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Tribuna

Teófila Martínez

Ex alcaldesa de Cádiz

La verdad de Ignacio

Ignacio Romaní fue concejal de Urbanismo desde 2008 a 2015, siete años en los que esta ciudad se transformó de manera evidente (aunque haya quien estuviera mirando para otro lado, por lo que ahora se lee y escucha). Años en los que conseguimos infraestructuras esenciales para mejorar la vida de los gaditanos: desde la Piscina de Astilleros hasta los pisos de la antigua Comandancia o Puntales y Abarzuza, pasando por la Residencia de Mayores de Puntales, el Parque de Astilleros –una de las zonas verdes más importantes de la ciudad–, la Guardería de Astilleros, o el Complejo Deportivo Puntales La Paz por citar solo unos cuantos.

Antes de eso Ignacio llevó Asuntos Sociales; desde allí ayudó a muchas familias gaditanas sin recursos a salir del pozo; entre ellos al Troy, al que –después de muchos trámites legales y mucho trabajo– logró sacar de la calle y llevar a una residencia de la provincia donde está bien cuidado y alimentado desde entonces. En los últimos siete años de nuestro mandato, y dirigiendo Aguas de Cádiz, se ejecutó el II Plan de Saneamiento, que venía a culminar la renovación de más de 150 calles en el Casco Histórico del primer plan (son fácilmente reconocibles porque se eliminaron en su mayoría las aceras para hacerlas accesibles y se renovaron todas las tuberías de saneamiento. Aparte de que –desde 2015– no se ha hecho más de una o dos). Fue una inversión de 10 millones de euros.

Aguas de Cádiz, bajo su dirección, ejecutó obras por las que se renovaron las redes de la nueva Avenida de la Bahía, Medina Sidonia, Barbate, media Barriada… Se construyó Avenida de Huelva, las estaciones de bombeo de Puntales, de San Juan de Dios, y se renovó buena parte de la red de pluviales de la Paz, donde se había creado un nuevo Paseo Marítimo. Todo eso, y mucho más que no cabe en una tribuna como ésta, se hizo bajo la dirección de Ignacio Romaní.

Pero los que llegaron a la política local a llenar de odio y rencor a los gaditanos no le perdonan a Ignacio su lealtad al proyecto que construimos durante años. No le perdonan que fuera, además de uno de los artífices de la transformación de Cádiz, el portavoz del Partido Popular en el Ayuntamiento.

Y por eso dieron la consigna de cazarlo y quemarlo en plaza pública; por eso –junto a mí– lo acusaron de dar agua contaminada a Loreto. Nos intentaron sentar en el banquillo para eliminarnos social y políticamente, y para ello no escatimaron esfuerzos; entre otros el de injuriar y calumniar.

Tantos esfuerzos hicieron por eliminarlo de la política local que no dudaron en azuzar a alguien para que –de manera cobarde y ruin– hiciera unas pintadas llenas de infamia en su domicilio y en la casa de su padre. Lo que viene siendo una práctica nazi que no recibió mayor condena por parte de muchos que –casi siempre– están deshaciéndose en asombros por cosas bastante menores.

Esa es la verdad de Ignacio, y su problema: que no le perdonan que fuera el concejal de Urbanismo que hizo en Cádiz lo que ellos ahora no tienen siquiera idea de cómo empezar. Que fuera quien, desde Aguas de Cádiz, y por mucha mentira que viertan a diario, transformó el sistema de saneamiento, pluviales y agua potable de la ciudad o eliminara las barreras arquitectónicas de cientos de calles.

El escarnio al que desde 2015 el actual alcalde y sus círculos han sometido a Ignacio, a Mercedes o a Carmen entre otros, ha sido un verdadero ejercicio de vileza. A mí también han intentado machacarme de todas las maneras posibles, pero al cabo de los años los que anunciaron auditorías y apertura de cajones terminaron sentados en el banquillo, por prevaricación o por calumnias, o con el archivo de denuncias falsas, como pasó hace una semana con este último intento por acabar con Ignacio.

Y ahora lo que más molesta en San Juan de Dios es que yo, que espero seguir siendo libre para tener mi opinión sobre la ciudad de la que fui alcaldesa –quizás porque me votaran los gaditanos–, opine en mis redes sociales sobre cómo se encuentra Cádiz. Eso lo ha dicho quien no escatimaba exabruptos sobre mí y mi equipo, quien no se ha ahorrado ni una sola injuria para los que trabajamos durante años –con nuestros errores y aciertos– para mejorar esta ciudad.

Y por todo eso, pero sobre todo por la honradez de Ignacio Romaní –a cuya familia nadie podrá resarcir de todo lo sufrido por la mezquindad de quienes entienden la política como un ejercicio de revanchismo y odio– hoy escribo esta tribuna que es lo menos que puedo ofrecer a quien, además de un amigo y compañero, fue siempre un servidor leal para Cádiz. Y eso es algo que las injurias y las calumnias de los mediocres, de los de ‘consejos vendo y para mí no tengo’, no han podido ni podrán manchar.

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