El poder lo cambió

20 de marzo 2011 - 01:00

RECUERDO haber escrito que la frase-compromiso de José Luis Rodríguez Zapatero ante sus seguidores en el sentido de que el poder no le iba a cambiar me parecía una solemne tontería. Después de siete años de experiencia común, él mismo tendría que concluir que el poder lo ha cambiado, y mucho.

Hace falta ser muy soberbio o muy frívolo o muy soberbio y muy frívolo para pensar que el paso por el poder no va a cambiar a una persona. La cambia siempre. A veces, pocas, para mejor. Y a veces, las más, para peor. Una situación de dominio sobre las gentes y sobre las cosas no transcurre en vano. Transforma a cualquiera, y a algunos los trastorna.

Para empezar, el poder aísla a quien lo tiene del resto de los mortales. Altera toda su vida. Le conduce a una perspectiva diferente a la del hombre corriente. Le envuelve en una burbuja de distanciamiento que aísla y aleja de la cotidianidad. Le rodea de una guardia pretoriana que filtra la realidad y engorda los requerimientos de la vanidad personal. Si un tío cualquiera al que hacen presidente de su comunidad de vecinos se viene arriba y se cree capitán general y un mindundi al que le ponen una gorra de plato o un uniforme se piensa investido de autoridad para imponerse y dominar las voluntades ajenas, ¿cómo no va a afectarle el poder al presidente de un país desarrollado con más de cuarenta millones de habitantes, por muy democráticamente que haya sido elegido? Esto ya lo vieron nuestras abuelas en el pueblo cuando consagraron el dicho: "Si quieres conocer a Juanillo, dale un carguillo". De momento pasará a llamarse Don Juan y se enfadará con los que osen seguir diciéndole Juanillo.

En el caso de Zapatero, además, ha tenido la desgracia de dirigir un país al que le han estallado todas las costuras de su forma de vivir. Después de resistirse cuanto pudo, ha tenido que cambiar unas cuantas ideas básicas de su forma de pensar. A decir verdad, casi todas. Ha cambiado en relación con los sindicatos. Ha cambiado sobre los pensionistas. Ha cambiado con respecto a los funcionarios. Ha cambiado en materia de impuestos. Ha cambiado acerca de las autonomías. Ha cambiado sobre el despido. Ha cambiado con la Iglesia católica y con los americanos. Ha cambiado en el vínculo entre los salarios y la productividad. Ha cambiado en las cajas de ahorros. Ha cambiado sobre la energía nuclear...

Casi dan ganas de preguntarle, Zapatero, hijo, ¿en qué no has cambiado? ¿Queda algo sin alterar? Va a terminar la legislatura formulando el cambio supremo: en vez de proclamar "el poder no me cambiará" se preguntará "¿qué más tengo que cambiar para conservar lo que me queda de poder?".

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