San Fernando

Desesperados por trabajar

  • Los ex trabajadores de Cupimar, afectados hace unos meses por el ERE de la empresa, siguen sin tener un empleo y ni siquiera han podido acceder a cursos de reciclaje

Dicen que en Irlanda el subsidio del desempleo es eterno, pero muy pocos se sienten a gusto sin un trabajo: está mal visto. Quizás no ocurra lo mismo en tierras gaditanas, pero las sensaciones de los hombres y mujeres que han perdido su puesto en los últimos meses no deben ser muy distintas. Mal por lo que les toca vivir se sienten los ex empleados de la Cupimar que se vieron afectados por el expediente de regulación de empleo que la empresa hizo efectivo hace seis meses. Preocupados están porque en este tiempo no les ha surgido ninguna oferta de trabajo. Enfadados se muestran tras varios meses en las colas del Servicio Andaluz del Empleo (SAE) sin haber podido optar a ningún curso de reciclaje. Porque, "¿quién va a contratar a alguien que ha trabajado en el sector piscícola?", se cuestionan estos trece hombres y mujeres.

Juan ha intentado entrar en dos cursos de soldadura y no lo han cogido. La formación es la única manera que ve posible para abrir sus posibilidades de recolocación, después de 25 años en labores de mantenimiento -también de cultivo cuando hacía falta- en Cupimar, pero no encuentra nada. En el taller soldaban cuando hacía falta. José echa curriculum todas las semanas, pero cree que cuando ven que ha trabajado en una piscifactoría no lo tienen en cuenta a la hora de contratarlo, aunque haga falta. Su especialización les pasa factura, consideran ambos. Algunos de sus compañeros han trabajado uno o dos meses pero nada más, porque en la provincia no existe una variedad de posibilidades en el mercado en el que han trabajado tantos años.

La pregunta que más veces se repiten desde que se quedaron sin empleo es "¿qué hago?". No es extraño cuando se trata de personas que han trabajado desde jóvenes, en algunos casos en la misma empresa toda su vida. "No nos gusta estar sin hacer nada", comenta José, que tiene 44 años y se ha llevado más de la mitad en Cupimar. Casado y con dos hijos, mellizos de 8 años, en su casa entran los 887 euros que cobra de paro y lo que gana su esposa que no es mucho. Con la incorporación al colegio hace poco más de un mes vinieron los gastos escolares "y te das cuenta que en nada estará aquí la Navidad y tus hijos serán los que más sufran la situación", afirma después de un rato de buscar las palabras para expresar la tristeza en la que están sumidos. Él y su familia. Sus compañeros y sus familias.

Supone un mal trago perder el puesto de trabajo y no encontrar un alternativa después de seis meses. Psicológicamente afecta, desde luego. Juan no duerme bien, le da vueltas a la cabeza todo el día porque tiene una familia que sacar adelante: una hija de 18 años que estudia y un chico que está en el instituto. También cobra el subsidio del desempleo y su mujer trabaja, pero siempre llega muy justito a final de mes. Por eso se plantea, como José o Isabel o Olga o cualquiera de los otros, reducir gastos, empezando por el móvil y el teléfono.

Los nervios y la desesperación hacen mella en ellos, por lo que se plantean incluso una huelga de hambre para que les hagan caso. Se quejan, por ejemplo, de que la Delegación Provincial de Empleo aceptara el ERE ante el plan de viabilidad de la empresa, que sin embargo ésta no cumple a día de hoy. En ese texto se recogía la compra de maquinaría, que no se ha producido. Se establecía el cierre de zonas de cría, y siguen funcionando las tres existentes: El Palmar, donde se cultiva las larvas para engordarlas, de la que continúan saliendo alevines para la cría; San Federico, abierta a pesar de la advertencia de que tendrían que cerrarla; y la Talanquera, que han alquilado. "Dijeron que tenían que despedir a parte de la plantilla para hacer frente a la situación, pero la gente cobra el día 20 del mes y está haciendo horas extras porque hay trabajo", explica José. El trabajo de mantenimiento que él realizaba, entre otros, se ha contratado fuera, lo que a la largo, considera, cuesta más dinero. Los dos compañeros que quedaban para esas labores se han derivado a cultivos.

Pero no se quedan sólo en lamentos. Ya han enviado una carta al Defensor del Pueblo Andaluz en la que le explican que no tienen derecho a reinserción, a hacer cusillos. Van a solicitar una reunión con el delegado provincial de Empleo, Juan Bouza. Se les pasa por la cabeza una huelga de hambre para captar la atención de las autoridades. Y los ex sindicalistas que se fueron a la calle meses después de salir del comité tienen este asunto denunciado.

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