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La normalidad puede ser peligrosa

No olvidemos que hasta que no haya vacunas esterilizantes, la inmunidad colectiva estará fuera de nuestro alcance

El maldito virus sigue picando piedra entre nosotros -este viernes con 6 fallecidos y 1.200 positivos más en la provincia- mientras tratamos de recuperar nuestras vidas, dos años después, entre coplas de Carnaval, procesiones y chiringuitos, saludando a los moteros y bailando sevillanas de feria en feria. Más de uno se ha agarrado a la jarra de rebujito como si no hubiera un mañana. Alguno la pilló en Chipiona antes del encendido y no piensa separarse de ella hasta la Feria de Conil, en septiembre. La pandemia nos ha birlado tantos buenos ratos entre amigos y familia que algunos no se lo piensan dos veces. Pero que caminemos hacia la normalidad no significa que la amenaza haya desaparecido. Antes al contrario, el rupunte de positivos es directamente proporcional a la cantidad de personas que ya ni se acuerda de la mascarilla, incluso en un ascensor hasta los topes.

Las vacunas son las más seguras de la historia y están evitando lo peor, pero aún no impiden que podamos contagiar al vecino y al propio hermano. No conviene perder de vista lo que explicó durante su visita a Cádiz la prestigiosa viróloga Margarita del Val: hasta que no tengamos vacunas esterilizantes, la inmunidad colectiva estará fuera de nuestro alcance. Y esto quiere decir que una llamada a la precaución no está de más, porque como quiera que los nuevos casos ni siquiera se registran, tras la apuesta por la gripalización de la enfermedad, el riesgo de contagio nunca fue tan exponencial. La buena noticia es que el coronavirus tiende a ser cada vez más inteligente y por lo tanto mucho más leve con el deseo de convertirse, al final, en una simple gripe o un buen catarro. Una enfermedad que le permita, en un futuro próximo, sobrevivir entre nosotros durante mucho más tiempo, como uno más de la familia, al que no haremos mucho caso.

Por el momento, estos días caminamos entre positivos que ni siquiera saben que lo son, totalmente fuera de control, y de esta suerte, no sabemos hasta qué punto la incidencia va en aumento. Sí se ha constatado el repunte donde más duele, en los hospitales y los centros de salud, porque evidentemente aquí el marcaje del personal es mucho más estrecho. Los sanitarios aislados en casa hoy por hoy son un buen puñado. Y aunque estos buenos profesionales pueden ir al cine, al teatro y al museo, donde no pueden acudir es allá donde más los necesitamos. En paralelo, y hasta que el Ministerio de Sanidad no cambie de criterio, los pacientes que acuden al hospital con cualquier otra patología y que en el antígeno de rigor dan positivo han de ser aislados y controlados, con lo que el bicho sigue estresando el sistema hasta el límite. De esta suerte, conviene gastar mucho cuidado, ya que son muchas las intervenciones programadas que también se echan para atrás. Y todo ello, por supuesto, en detrimento de una mejor atención sanitaria que está en manos de todos.

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