Luis Mollá se adentra en el mundo del espionaje en su última novela

La obra analiza los ataques alemanes a la base inglesa de Scapa Flow en las dos guerras mundiales

El escritor y capitán de navío presenta 'El relojero de la guerra' en el Club Naval de Oficiales

El autor define su obra como "una partida de ajedrez" entre Churchill y este escurridizo agente secreto, apodado Comadreja y que jamás fue descubierto

Blas de Lezo, vuelve el almirante

Luis Mollá.
F.S.Zambrano

San Fernando, 03 de mayo 2023 - 14:00

La Armada alemana tenía una obsesión permanente en las dos guerras mundiales del siglo pasado: atacar la base británica de Scapa Flow, quizás la más importante que tenía entonces el Reino Unido, ubicada al norte de las islas, en Escocia, y que impedía la salida Al Atlántico Norte de los buques germanos procedentes del Báltico y del Mar del Norte. El primer intento para debilitar esa base británica fue un fracaso pero no el segundo, ocurrido en octubre de 1939 y que supuso el hundimiento de uno de los buques más emblemáticos de la Royal Navy como era el Royal Oak. Y aquello fue posible, se supone, gracias a la información facilitada por un espía al servicio de Alemania, apodado Comadreja, que se supone que era relojero de profesión y que jamás fue descubierto.

Todos los vericuetos de esta labor de espionaje forman parte de la decimoquinta y hasta ahora última novela de Luis Mollá Ayuso, el conocido escritor de origen tarifeño y capitán de navío ya retirado. Esta obra, titulada El relojero de la guerra, cuyo subtítulo es El espía que puso en jaque a Churchill, y que ha sido publicada por la editorial Almuzara, fue presentada por el propio Mollá el pasado martes por la tarde en el Club Naval de Oficiales de San Fernando.

El autor definió esta novela como "una partida de ajedrez entre Churchill y el agente Comadreja", que era el sobrenombre de un espía alemán que se convirtió para siempre en una obsesión para el primer ministro británico y que jamás pudo ser ni descubierto, ni desarticulado, ni detenido.

Explicó Mollá que este último trabajo suyo "es verídico al 80%" y, aunque jamás se pudo confirmar la existencia de este espía germano, él cree que sí operó en suelo británico y que para nada forma parte de la leyenda. "No sólo estoy seguro de que existió sino que además pienso que fue el mejor espía que ha habido a lo largo de la Historia, porque jamás dejó huellas de su labor de información", dijo.

En la Primera Guerra Mundial dos submarinos alemanes protagonizaron un ataque contra la base británica de Scapa Flow pero fueron detectados y hundidos antes de que pudieran disparar contra sus objetivos. Tras la rendición alemana Inglaterra pudo detener y desmantelar a todos los espías alemanes, a todos menos a uno, el famoso Comadreja, que se supone que fue una pieza clave para que el segundo ataque a Scapa Flow, en la llamada Operación Baldour, sí tuviera éxito. Aquello ocurrió el 13 de octubre de 1939, en los primeros meses de la Segunda Guerra Mundial, y todo apunta a que la labor de información del agente secreto alemán asentado en suelo británico marcó el camino para que el submarino germano U47, con el comandante Günter Prien al frente, pudiera entrar en la base sin ser detectado y pudiera hundir el emblemático Royal Oak. Primero disparó cinco torpedos que no dieron en la diana pero el militar germano tuvo la sangre fría de volver sobre sus pasos y disparar otros tres torpedos que entonces sí dieron en el blanco.

Aquella operación fue celebrada por la Armada del Tercer Reich como un éxito indiscutible, aunque el desarrollo posterior de este enfrentamiento bélico concluiría años después con la caída de los nazis y la derrota de Alemania.

En la presentación de este libro Luis Mollá también analizó la influencia que tuvieron los espías alemanes para que en junio de 1919, con la Primera Guerra Mundial ya finalizada y con el Tratado de Versalles a punto de ser firmado, el almirante germano Von Rauter fuera capaz de conseguir que sus mandos originaran de manera simultánea daños de consideración en toda la flota que había sido intervenida por la Royal Navy y que estaba fondeada precisamente en la base de Scapa Flow. La conclusión de aquella maniobra perfectamente pergeñada fue que la mayoría de estos 80 buques lograron ser hundidos para desesperación de los británicos, que anhelaban poder disponer del acero de gran calidad con que se habían construido estos navíos en los astilleros alemanes.

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