precisamente lo que hace nuestro obispo es dar un paso al frente en eso que pide el Sínodo y la Iglesia de hoy, dar a los laicos la responsabilidad que tenemos que asumir dentro de la Iglesia. Un miembro de las hermandades, que las entiende y las conoce, puede potenciar ese papel que debemos jugar en la Iglesia de hoy. La delegación es una apuesta fuerte por las hermandades y por los cofrades.

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