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Un refugio

No es la lectura de poesía un rasgo de los que preparan la próxima investidura. Razón de más para leer a Carmen Aranguren

Es posible, en estos días, sustraerse al asedio y ruido de una vida política convertida, cada vez más, en irritante y doloroso espectáculo? Muchos españoles –sin capacidad para reaccionar ante tanta infamia promovida desde el propio gobierno y por los desmanes del partido socialista– se preguntan dónde encontrar un refugio que permita eso que antes se llamaba evadirse, es decir, hallar un espacio en el que reflexionar por unos momentos la mala cara que ofrece lo inmediato (y lo que se avecina). Para algunos, la mejor respuesta puede hallarse entrando simplemente en una librería. Porque no se ha inventado mejor receta que el libro para lograr crearse un vida imaginaria, que permita huir de una realidad exterior poco o nada deseable.

Y precisamente, en estos mismos días, removiendo entre las novedades de los expositores verán un título, Números rojos (Renacimiento), de una autora, Carmen Aranguren, cuya lectura, entre otras virtudes, puede provocar ese escape de lo inmediato y una inmersión en un mundo inventado por la mejor poesía, como ya hizo con su anterior entrega, Parques y jardines. Una poesía en la que expone los conflictos, angustias, nostalgias, ilusiones y alegrías que han configurado su vida. Pero que, gracias a su poder de evocación y a su calculada palabra poética, lo que fueron experiencias personales ha logrado transformarlas en vivencias compartidas que, ojalá en estos días, sirvan de alivio y refugio a los lectores abrumados por el discurso político. Un libro de poemas no puede detener el desastre desencadenado, sobre todo, cuando es una introspección intimista lo que prevalece en páginas tan meditadas. Mas con su lectura tal vez se consiga desconectar y alejar el ruido político más inmediato. Rendirle tributo a la poesía, reflexionar sobre las experiencias que encierra, es posible que ayude a resistir, o, bien, acalle la mala conciencia de aquellos que se sienten impotentes ante las consecuencias de lo que votaron hace unos meses.

No es la lectura de libros de poesía un rasgo que caracterice a ninguno de los políticos que en estos días preparan, en común, la próxima investidura de la Moncloa. No se sabe que lean poesía, ni obras de ningún otro género. Quizás porque para llegar a dónde han llegado –gracias a su cinismo, unos, o a su fanatismo, otros– la lectura no era una compañera recomendable. Razón de más para leer a Carmen Aranguren. Puede que se extraigan ideas para ir perfilando una cada vez más necesaria rebeldía.

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