Cara y cruz en la barriada Bazán de San Fernando: La rehabilitación de viviendas que no alcanza a todos los vecinos
Intervención histórica con fondos ITI
La trabajos avanzan entre quejas por los retrasos y las obras pendientes y la alegría por la demanda atendida
Los vecinos sin la subvención, en ocho de los 15 bloques existentes, lamentan su suerte
Imágenes de la rehabilitación de la Bazán
San Fernando/La barriada Bazán esperó durante años la rehabilitación de sus viviendas. El estado de los bloques hacía necesaria una intervención que solventara no cuestiones meramente estéticas sino estructurales, de peso. Desde hace unos meses vive, disfruta o sufre, según se mire, envuelta en obras. Dice el saber popular que la suerte va por barrios, Bazán, sin embargo, no puede aplicar literalmente esta expresión. Porque en esta recuperación, no a todos los vecinos les sonríe esa fortuna: a unos les salió cara y con más o menos satisfacción ven cómo sus bloques son sometidos a una operación de envergadura; a otros, más de la mitad del barrio, la cruz les hace ser meros espectadores en la distancia, distancias cortas. El azar, eso sí, no ha jugado ningún papel en esta historia, más bien la burocracia mezclada con el desinterés de algunos vecinos.
"Hubo problemas con la documentación: algunos vecinos no firmaron", responde José María Santos Bonet, presidente de la asociación de vecinos, ante una vecina que muestra el estado de su edificio, el número 4 del bloque 9, uno de los que se quedaron sin los fondos de la Inversión Territorial Integrada (ITI) para esta rehabilitación tan demanda. En esa situación están también los bloques 1, 4, 8, 9, 10, 12, 13 y 14. Algunos ofrecen mejor aspecto, otros a simple vista se observan los daños. En algunos dentro del propio conjunto –cada bloque está compuesto por varios edificios con su propia entrada por un patio central con uno o dos accesos desde la calle– algunas fachadas están mejor conservadas que otras.
"En ese piso no vive nadie. Ahí y ahí tampoco", señala Carmen, una vecina del bloque 9 que se lamenta por la despreocupación de los propietarios, "si no vienen a las reuniones de la comunidad, no pagan la cuota, ¿cómo van a firmar?", cuestiona y exclama al mismo tiempo. Eso ha provocado que no se presentara la documentación necesaria ante la administración –la mezcla de burocracia y dejadez mencionadas– que debía repartir los fondos europeos, tampoco con el aumento de la cuantía, la Junta de Andalucía. En ese proceso los vecinos, y quienes asumieron esta tarea administrativa, en su mayoría los presidentes de las comunidades de propietarios, contaron con el asesoramiento y el trabajo de la Empresa Municipal de Suelo (Esisa). "Y nos hemos quedado con la cara partida. Ves como allí enfrente sí están haciendo obras, y aquí nada", lamenta.
"Pero después hay que pagar, ¿no?", pregunta Mercedes, otra vecina del mismo bloque, que reproduce lo que le han dicho otros vecinos del barrio. Santos Bonet ya ha escuchado antes estos comentarios y le explica que los beneficiarios de la subvención tendrán que declararla a Hacienda en la Declaración de la Renta y pagar alguna cantidad, "pero es que la obra cuesta mucho más". "¡Ah, pues ojalá nos los arreglaran porque esto está fatal! ¡Y la azotea y todo", responde la señora que entra en la conversación justo cuando entraba en la casapuerta, que Carmen enseñaba como un ejemplo más de los problemas que sufre el edificio. La pared sobre el dintel de la puerta o alrededor de los buzones del correo está desprendida por la humedad, la maldita humedad, a pesar de la obra que tuvieron que ejecutar y todavía pagan. "¿Te acuerdas? Por aquí salía agua", rememoran.
