LA Justicia no es de nadie. O mejor, no debería ser de nadie, pero nos hemos hecho al sonrojante vicio de que haya jueces "míos" y jueces "de los otros": pon tú a los tuyos, que yo pongo a los míos y vamos al turrón…
Da achare oír a un portavoz parlamentario decir que los jueces les tienen manía, a la presidenta de Madrid lloriquear porque los jueces les sacan "cosas" cuando hay elecciones o escuchar a los que dicen que la juez Alaya les tiene ojeriza. Algo que ha permitido y permite que se utilice políticamente a la Justicia y se difame a los jueces, sin que la Justicia ni los jueces se mosqueen demasiado.
Con la policía pasa lo mismo: la policía no es de nadie. O mejor, no debería ser de nadie, pero se ha permitido y se permite su utilización partidista. Desde las protestas por el tragabuche a Rodrigo Rato para meterlo en el coche policial, hasta las airadas censuras a los registros en las sedes de ciertos partidos.
Y ahí entra en acción la desmemoria desvergonzada cuando, un poné, se utiliza el traspié verbal de un alcalde para intentar poner a la policía en su contra. O sea, yo puedo faltarle a la policía y hasta mentarle la madre a los jueces pero, ojo, que el adversario ni le tosa a esos abnegados policías ni a esos doctos e imparciales jueces. Hipocresía en estado puro.
Otra curiosa forma de defender a la policía es permitir que trabaje, entre grietas y puntales, en una Comisaría que se cae a pedazos, en unas condiciones inauditas e impropias de unos funcionarios públicos, que además llevan años denunciando esa situación.
El mal estado del edificio -construido en 1981- se debe a su cercanía con el mar, se ha dicho. Una excusa muy cutre, pues los inmuebles del entorno son más antiguos y están perfectamente.
Como todo depende del Ministerio de Interior, digo yo que ese ministro tan dado a condecorar a imágenes religiosas, podría ver un edificio oficial ruinoso de un gobierno tercermundista sin tener que ir a Venezuela. Y así tendría tiempo para rogarle al santo patrono de las obras públicas que no se le caiga el techo encima a los polis de Cádiz. Una forma como otra de defender a la policía.
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