LA CONSULTA DEL ESPECIALISTA

Si tu mente no juega en tu equipo

  • "Los pensamientos destructivos, que se empiezan a repetir de una forma continua dentro de las cabezas de los deportistas, actúan de un modo similar al de un virus dentro de un equipo informático"

Simone Biles

Simone Biles

Posiblemente, todos nos hayamos preguntado alguna vez por la razón que lleva al ser humano a reaccionar con una pérdida de control ante una situación que le produce miedo o inseguridad. Este es un hecho de sobra conocido, pues, en mayor o menor medida, todos lo hemos sufrido en nuestras carnes a lo largo de nuestras vidas. Si cabe, la situación es mucho más marcada cuando se vive en el ámbito del deporte profesional. Clubes, federaciones, países y marcas comerciales... invierten cantidades astronómicas de dinero y depositan ilusiones en el entrenamiento de sus deportistas; algunos de los cuales, ante la mirada atenta de millones de teleespectadores, pierden su efectividad cometiendo errores inocentes bajo situaciones de gran estrés y presión.

Estamos en plenos Juegos Olímpicos de Tokio. Los deportistas de todo el mundo compiten y muestran sus mejores virtudes, dándolo todo y exhibiendo el trabajo realizado durante los años de preparación. Semanas y meses de perfeccionamiento, sufrimiento, lesiones y curaciones, frustraciones, alegrías y sobre todo de incertidumbre. ¿Darán la talla cuando llegue el momento?

El caso más mediático lo ha protagonizado la gimnasta americana Simone Biles. Quizás la deportista insignia de la delegación americana para los JJOO, tras fracasar en uno de los ejercicios, decidió no competir en los siguientes. Rápidamente se comenzó a especular con la posibilidad de haber sufrido una lesión pero ella misma desmintió: “no me ocurre nada físico, pero mentalmente me siento como si soportara el peso del mundo sobre mis hombros”. El problema no era físico sino mental.

Una cascada de opiniones y muestras de apoyo a la pequeña gimnasta. Campeones como Michael Phelps o Gasol mostraron su respeto y apoyo a la decisión de la americana. Otros, sin embargo, fueron críticos. El más sonado ha sido Djokovic. El tenista serbio dijo: “Sufrir presión es un privilegio. Sin ella no existiría el deporte profesional. Hay que aprender a lidiar con ella”.

El palmarés de Biles es envidiable y su calidad como atleta no es discutible. En una de las mangas de su traje de gimnasia rítmica tiene dibujada la cara de una cabra. No es que sea su animal favorito, sino que encierra otro significado. Cabra en inglés es GOAT. Esa palabra se usa en Estados Unidos como símbolo, significando “El más grande de todos los tiempos”, en inglés es G.O.A.T. (Greatest Of All Time). Ella se sabe la mejor.

¿Por qué unos deportistas triunfan, mientras otros fracasan ante situaciones similares?

Hemos podido ver muchos ejemplos que muestran como algunos deportistas reaccionan de un modo efectivo ante situaciones adversas y difíciles, mientras otros se derrumban de forma inesperada. En cuestión de segundos, el miedo puede bloquear la efectividad de un deportista sin que este llegue ni tan siquiera a detectarlo. Determinadas circunstancias, percibidas de un modo subjetivo como amenazadoras, desencadenan manifestaciones en su organismo, como pueden ser: palpitaciones, sensación de fatiga, tensión muscular, irritabilidad, boca seca, agarrotamiento de manos y pies, aumento de la tensión arterial, náuseas, peso en el estómago...; a la vez que puede disminuir de un modo drástico la capacidad de concentración, la toma de decisiones y la velocidad de pensamiento.

La aparición de estos síntomas suele resultar nefasta para el rendimiento, pues en el deporte profesional una pequeña diferencia en el rendimiento marca una gran diferencia en el resultado. Es la creencia típica de por qué un jugador “no da la talla” en los partidos clave y otros, en cambio, cogen las riendas del equipo en situaciones comprometidas, y guían a sus compañeros hacia el triunfo.

En numerosas ocasiones, pensamientos que se introducen en nuestras cabezas actúan como limitadores de nuestras capacidades. El secreto de su éxito está en “la ausencia de su cuestionamiento”. Aunque resulte increíble, con demasiada frecuencia, nuestro comportamiento actúa en perjuicio de nuestros intereses, y de un modo sorprendente se nos resisten metas que resultarían sencillas de conseguir. Las causas de ello las encontramos en el funcionamiento de nuestro cerebro, pues mientras el sistema educativo se preocupa por el entrenamiento del hemisferio izquierdo, es el hemisferio derecho el responsable de nuestros logros. De todos modos, aún hay quien no es consciente de que la mayor parte de nuestra mente reside en nuestro inconsciente.

Un ejemplo de cómo la forma en que se procesa la información en nuestras mentes puede condicionar nuestras capacidades, en muchas ocasiones, con resultados nefastos.

Si un deportista piensa “seguro que no voy a pasar a la final”, su mente procesará los conceptos “Fallar, fracaso”, y en décimas de segundo su cuerpo experimentará las sensaciones vividas tras alguna situación parecida. Evidentemente, eso no le permitirá encontrarse en la mejor de las situaciones para disputar una competición.

El deportista que dominará la final, será aquél que se haya desprendido de pensamientos negativos, sensaciones de derrota y experiencias negativas previas con el mismo rival. Esos pensamientos destructivos, que se empiezan a repetir de una forma continua dentro de las cabezas de los atletas, actúan de un modo similar al de un virus dentro de un equipo informático. Poco a poco, ante determinados contextos, la velocidad de pensamiento se va ralentizando, empiezan a surgir los primeros bloqueos, y todo ello derivará en los primeros miedos. A partir de aquí la probabilidad de caer en un proceso en espiral de pensamientos obsesivos comienza a ser muy elevada. Y en caso de producirse, supondrá importantes limitaciones para el futbolista, que terminará con una sensación de desconfianza en sus propios recursos.

El trabajo psicológico en el deporte como en todos los demás aspectos de la vida, es fundamental. Hay que desterrar el “NO PUEDO” y quedarnos con la idea “LO VOY A INTENTAR”.

He tenido la suerte de tratar a un subcampeón olímpico. Es un tipo humilde y con el corazón del tamaño de una piscina olímpica. Lo había tratado un par de meses antes de comenzar los JJOO por una molesta lesión de rodilla que amenazaba con no dejarle competir. Se trata de Erick Barrondo, marchador de Guatemala y subcampeón olímpico en Londres 2012. Un día le pregunté por la presión de ganar, de competir, sobre todo cuando todo un país está pendiente de ti. Erick me miró con el gesto de la persona que cree en sí mismo, de saber lo que se siente al haber pasado por ahí. “Mira doctor, no tengo ninguna presión. La tenía cuando vivía en una chabola en Guatemala, y no sabía lo que iba a comer ese día, o si iba a poder comer si quiera. Eso es presión. Lo de Tokio es una suerte. Gracias a la marcha puedo vivir en una casa y no tener que preocuparme por mi próxima comida. A Tokio voy a comerme el mundo”.

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