Fuera, el aspecto no mejora: bajos picados que dejan ver el ladrillo interior, manchas negras, capas desprendidas. "Mi fachada está destrozada", apunta Carmen que iba a hacia su coche, aparcado como el de los demás vecinos en el patio, y no duda en volver para explicar la situación, que incluye un boquete sobre la ventana de la cocina. Mercedes admite que tiene que arreglar el techo de la habitación de su hija por las filtraciones. Vive en el último piso y el estado de la azotea es otro de los inconvenientes que padecen.
Los problemas de la cubierta también azotan al bloque 11, que sí está en obras. Fue el primero en el que se inició la rehabilitación, el que visitaron los representantes del Gobierno andaluz y del Ayuntamiento cuando acudieron al barrio en febrero. Los trabajos han ido muy lentos y la preocupación es que no se meta mano y lleguen las lluvias. "Tiraron la fachada y no me la han hecho", se queja la presidenta del número 4. Tamara se refiere a la franja más baja del edificio, como metro y medio del revestimiento que deja al aire los ladrillos y que está provocando que le salgan humedades en el piso. "Nosotros hicimos obras hace unos años y metimos una malla que ahora han quitado. He tenido que enlosar la habitación de mis hijas", cuenta.
Sobre el blanco de los muros resaltan las zonas arregladas para eliminar grietas o humedades, una fachada moteada que refleja la imagen que ofrecen los bloques también en proceso de recuperación. En el 11 como en los otros se han instalado bajantes nuevos, aunque Tamara ya tenía un tubo propio al que han conectado el nuevo. Uno de los problemas del barrio es la inexistencia de alcantarillado, de manera que las aguas negras caían a unas especies de tajeas antiguas de ladrillo que corren por debajo de las edificaciones, y de las que desde la asociación de vecinos siempre advertían de su insalubridad y del peligro que suponía para la cimentación.
La inexistencia de tuberías ha llamado la atención a Santi, responsable de las obras que se hacen en otros bloques. "Me dicen: Manolo, ¿cuándo va a terminar mi piso? Y nosotros no somos las constructora que se encarga de ese , por ejemplo", desvela una de las numerosas anécdotas que está viviendo. El incremento de los precios en estos meses o los problemas de suministros en algunos momentos dificultan el trabajo de las constructoras. La aparición de amianto, en otros, puede sumarse.
Esa impaciencia por que ver terminar las obras las tienen todos. Tamara, la vecina del bloque 11 que viene de pasear a sus perros, habla de Petra, una vecina de avanzada edad y enferma que quería saber cuándo iban a hacer la obra en su casa, después de mucho tiempo con los techos apuntalados, "ya se la llevado su familia". Por eso, critica la lentitud de las obras y menciona cuestiones que aún faltan: que arreglen un piso quemado que hay en una de las plantas de arriba, que terminen la parte baja de la fachada que ya ha mencionado o que intervengan en la azotea, de nuevo por la preocupación de la llegada de las lluvias.
"Están metiendo prisa por la situación de las cubiertas", reconoce Juan Antonio Guerrero, vecino del mismo bloque pero de otra puerta. En otros bloques ya están en ello. "Pero la gente está contenta con lo que están haciendo, porque son muchos años esperando", señala. El presidente de la asociación de vecinos de Bazán añade, como matiz, que las quejas más allá de por el ruido constante de los generadores usados en la obra responden a cuestiones personales, "porque quieren que les hagan algo concreto en sus casas", o porque comparan qué se hace en otras viviendas o edificios frente a los suyos.
Unos y otros, quienes se están beneficiando de la rehabilitación –con sus inconvenientes y faltas– y quienes no, están arraigados a su barrio. "Vine para 3 años y llevo más de 20 aquí", menciona Mercedes. "Mis padres viven aquí al lado y yo me he comprado la casa aquí", se suma Carmen. "Yo venía a jugar cuando chica y me gustaba el barrio. Llevo 14 años viviendo aquí", expone Tamara. "Nací aquí y vivo aquí. Tengo 65 años y no me dejan escaparme de este boquete", dice con cariño Juan Antonio.
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