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San Fernando

Testigos de un salto intercontinental

  • El proyecto 'Limes Platalea' cumple una década de investigación en torno a la espátula. Isleños relatan su experiencia como voluntarios medioambientales.

Desde Cabo Roche hasta Sancti Petri. Ése es el margen de maniobra elegido por la espátula, ave símbolo de la Bahía proveniente de Países Bajos, para efectuar el salto intercontinental que la llevará a las zonas de Mauritania y Senegal, donde invernan antes de regresar al norte para la cría.

Si bien existían indicios de la importancia de la Bahía como zona de tránsito y recuperación -algunos individuos llegan a hacerse sedentarios y permanecen aquí en lugar de saltar al continente africano-, no fue hasta la puesta en marcha de este proyecto hace casi una década cuando finalmente se confirmaría tal teoría para regocijo de todos los amantes de la ornitología.

Liderado por los científicos Francisco Hortas y Javier Ruiz, el proyecto nació con la clara intención de investigar, preservar y divulgar una especie tan emblemática como desconocida para los lugareños. En la iniciativa participan, además de la Junta de Andalucía y Diputación, los ayuntamientos de San Fernando, Chiclana, Conil y Vejer. Que la mayoría de que estos municipios contengan el apelativo de la Frontera, es la razón de que el proyecto incluya los términos Limes (que significa límites en latín) y Platalea, es decir, ave.

En la actualidad son más de cuarenta voluntarios procedentes de todos los municipios de la Bahía quienes conforman un plantel multidisciplinar para contribuir con sus conocimientos a hacer de este proyecto algo más grande, más real. San Fernando no iba a quedarse atrás al respecto. Aunque tiene mucho que trabajar para ponerse a la altura de sus homónimas en cuanto a inversión y difusión, también cuenta con ciudadanos preparados, sensibilizados con la naturaleza y conscientes de que el medio ambiente es, junto a la educación y a la sanidad, uno de los tres pilares que deben sustentar a toda sociedad que se precie.

Aquí es donde entran en juego Lolo Hormigo, Melodía Gómez y Rocío Palacio. Los tres isleños, los tres formados en diferentes áreas del saber. Los tres pertenecientes a ese pequeño grupo que mantiene vivo el papel de La Isla en un proyecto que es, ante todo, científico. Lolo es maestro de profesión, especializado en Eduación Ambiental. Conoce a la perfección la vida en los caños y humedales tras muchos años formando parte de proyectos similares al Limes Platalea, en el cual, por otra parte, está desde sus inicios. Entiende este compromiso como "una aventura pese a lo duro que es permanecer inmóvil en un puesto de observación con independencia del sol, del viento o de la lluvia". Palacio, por su parte, es experta en informática, pero siempre ha desarrollado actividades vinculadas al mundo de la ecología. Amante de la naturaleza, ha formado parte de diversos colectivos como Ecologistas en Acción o el propio Parque Natural Bahía de Cádiz, para acabar dándolo todo por este proyecto. Melodía es de las más recientes incorporaciones. Licenciada en Biología, cuenta con unos conocimientos teóricos que está ampliando a nivel práctico con los aprendizajes acumulados en cada una de las sesiones de avistamiento a las que acude -cuatro hasta el momento-. Todos destacan el gran crecimiento personal, amén del cultural, que están viviendo gracias a esta experiencia pues, aunque sea voluntaria, no deja de implicar un compromiso de horarios y una resistencia a las inclemencias climáticas que no todos están dispuestos a soportar. "Sin embargo son muchas las gratificaciones que obtenemos en el ejercicio del voluntariado", afirman todos al recordar esos amaneceres en la Loma del Puerco mientras bandadas de aves se levantan a su alrededor, o tantos voluntarios espontáneos que hasta allí acuden con sus prismáticos interesándose por este espectáculo que la naturaleza ofrece.

Un lujo que comienza, dicen, en los meses de marzo y abril, cuando los voluntarios rodean las colonias de espátulas a objeto de anillar a las crías o de colorear parte de su plumaje para facilitar la información sobre el individuo en cuestión. También los pesan para comprobar su estado de salud, e incluso comprueban que no tengan plomo en su sangre. Esto es debido, apunta Palacio, a que "las aves son los bioindicadores más veraces en un ecosistema, de modo que si el resultado es positivo hay que intervenir en el medio".

La última novedad es la de los radiotransmisores. Incorporados a algunas aves, facilitan el flujo constante de datos en tiempo real. "No podemos abusar de ellos, pero son muy útiles para los objetivos del proyecto", indica Lolo Hormigo al recordar la anécdota de un ejemplar que, en lugar de volar a África, retrocedió hasta zonas de Castilla para su invernación.

Todo el procedimiento debe hacerse con sumo cuidado para evitar el impacto negativo sobre las crías, el mismo tacto que ponen los voluntarios a la hora de rellenar las fichas que diariamente entregan al concluir la jornada -dirección, altitud, formación del bando, número de ejemplares, etc-. Pero ante todo insisten en la necesidad de que las administraciones públicas inviertan más en educación para lograr que los ciudadanos respeten el gran tesoro natural latente entre las marismas, y sientan interés por conocer de cerca este proyecto que vela por un ave símbolo tan desconocida como emblemática para los municipios que miran a la Bahía.

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