El Consejo de Ministros ha aprobado presentar la candidatura de Málaga para acoger la Exposición Internacional de 2027. También la Junta ha suscrito su respaldo a esta apuesta con la que se cumple el requisito imprescindible para competir con alguna garantía por la organización de esta muestra: el apoyo de todas las principales administraciones públicas. Ahora se abre un complicado camino que cristalizará el próximo año cuando los 169 países que integran el Buró Internacional de Exposiciones (BIE) decida en asamblea qué ciudad y qué temática serán las adecuadas para celebrar este evento. La ciudad andaluza enarbola la bandera de la sostenibilidad. Su, por el momento, principal contrincante, Minneapolis (EEUU), se decanta por la sanidad. Después del fallido intento de la Capitalidad Cultural Europea de 2012 o la más reciente intención de pujar por la Agencia Europea del Medicamento, estamos ante la principal oportunidad que se le presenta a esta región para ser la sede de un acontecimiento mundial después de la Expo de Sevilla de 1992. Las cifras del estudio que en su día elaboró Analistas Económicos son significativas para valorar la importancia del reto. Casi 3.000 millones de movimiento económico y unos 31.000 empleos. Durante los tres meses del acontecimiento se prevén 4,5 millones de visitantes y 11 millones de entradas al recinto. El desafío supone un aliciente y una oportunidad que no se debe desaprovechar porque la rentabilidad parece fuera de toda duda. Hay que agradecer al alcalde Francisco De la Torre su perseverancia para lograr convencer a todas las administraciones desde que anunciase en 2019 su intención de iniciar esta carrera. Tras la propuesta de Málaga hay meses de trabajo y si se culmina será un éxito también para Andalucía y España. Pero sólo se ha dado un primer paso. Las intenciones deben ahora traducirse en un compromiso riguroso que demuestre que no se escatimarán esfuerzos por conseguir que Málaga sea la sede de la Expo de 2027.