Las colillas constituyen un serio peligro para las playas y, al ser tan pequeñas, no hay mejor forma de eliminarlas del litoral que advirtiendo a los fumadores de este grave problema medioambiental para que no las arrojen a la arena. Ésta es la conclusión básica de un informe que la Asociación Profesional de Playas y Medio Ambiente (Apyma) ha remitido a los casi 500 ayuntamientos costeros de España para que tomen medidas.

Este colectivo de ámbito estatal, que tiene su sede principal en Rota, argumenta que "especialmente en las playas, la presencia de colillas se convierte en un gran problema, ya que con los servicios de limpieza existentes, ya sean manuales o con máquinas cribadoras de la arena, se hace imposible la eliminación de este peligroso residuo debido a su pequeño tamaño". De ahí que inste a las personas fumadoras a "no tirar las colillas al suelo bajo ningún concepto".

El informe de Apyma analiza, efectivamente, el impacto de los filtros de cigarrillos en el litoral basándose en "multitud de referencias bibliográficas de estudios científicos de ámbito mundial". Sostiene que no es un problema baladí, sino que la sociedad no se hace eco ni toma conciencia del mismo porque "no está mal visto tirar las colillas al suelo". "Sin embargo, no por ello este residuo es menos peligroso, sino justo lo contrario", arguye asegurando que "una vez en el medio natural, contamina el suelo, el agua y a los seres vivos, pudiendo llegar el alcance de esa contaminación incluso al ser humano".

El estudio de esta asociación parte de la base de que "en las playas se produce una alta acumulación de colillas y su eliminación es muy complicada por el tiempo que necesitan -hasta 25 años- para su degradación natural". Afirma que el filtro de los cigarros, pese a su "apariencia inocua", es un desecho contaminante. "Más del 80% son de acetato de celulosa, un derivado del petróleo no biodegradable", argumenta. Su función principal es "retener el alquitrán y el resto de productos perjudiciales, tanto los que lleva el tabaco como los producidos en la combustión, antes de que lleguen a los pulmones de los fumadores". Dicho de otra manera, "contienen millares de compuestos que pueden contaminar el ambiente con productos químicos tóxicos y solubles". Es el caso, por ejemplo, del cadmio, un metal pesado que produce el "envenenamiento" de las lombrices y otros animales, con las consiguientes repercusiones negativas en la estructura del suelo, como la impermeabilización de la superficie, que puede perder fertilidad hasta el extremo de la desertificación. Y en los ecosistemas acuáticos "puede bioacumularse en mejillones, ostras, gambas, langostas y peces, y llegar así a la alimentación humana". Una amenaza, pues, no sólo para la calidad del agua y la vida que alberga.

El arsénico, la nicotina, el tolueno, el metanol, el ácido acético, el amoniaco, el ácido esteárico y el alquitrán son otros de esos elementos contaminantes. Las colillas "liberan en el medio ambiente sustancias cancerígenas" durante todo el largo tiempo que tardan en degradarse, aparte del "impacto visual" de este residuo, "uno de los más abundantes del mundo".

Un informe sobre lucha antitabáquica publicado por la ONU en 2010 señala que cada año se arrojan en todo el planeta cinco billones de colillas "que acaban en los mares y ríos". Otro posterior de la organización Ocean Conservancy (2011) apunta que los filtros de cigarrillos "son, de lejos, la principal causa de basura en los océanos y playas (32%)". Una sola colilla contamina ocho litros de agua de mar y hasta 50 de agua potable.

En definitiva, más allá de su afectación en la salud de los fumadores y quienes les rodean, el tabaco, especialmente las colillas, son "altamente perjudiciales" para el medio ambiente, advierte Apyma.