Tribuna

José Antonio Aparicio

Investigador

A un año del 75 aniversario de la Explosión de 1947 en Cádiz

Mientras que el interés por la trágica catástrofe no hace más que crecer, a un año de cumplirse los tres cuartos de siglo, desde el Ayuntamiento no se ha preparado nada de nada; sólo hay silencio, desconocimiento, despreocupación o expectativa. Quizá sea hora de que el Pleno Municipal en su conjunto, sin marcado político, sea el motor de un 75 aniversario decente y merecido para quienes en su día no pudieron ejercer ni siquiera el derecho a la protesta.

El investigador José Antonio Aparicio, en una visita guiada por la Exposición Permanente sobre la Explosión de Cádiz inaugurada en 2017 en el Castillo de Santa Catalina.

El investigador José Antonio Aparicio, en una visita guiada por la Exposición Permanente sobre la Explosión de Cádiz inaugurada en 2017 en el Castillo de Santa Catalina. / Lourdes de Vicente

Dentro de un año se cumplirán 75 años de la Explosión de Cádiz, en mayúsculas, como hay que escribirlo; una fecha inconfundible que no olvidará nunca esta ciudad. Todavía se reciben mensajes desde otros lugares de España de personas que siguen buscando a familiares desaparecidos de la faz de la tierra en la misma fecha en que coincidió esta catástrofe nacional: 18 de agosto de 1947. Parece como si nadie fuera ajeno a la tragedia, como si todos los destinos humanos acabaran aquí, como si la Explosión fuera la razón perfecta para justificar tantas desapariciones. Cuando a veces parece que el interés se diluye en el tiempo, siempre ocurre algo que nos hace ver lo contrario. Una productora de Madrid tiene ya en sus manos un nuevo proyecto de documental en torno a este episodio y se ha puesto en contacto con el Ayuntamiento de Cádiz para buscar apoyos. Varios escritores, neófitos o reconocidos, utilizan la catástrofe como telón de fondo o recurso accidental en sus novelas. Pero lo cierto es que solo queda un año para el 75 aniversario y, a nivel municipal, no hay nada, de nada, de nada… Silencio, desconocimiento, despreocupación o expectativa; no lo sabemos. Lo cierto es que ahora va a ser muy difícil echarle la culpa de este silencio al Generalísimo Franco y al régimen del terror; aunque quizá estemos a tiempo de no tener que buscar culpables.

Un visitante se documenta sobre las víctimas en el Castillo de Santa Catalina. Un visitante se documenta sobre las víctimas en el Castillo de Santa Catalina.

Un visitante se documenta sobre las víctimas en el Castillo de Santa Catalina. / Lourdes de Vicente

Hasta el presente, muchos investigadores nos hemos unido en la búsqueda de testimonios orales, documentos escritos, imágenes audiovisuales, archivos sonoros, fotografías, incluso objetos personales. De donde no quedaba aparentemente nada brotó la extraordinaria Exposición de 1997 en la Institución Provincial Gaditana, liderada por profesores y alumnos de la Universidad de Cádiz. A partir de ahí, de forma espontánea, la población, entre preguntas, recuerdos y comentarios, fue ayudando a completar aquel último fotograma en blanco y negro de una ciudad desolada por las minas. Diez años antes, la corporación municipal había nombrado hijos predilectos o adoptivos a los únicos héroes reconocidos: Pascual Pery Junquera y a un grupo de marineros; en 2011, y después de mucho insistir, a otro de los héroes olvidados: Antonio Ristori Fernández. Un Ayuntamiento siempre al arrastre, siempre con pereza cuando hablamos de la Explosión. Muerto el perro, se acabó la rabia.

Son otros los actores que están promoviendo los cambios e impulsando la memoria, entre ellos los incombustibles medios de comunicación, el Instituto Español para la Reducción de los Desastres, la Federación 5 de Abril Vecinos de Cádiz y quienes asisten año tras año a los actos conmemorativos. Quizá sea hora de que las cosas cambien y sea el pleno municipal en su conjunto, sin marcado político, el motor de un 75 aniversario decente y merecido para quienes en su día no pudieron ejercer ni siquiera el derecho a la protesta.

Maqueta que sirve de base para explicar los catastróficos efectos de la Explosión de 1947 en Cádiz. Maqueta que sirve de base para explicar los catastróficos efectos de la Explosión de 1947 en Cádiz.

