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San Fernando

Cuando el mantón viste las manos

  • La joven bailaora Macarena Ramírez acaba de impartir las primeras clases magistrales de baile por alegrías y manejo del mantón, una de las novedades del verano

Macarena es la primera en llegar a la clase. Suelta una bolsa enorme donde lleva algunos de los mantones que lleva por si acaso a alguno de sus alumnas y alumnos se les ha olvidado en casa. Frente al espejo comienza el trabajo, el gesto serio y mirada atenta a la imagen que le devuelve la luna, la de sus pies que se mueven con un ritmo frenético. Macarena nació bailaora, desde los cuatro años no ha dejado de bailar y de enseñar cómo hacerlo. Acaba de terminar la carrera de Pedagogía de las artes visuales y danza por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Ha bailado en la compañía de Juan El Pipa o Sara Baras entre otros.

Cuando comienzan a entrar sus alumnos, 17 en total, Marta cambia el gesto, vuelve su sonrisa mientras los saluda y pregunta si hay alguno que no lleve el mantón. Llega el momento de comenzar la clase. El gesto serio de Macarena vuelve, comienzan a calentar al ritmo de los palillos y el sonido de los tacones de Macarena, primero el cuello, un, dos, tres... Luego los hombros un, dos, tres... Y las muñecas con ese giro tan característico del flamenco. Ni siquiera el ventilador del techo se atreve a sonar por encima de los tacones de Macarena.

Sólo se rompe el silencio cuando llega el momento de calentar los pies. Los 18 pares de tacones resuenan en la sala como la peor de las tormentas eléctricas, Macarena alza la voz para que nadie pueda perder el ritmo que marca. Un, dos, tres...

Cuando acaban, Macarena comienza a preguntarles cómo les va con ese ritmo, si pueden llevarlo bien y que es necesario que el sonido sea limpio. Cada vez que acaba un ejercicio los busca con la mirada, les pregunta por dudas, siempre pendiente de que todos vayan al ritmo que ella marca. Prácticamente todos visten, en mayor o menor medida de negro, con faldas de más o menos volantes, hasta los chicos que allí se encuentran las utilizan para llenar el espacio en cada giro que dan. Va pasando el tiempo y llega el momento de dar un toque de alegría a la vestimenta. Los mantones con sus colores, sus flores y sus flecos visten a los participantes de la clase de otra forma, el negro ya no es luto, busca resaltar la alegría y la fuerza de los mantones. Tras los primeros pasos con el mantón Macarena para la clase, "cuando le estamos dando la importancia al mantón los pies no pueden sonar". Cada uno de los elementos usados en el flamenco tiene su momento y los alumnos han de aprender a silenciar al resto para que cada uno pueda disfrutar de su momento.

Los presentes repiten una y otra vez los mismos pasos, y así seguirán hasta que todos lo dominen. La clase se divide en pequeños grupos para evitar que se molesten entre ellos a la hora de bailar y ayuda a Macarena a llevar un mayor control y hacer un seguimiento más personalizado de sus pupilos. Los mantones vuelan sin cesar, aunque no hay ni una guitarra ni una voz que los acompañe, salvo el ritmo que va marcando la instructora, tan, tarara, tan... una y otra vez y es que Macarena no repite los sonidos, cuando no canturrea para sí misma alguna alegría al enseña un nuevo paso, con la boca reproduce los distintos sonidos que han de hacer los tacones de los participantes. "Yo digo que si lo tenemos con la boca, entonces ya lo tenemos con los pies", les explica mientras sonríe.

La duración de cada una de las tres clases del curso es de hora y media, y por más que vuelen los mantones y muevan el aire de la sala, en los primeros treinta minutos el cansancio es palpable. Macarena lo sabe y por eso está pendiente de que no les falte agua a ninguno antes de seguir. "Y ahora viene una falseta así que muy flamenca, muy antigua y mucho fleco", dice Macarena levantando la voz preparada desde la posición inicial.

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