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Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

La suelta de cruceristas

Tras dar la vuelta al mundo la fotografía de un coloso náutico a gasóleo con varios miles de personas a bordo dejando a la incomparable Venecia hecha un portalito de Belén, en verano de 2021 el Gobierno italiano prohibió la entrada de grandes cruceros en la laguna de la República Serenísima. A pesar de las amenazas de la Unesco de incluir a la ciudad en la lista de las "en peligro de extinción", preponderaban las ganancias públicas y privadas por los servicios turísticos. Dicha infraestructura constituye un rompecabezas de ficciones de una Venecia que no existe: hostelería sable en mano, la plaga de los apartamentos por días, tiendas adocenadas, espectáculos para visitantes con fugaz interés por las artes.

Las urbanizaciones flotantes pueden ser un ancla económica para ciudades portuarias: la costa española compite por los atraques y desembarcos de la Legión Bermuda. Aunque el turismo aéreo es aún más ambientalmente insostenible -palabra melliza de "insoportable"-, manda la pela obtenida vía tasas, atraques y ventas de empresarios locales o inversores forasteros, que pasa por ser el maná salvador. Una anécdota -esta, de tierra firme- para temblar: en el segundo barrio más pobre de España -el sevillano de Los Pajaritos- ya se alojan en pisos los turistas: un trasunto de la cotorra de Kramer, famosa por su capacidad de depredar a rivales endógenos. ¿Que siempre han existido estas invasiones? Claro; y también la resistencia ante ellas cuando constituyen serias amenazas en un biotopo (aceptemos ciudad como biotopo de compañía). Madrid y Barcelona, dos ases turísticos, ven su población menguar: kramers contra gorriones.

Cruceros los hay de varios formatos: pequeños, discretos y lujosos, y ciclópeos y populares que enarbolan el "todos por igual, valientes", porque ejercer de turista de tropa es de valientes. El propio Titanic respondía a tal dicotomía, sólo que todos en el mismo buque en régimen de appartheid. El crucerista practica un tipo de turismo que -como todo el que trae a guiris- es técnicamente exportación, aunque importamos personas. Te las desembarca en el centro: trae a su puerta la presa al cazador, como una suelta de faisanes en un coto. Miles de individuos deambulando en comandos por Cádiz, Málaga, Huelva, Almería, Motril o Sevilla; consumiendo lo justo, porque llevan todo incluido en su complejo naviero. (Yo fui marine aerotransportado al Caribe, donde con Costa Cruceros apatrullé Samaná, Santiago de Cuba, Islas Caimán y Jamaica, invitado por mi querida madre).

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