Maqueta que sirve de base para explicar los catastróficos efectos de la Explosión de 1947 en Cádiz. / Lourdes de Vicente

Vamos casi sin tiempo, pero es mucho lo que se puede hacer y muchas las personas dispuestas a participar. Las ideas están todas sobre la mesa y solo requieren el liderazgo y amparo de los representantes municipales, con la cooperación del resto de las autoridades y organismos públicos: Diputación, Junta de Andalucía, Estado y, especialmente, el Ministerio de Defensa. Un ciclo de conferencias, rutas guiadas por los lugares afectados por la catástrofe, cine de verano en el solar de la Casa Cuna, conciertos de música clásica, coral y tradicional en el punto cero en que se produjo el estallido… Quién sabe si una recreación dramatizada de las brigadas de auxilio que llegaron desde San Fernando para rescatar a los civiles atrapados bajo los escombros de lo que habían sido sus hogares. Por qué no: un ejercicio de desescombro a cargo de la UME, con sus camiones recorriendo la avenida principal y adentrándose por las calles Juan Ramón Jiménez y Tolosa Latour, para montar las mismas casetas de campaña que acogieron a los damnificados de aquel 18 de agosto de 1947. Centrar los focos de toda España en algo que sucedió en Cádiz hace setenta y cinco años y que compartieron en mayor o menor medida otras poblaciones siniestradas por similares episodios como Peñaranda de Bracamonte (1939), Alcalá de Henares (1947) o Tarancón (1949). Todas ellas son poblaciones unidas por una catástrofe de idéntica naturaleza, todas ellas se brindaron ayuda mutua sin saber lo que el destino les depararía a las otras y por ello están obligadas a mantener una justa memoria y unos lazos comunes y perdurables. Compartir la tragedia.

La Exposición Permanente y los archivos clasificados

La desclasificación de los archivos militares relacionados con la Explosión de Cádiz y su acceso libre para los investigadores es otro de los objetivos y reivindicaciones para este señalado aniversario. La investigación no ha acabado aún, continúa muy viva y existen algunas lagunas, pequeños vacíos de la historia que faltan por cubrir y que requiere una revisión exhaustiva de la documentación original. Sabemos quién la tiene, dónde se conserva, los números de los legajos y cajas; es justo que se nos abra la llave. Es el mayor ejercicio de transparencia que se nos podría ofrecer y que tanto tiempo llevamos reclamando sin éxito. Nuestros escritos dirigidos al Archivo Central del Cuartel General de la Armada no han tenido hasta hoy respuesta alguna. Mientras tanto, la digitalización del material disponible y su concentración en una misma unidad archivística fácilmente accesible es otra de las demandas que es posible cumplir en los próximos doce meses. Ya sea en el Archivo Histórico de la Diputación de Cádiz o en el Archivo Histórico Municipal o en ambos, los más recientes investigadores deberían poder encontrar la facilidad que no tuvimos los primeros, cuando hubimos de recorrer ciudades como Salamanca, Madrid, Alcalá de Henares o San Fernando en busca de una información perdida que no sabíamos que existiera.

Por último hay cuestiones pendientes con relación a la Exposición Permanente. En 2017, después de tres años de desdén, logramos hacer realidad, al menos en parte, la idea de un museo memorial ¿inspirado por el firmante de este artículo? que estuviera a la altura del dolor y la pérdida de la catástrofe. Su ubicación actual en el castillo de Santa Catalina, en un espacio de reducidas dimensiones donde apenas se puede uno mover sin tropezar con las vitrinas, húmedo y sin climatización, es mucho más que no tener nada, pero dista de ser el lugar ideal que habíamos imaginado. Una exposición de estas características debe estar en el sitio donde su contenido cobra sentido: el Instituto Hidrográfico, las bóvedas de Santa Elena, el chalet de Varela, en definitiva, entre Bahía Blanca, astilleros y San Severiano. Incluso la Casa de Iberoamérica, propuesta en primera instancia, hubiera sido mejor opción; pero claro, Iberoamérica es para lo que es de Iberoamérica. Los principales problemas que se pudieran anteponer al cambio solo desembocarían en el final de siempre: la falta de voluntad. En casi cuatro hectáreas de terreno que dispone la Armada en lo que fue la Base de Defensas Submarinas hay hueco para todo y para todos; no solo para la Explosión de Cádiz, sino para un entorno museístico mucho más amplio en el que compartieran escenario la Exposición Marítima Internacional de 1887, el arranque de la industria naval de Cádiz, el pasado fenicio-púnico de Gadir, la Fábrica Nacional de Torpedos y por supuesto, el Instituto Hidrográfico de la Marina, que también fue víctima y damnificada de la Explosión. Al fin y al cabo, la deuda moral no prescribe nunca y un simple gesto puede ser el comienzo de la ansiada reconciliación y la definitiva asunción de un desastre irreversible.

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