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El veneno de Loreto

Siguen insistiendo en un asunto zanjado para buscar votos, dividir a los vecinos o caldear el ambiente

El caso del agua contaminada de Loreto siempre me pareció demasiado sórdido. Un ejemplo de lo que ahora se ha dado en llamar el oportunismo populista. Un cutrerío a conciencia. No hay un asunto más sensible que la salud de las personas físicas. Sin embargo, aquí todo se ha reducido al politiqueo. El caso del agua contaminada originó perjuicios a los vecinos de Loreto; aunque también es cierto que el Ayuntamiento del PP, cuando reaccionó, intentó atenderlos para paliar en parte esas molestias. En términos estrictamente sanitarios, en Cádiz fue más grave el caso de las tortillas contaminadas del bar Grimaldi de la Plaza, porque hubo decenas de hospitalizados y hasta un muerto, cuya vinculación con aquel caso aún está por ver. Sin embargo, el caso del agua de Loreto, por su repercusión social en una barriada de Cádiz, ha sido más llamativo.

Lo que sucede últimamente con Loreto no es nueva política, sino baja política. Ahí se ha plasmado con saña la situación interna de Aguas de Cádiz después del cambio. La imagen del concejal González Bauza, con las presuntas pruebas, ha sido patética. Está en la misma onda que la de Teresa Rodríguez cuando cobró su primer sueldo público. Todo con hipocresía y ventajismo. Por el otro lado, también el PP ha buscado el recurso fácil de pedir la dimisión del alcalde Kichi, cuando la Fiscalía le ha dado carpetazo al asunto, al no apreciar responsabilidades de los gestores anteriores. Pero hay otros motivos más evidentes para pedirla, y no se mueven para conseguirla.

Loreto no es un barrio más de Cádiz. Es uno de los más significativos de la ciudad. Tiene una composición social que es parecida a la media general gaditana. Cuando el PP ha ganado claramente en Loreto, ha conseguido la mayoría absoluta en Cádiz. Más recientemente, en unas zonas del barrio ha ganado el PP y en otras Podemos, lo que significó que estaban más igualados. Esas implicaciones políticas han trascendido a muchas cuestiones. Luchas por el poder que llevaron incluso a críticas injustas a la asociación de vecinos; que, por cierto, fue fundada por el socialista Luis Pizarro, cuando el barrio se inundaba cada vez que llovía.

Señoras y señores: ningún concejal envenenó el agua de Loreto. El veneno político lo han puesto quienes siguen insistiendo en remover un asunto zanjado (con más pena que gloria, por supuesto) para buscar votos, o para dividir a los vecinos, o para caldear el ambiente. El veneno de este caso es lamentable. Si no le buscan un antídoto rápido para curarlo, dañará a todos.

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