Desde las primeras elecciones municipales democráticas de la última época, hace 40 años, el panorama político en la Bahía de Cádiz ha ido cambiando en casi todo, a voluntad de los votantes, pero una cosa ha permanecido: el reparto de los gobiernos locales entre opciones muy diferentes. Nadie dice que eso sea indeseable, ni mucho menos, pero esa diversidad de partidos al frente de las poblaciones de la Bahía es otro más de los factores que han dificultado que el medio millón de habitantes que viven en la comarca conviertan en real su enorme peso potencial.

La Mancomunidad de Municipios de la Bahía es la historia de un fracaso, reconocido por sus propios protagonistas, y el hecho de que no se hayan encontrado estrategias conjuntas para lograr salidas en todas estas décadas es un hecho que no invita al optimismo, por más que expertos y políticos consultados coincidan en que la unidad de acción en determinados servicios y reivindicaciones es imprescindible. Es muy difícil que los alcaldes, que ahora comienzan un nuevo periodo de mandato, renuncien a satisfacer las peticiones de sus ciudadanos antes que nada, y nadie se lo pide. Pero el tren de las oportunidades para la Bahía, en este caso, pasa cada cuatro años. Nada está perdido definitivamente, y cada periodo es una nueva oportunidad.

Todos los gobiernos locales deben compartir (de hecho es muy probable que lo compartan, aunque sea de puertas para adentro) que una Bahía unida en los asuntos básicos y de desarrollo compartido, como la industria, naval y aeronáutica, los transportes, el medio ambiente, e incluso la defensa nacional si se quiere, dado el peso de lo militar en esta comarca, tendría mucha más fuerza para conseguir tantísimos proyectos conjuntos y justos. Lo dicho vale igualmente para la provincia, probablemente la más desafortunadamente fragmentada de España. Hay cuatro años por delante. Mejor empezar desde ya.