Siento ponerme pesado pero me preocupa la sanidad. Será que me preocupa haber tenido que dar de alta a todos mis hijos en un seguro privado con tal de no aguantar unas urgencias atestadas y unas listas de espera que desesperan a los más pacientes. Será por el testimonio desgarrador que me llegaba este sábado de una señora que sufre la enfermedad de su marido en un ambiente hospitalario apático y antipático. Su esposo se convirtió en una mera pelota de ping pong, en una víctima de un secuestro políticosanitario en el que un empresario y unos políticos se tiran los trastos a la cabeza desde sus palacios de cristal. Son víctimas de un sistema en el que no fallan precisamente los profesionales de la medicina. Los médicos y enfermeros/as lo están pasando mal en todo este trance. Los de la concertada y los de la pública. No le ven sentido a nada de lo que ocurre, pero dicen los políticos que es algo coyuntural. Menos mal.
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