Diario Cofrade

Semana Santa en San Fernando: Verdades de Miércoles Santo

  • El barrio de la Bazán hace cola en la iglesia de la Sagrada Familia para ver al Gran Poder 

  • Vera Cruz vuelve a dejar el listón muy alto con un altar impecable 

  • La Virgen de los Dolores protagoniza la jornada de los Servitas en la Iglesia Mayor 

  • La Isla suma ya tres años consecutivos sin Miércoles Santo 

Miércoles Santo en San Fernando / Lourdes de Vicente

Al Miércoles Santo de La Isla casi mejor no hablarle del Levante, aunque hoy -a diferencia de otras tantas veces- el fuerte temporal no amenaza con estropear ninguna salida procesional. Alguna ventaja tenía que tener una Semana Santa predestinada a vivirse en las cuatro paredes de una iglesia. Aunque no solo está esa impasibilidad imposible de imaginar en la era pre-covid ante una jornada tan mala como la de hoy. Sobre todo hay que reconocer la capacidad que tiene esta 'nueva realidad' cofrade para rascar en la verdad de las hermandades, para sacar de ellas su lado más auténtico al desprenderse de ese ropaje que requiere una procesión en la calle.

Y la del Miércoles Santo es una de las jornadas que mejor se ha prestado a eso. Hay mucha verdad en este día que comparten Servitas, Vera Cruz y Gran Poder en sus respectivos templos: desde esos cofrades 'sénior' -algunos en sillas de ruedas y otros ayudados por sus familiares- que han acudido a la capilla de la calle Patrona para no dejar de ver a sus titulares en el día en el que tendrían que hacer su estación de penitencia hasta la larga cola que se ha visto en la Bazán soportando con estoicismo el embate del viento. O la emoción difícilmente contenida en algunos rostros cuando se han puesto delante de sus devociones para mirarse cara a cara tras un año tan largo. Todo eso era Semana Santa auténtica, de la de verdad, qué duda cabe. 

Como si Valdés Leal se hubiera pasado por la capilla para echar una mano en este Miércoles Santo, Vera Cruz proclama desde el montaje extraordinario que ha preparado en el altar mayor otra de esas verdades que viene muy al caso para estos tiempos de pandemia que resucitan el mejor espíritu barroco: Mors mortem superavit, la muerte vencida por la muerte. Un aviso de la Pascua que viene, que primero pasa por la muerte junto a la verdadera cruz. 

La cofradía se supera a sí misma tras la recreación de las antiguas andas procesionales que mostró en la jornada del Domingo de Pasión y sus vísperas. Vuelve a poner el listón muy alto en el montaje de su altar. Y eso que esta vez no tira de artificios de priostía y se limita a exponer a los titulares en el altar mayor, sobre el canasto del paso e iluminados por los brazos de luz del paso Guzmán Bejarano, todo un clásico de la Semana Santa isleña que sabe mucho de los Miércoles Santos. 

El Santísimo Cristo de la Vera Cruz se presenta en el centro de toda la escena. Abajo, a ambos lados, las imágenes de Nuestra Señora del Mayor Dolor y de San Juan recrean el Calvario. Y en los extremos, el escudo antiguo y el nuevo de la hermandad, los símbolos de una historia cofrade que se retrotrae a más de dos siglos atrás y que, a pesar de todo -pandemia y suspensiones de procesiones incluidas- aquí sigue, proclamando su verdad cada Miércoles Santo. 

Y el efecto del conjunto se consigue, porque parece literalmente que las imágenes estuviesen dispuestas sobre su paso, como cualquier Miércoles Santo, listas para procesionar a las siete de la tarde. 

El fuerte viento de Levante no ha impedido tampoco que esta mañana del Miércoles Santo sonara como siempre, que es como tiene que sonar claro. Las campanas de la capilla de Patrona han vuelto a repicar con fuerza y con ese tañido tan particular que tienen para avisar a los hermanos de que tocaba reunirse junto a su Cristo de la Vera Cruz para celebrar la misa de cada Semana Santa.

No son dos sino tres los años que la Semana Santa isleña lleva sin Miércoles Santo ya que en 2019, cuando nadie ni siquiera se imaginaba la pandemia, la lluvia frustró por completo esta jornada. Así que para las hermandades del día resulta el triple de difícil todo esto. De hecho, no se recuerda que haya pasado nunca algo así en San Fernando, que una hermandad se hubiera llevado tres años consecutivos sin poder pisar la calle. Y las emociones, claro, afloran. 

En la barriada Bazán se ha visto una larga cola de fieles desde que a mediodía la cofradía ha abierto las puertas de la Sagrada Familia para dar comienzo al acto de veneración extraordinaria. Y el trasiego de gente para poder ver a las imágenes de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y de María Santísima del Amor en esta nueva Semana Santa sin echarse a la calle ha sido constante. El barrio, como siempre, ha respondido a la llamada del Miércoles Santo. Y dentro de la iglesia, a la que se accede por la puerta lateral, se han visto no pocas lágrimas. Hoy nadie se resiste a echar de menos la vistosa salida de la hermandad en los primeros momentos de la tarde. 

La hermandad ha montado un altar extraordinaria justo frente a la puerta principal con la idea de mostrar desde allí a los titulares al barrio, aunque el fuerte viento de Levante ha impedido la apertura tal y como se había previsto, que hubiese regalado una espectacular imagen a la jornada. La Virgen del Amor, con su ropa de calle, preside el acertado montaje en altura que echa mano de los respiraderos y de la peana del palio para dar empaque al conjunto. Y abajo, para estar lo más cerca posible de los suyos, se ha emplazado a la imagen de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, también con su túnica bordada de la salida. 

A sus pies, hermanos, devotos y vecinos del barrio han depositado velas encendidas como testigo de sus promesas durante toda la mañana mientras se acercaban para rezar. 

Y en el centro de La Isla, en la Iglesia Mayor, la Orden Seglar de los Siervos de María (Servitas) ha desplegado toda su sobria elegancia -es algo que la congregación sabe hacer muy bien- en un altar que ha cedido el protagonismo en este Miércoles Santo a la Virgen de los Dolores, con lo cual prácticamente queda todo dicho. A esta dolorosa -una de las joyas de la imaginería isleña- no le hace falta ningún añadido. La Virgen se ha bajado de su altar y se ha colocado a los pies del crucificado de la Buena Muerte recreando la escena de la Pasión e invitando a ese Miércoles Santo 'de interior', íntimo y recogido. Lo demás, sobra. 

La fraternidad servita ha abierto las puertas del templo a las diez de la mañana para dar comienzo a esta jornada excepcional que marca el ecuador de esta Semana Santa a medio gas que se queda en esas oraciones y ofrendas dentro de los templos. A la tarde los hermanos se reunirán para rezar la corona dolorosa y celebrar una eucaristía.  

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